Apagón mental
Todo al revés. Se apagan las luces para protestar por la pusilánime y negligente actitud de las autoridades políticas ante el cambio climático, y resulta que estas se suman a la protesta ¡contra ellas mismas! O sea que mientras los responsables de la cosa asfaltan humedales, promueven trasvases, iluminan hasta la exageración las ciudades y pasan olímpicamente de Kioto, ellos apagan la Ciudad de las Ciencias y las Artes para exigir (¿a quién?) que se tomen medidas contra el calentamiento global.
El grado de cinismo que hemos alcanzado no tiene precedentes. Llegará el día en que los propios políticos que mandan nos convocarán a manifestaciones en su contra a través de un SMS y, lo que todavía es peor, estarán dispuestos a ir en la cabecera de la misma. Lo verán.
Eso sí, reconozcamos al menos que se trata de una estrategia inteligente. Si la confusión aumenta entre los ciudadanos cada vez será más difícil reconocer a los verdaderos culpables de cada cosa. Y si no hay culpables, ya se sabe, tampoco hay responsables. Por eso admiro tanto a González Pons, un Consejero del Territorio tan locuaz como cachondo, quien después de 12 años de política urbanística depredadora ejecutada por su propio partido, ahora aparece de pronto como el adalid del paisaje, la fauna autóctona y el medio ambiente. Talmente como si la cosa no fuera con él.
No es tan extraño como parece, hasta el propio Bush se está haciendo progresista en estas cosas. Miren si no lo preocupado por el medio ambiente que se ha mostrado en su último discurso. Es verdad que por no firmar, no firma ni Kioto; pero preocupado, lo que se dice preocupado, sí está el hombre. Todo el mundo sabe cuál fue la excusa que puso en su día para no hacerlo: cumplir el protocolo le costaría mucho dinero a EE UU. Esa fue la expresión del gran estadista. Y muchos americanos se lo creyeron, a pesar del desastre de Nueva Orleans. El problema es que ahora el New York Times ha sacado a la luz las cifras de la guerra y resulta que EE UU se va a gastar 1,2 billones de dólares (el equivalente al PIB de España en 2008) en Irak. Según los cálculos del mismo periódico, con ese dinero habría sanidad universal para todos los norteamericanos sin cobertura sanitaria, podrían escolarizarse a los niños de 3 años, vacunar a todos los bebés del mundo, invertir 6.000 millones de dólares en la investigación contra el cáncer y desarrollar las recomendaciones de la Comisión del 11/S en materia de seguridad. Y todo a cambio de renunciar a una guerra tan mentirosa y ridícula, como inútil. El NYT no lo dice, pero los gastos derivados del cumplimiento de Kioto son infinitamente menores. Pero eso ¿a quién le importa realmente?
Desde un punto de vista más doméstico hay que decir que la confusión también está llegando al mundo turístico. Los operadores de la cosa acaban de informar de que la gente empieza a desplazarse al norte de Europa, incluso fuera de la temporada estival, gracias al aumento de temperaturas propiciadas por el Cambio Climático. Ciudades como Estocolmo, Copenhague, Oslo y otros países bálticos se han llenado de turistas españoles en Navidad. Y al parecer la cosa va a más. Entonces la cuestión es: si el deshielo polar va a provocar una elevación del nivel del mar en más de medio metro, con un retroceso estimado de las playas en torno a 20 metros, y las olas de calor en el Mediterráneo pueden rozar los 50 grados en las próximas décadas, qué va a pasar con nuestro turismo de sol y playa caracterizado por el clima suave y templado. No se sabe, pero por de pronto existe un riesgo cierto sobre las construcciones de primera línea: sus precios caerán. En Fitur no se ha hablado de esto, pero todos sospechan que en algún momento tendrán que hacerlo.
Aunque ya les aviso desde ahora, a las autoridades políticas esto les importa un bledo: Si las cosas se complican ellos serán los primeros que se sumen a las protestas. El objetivo final es conseguir que el ciudadano de a pie crea que esto del calentamiento global es un castigo divino a la raza humana más bien que un comportamiento irracional impropio de esta. O sea, un apagón mental de tal magnitud que sitúe el problema en el terreno de los curas y de las plegarias, desde donde nunca debió salir. Lo conseguirán, no lo duden.
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