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Reportaje:

Los hombres de Bush, en el banquillo

Los 'fontaneros' de la Casa Blanca se contradicen en el juicio sobre el 'caso Plame'

Antonio Caño

El juicio que cautiva estos días a la clase política estadounidense, el caso por perjurio y obstrucción a la justicia contra Lewis Libby, el antiguo ayudante del vicepresidente Dick Cheney, ha conocido esta semana importantes testimonios que contradicen la versión oficial del acusado y sacan a la luz algunas de las maniobras de la Administración de George W. Bush para justificar la guerra de Irak.

Ayer compareció como testigo de la acusación la entonces periodista de The New York Times Judith Miller para declarar que Libby fue la persona que le reveló el nombre de la agente de la CIA, Valerie Plame. El lunes, un antiguo secretario de Prensa de la Casa Blanca, Ari Fleischer, testificó para afirmar que el ayudante de Cheney le habló de esa misma agente en un momento decisivo en la investigación.

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A la espera de la prevista comparecencia del propio Cheney, el juicio acumula pruebas contra Libby, a quien sus abogados presentaron en la exposición inicial de argumentos como un chivo expiatorio de la Administración.

Aunque ni Libby ni ningún otro funcionario de la Administración están acusados del grave cargo de haber revelado el nombre de un agente secreto, sino del más leve de perjurio, éste es uno de los juicios políticos más relevantes que se han celebrado nunca en esta ciudad, tanto porque sus efectos repercuten directamente en la Casa Blanca, como porque su trasfondo es el de la compleja trama de manipulaciones urdidas para crear motivos para atacar a Irak.

El testimonio de Ari Fleischer es muy esclarecedor al respecto. Fleischer contó que el 7 de julio de 2003, por primera vez desde que ambos trabajaban en la Administración, Libby le invitó a una comida. Después de algunos rodeos, el ayudante de Cheney abordó el tema que quemaba en las manos de los políticos: el artículo publicado un día antes por Joseph Wilson, un antiguo embajador, en el que confesaba que había sido enviado a Níger por la oficina de Cheney y había comprobado que la acusación hecha por Bush de que Sadam Husein había tratado de comprar uranio en África era falsa.

Fleischer contó en el juicio que Libby le dijo en esa comida: "Wilson debe haber sido enviado por su mujer, que es agente de la CIA", y a continuación le mencionó el nombre de soltera de la esposa de Wilson, Valerie Plame. Una semana después de la comida entre Fleischer y Libby, la campaña para desacreditar a Wilson -incluso a costa de sacar a la luz la identidad de un agente de la CIA- estaba ya en marcha y el nombre de Valerie Plame apareció por primera vez en una columna del comentarista conservador Robert Novak.

Es cierto que una investigación posterior no consiguió demostrar la existencia de un plan de la Administración para desacreditar a Wilson, y ni Libby ni la persona que, al parecer, fue la fuente directa de Novak, el antiguo subsecretario de Estado, Richard Armitage, fueron acusados. Pero eso no disipó las sospechas de que el nombre de Valerie Plame había sido trasladado inadecuadamente a los medios de comunicación, y Libby fue procesado por perjurio tras haber negado bajo juramento esa filtración ante un gran jurado.

Tanto la periodista Judith Miller -que, en un principio, fue a la cárcel para proteger a su fuente- como el reportero de Time Magazine Matthew Cooper han revelado que fue Libby quien más contribuyó a sus artículos sobre Wilson, Valerie Plame y el falso uranio de Níger. La defensa de Libby se basa ahora en que el ex funcionario no recuerda haber tenido esas conversaciones.

Aunque este laberinto de nombres protege, en última instancia, a Bush, el juicio puede acabar teniendo una mayor repercusión si la comparecencia de Cheney u otras apuntaran a una responsabilidad directa del presidente o del vicepresidente en una trama que afecta a temas tan cruciales como la manipulación de la prensa, la desprotección de agentes secretos o el recurso a la mentira como arma política.

Lewis Libby entra en la Corte Federal ayer en Washington.
Lewis Libby entra en la Corte Federal ayer en Washington.ASSOCIATED PRESS

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