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Arabia Saudí intenta forzar un Gobierno de unidad palestino

Los máximos líderes de Hamás y Al Fatah se reúnen en La Meca

Nadie faltará en La Meca. Los líderes de Hamás y de Al Fatah se citan hoy bajo los auspicios de Arabia Saudí para ultimar un acuerdo que permita la formación de un Gobierno de unidad nacional palestino. Se trata de frenar la violencia desbordada en Cisjordania y Gaza y aliviar su dramática situación económica. Pero a nadie se le oculta que Riad tiene otro objetivo en mente: lograr que Irán -enemigo en la región y muy influyente ya en Irak y Líbano- deje de meter las manos en los asuntos internos palestinos.

Está previsto que el presidente palestino, Mahmud Abbas; Mohamed Dahlan, verdadero jefe de los cuerpos policiales fieles al mandatario; el líder de Hamás, Jaled Meshal, y el primer ministro, Ismail Haniya, acudan a la reunión. Si no logran firmar la reconciliación y un pacto político, no es aventurado augurar que la anarquía ya desatada en los territorios ocupados por Israel cobrará mayor fuerza.

El acuerdo está maduro desde hace semanas. Ismail Haniya continuaría en su puesto, si bien los ministros de Exteriores, Finanzas e Interior serían sustituidos por otros independientes. El relevo más problemático es el de Said Siam al frente de esta última cartera. Según varios mediadores palestinos, Hamás propondría como responsable de Interior a una personalidad que pueda ser aceptada por Abbas. Pero también queda por dar el toque final al programa de gobierno. Ha habido que hacer encaje de bolillos -los borradores son un ejercicio de ambigüedad- para que las dos partes puedan salvar la cara.

El movimiento islamista no reconocerá explícitamente al Estado judío, lo que suscita la incógnita de la reacción israelí, cuyo primer ministro, Ehud Olmert, ha asegurado que sólo aceptará a un Gobierno que reconozca la legitimidad del Estado sionista. Hamás tan sólo accedería a "respetar" los acuerdos firmados por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), aunque declara que no se siente "obligado" por ellos, sino por los "que sirvan a los intereses del pueblo palestino". Los fundamentalistas dejarán manos libres al presidente para que negocie con el Ejecutivo de Olmert un acuerdo sobre el trazado de las fronteras de la futura Palestina, que en todo caso deberá someterse a referéndum.

La ecuación se complica porque el hecho de que Arabia Saudí trate por igual a Hamás y al presidente palestino puede acarrear un severo golpe al boicot internacional, impulsado por Estados Unidos, Israel y la Unión Europea, que padece el Gobierno islamista. Pero Riad no puede permitirse que Teherán -que se ha comprometido a desembolsar casi 200 millones de euros al Ejecutivo de Haniya- le suplante como potencia dominante en los países árabes.

Odio palestino

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En todo caso, acuerdos o fracasos al margen, está por ver cómo se comportan las facciones palestinas. Porque el odio alcanza límites insoportables. En Gaza, la jornada de ayer transcurrió en calma, los ciudadanos salieron a las calles y los comercios abrieron sus puertas. Sólo permanecían hombres armados alrededor de las instalaciones que controla cada bando, como antes de la erupción violenta que ha dejado más de 60 muertos en los últimos 10 días.

Cientos de estudiantes se acercaron a la Universidad Islámica para comprobar el estado de las aulas, totalmente arrasadas por el fuego tras el ataque del viernes. No daban crédito. Y muchos se indignaban ante las pintadas dejadas por los agentes de la Guardia Presidencial, dependiente de Mahmud Abbas. "Haniya: la vagina de tu madre para los penes de Al Fatah", una grosería que para los islamistas no tiene calificativo. "Volverá la época de las botellas", se leía, en alusión a las torturas que infligían los agentes del Gobierno de Yasir Arafat a los milicianos de Hamás a mediados de los años noventa del siglo pasado.

Fuerzas de seguridad de Hamás toman posiciones en la ciudad de Gaza.
Fuerzas de seguridad de Hamás toman posiciones en la ciudad de Gaza.AP

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