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Las actividades ilegales de la CIA

Una misión ambiciosa sin poder real

Isabel Ferrer

Jan Peter Balkenende, primer ministro holandés, presentó hace tres años como una gran victoria diplomática el nombramiento de su compatriota Gijsbert Marius (Gijs) de Vries al frente de la lucha antiterrorista de la UE. Salido de las filas del Partido Liberal, el nuevo zar comunitario poseía una biografía impecable. Había sido parlamentario europeo y representante holandés en la Convención Europea encargada de redactar la Constitución. Conocía a fondo, por tanto, el quehacer comunitario. Tenía además experiencia en asuntos de seguridad, puesto que ejerció de secretario de Estado de Interior en el Gabinete del socialdemócrata Wim Kok.

Sobre el papel, el cargo de De Vries, de 50 años, nacido en Nueva York y amante de observar a los pájaros, no podía estar más claro. Debía presentar propuestas para organizar mejor la lucha de la UE contra el terrorismo, algo perentorio tras los atentados de Nueva York, Londres y Madrid. Dicho en otras palabras, tenía que conseguir que los países comunitarios trabajaran juntos en este campo. Una tarea nada fácil, si se tiene en cuenta que la UE carece de identidad común en asuntos de espionaje y sus socios se resisten a compartir este tipo de información.

Con todo, De Vries se puso en marcha y expuso sus primeras ideas. Dijo que hacía falta proteger mejor las centrales eléctricas y telefónicas de posibles ataques, aconsejó a los ministros de Justicia de la UE que suprimieran el derecho de veto sobre temas de seguridad y pidió respeto a los derechos humanos en la lucha antiterrorista.Pero no logró despegar. Su labor, muy ambiciosa sobre el papel, carecía de poder, como se demostraría con los vuelos secretos de la CIA en Europa. De Vries niega haber ocultado información y recuerda que ya pidió, sin resultado, que se "pusieran sobre la mesa los hechos". Ahora que regresa a Holanda, donde le espera su familia desde septiembre, sus portavoces aseguran que los motivos de la marcha son personales.

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