Millones de iraquíes huyen de la guerra
La violencia provoca el mayor movimiento de población en Oriente Próximo desde la fundación de Israel en 1948
Reda D., su mujer y sus tres hijos llegaron a Ammán el pasado agosto huyendo de la violencia sectaria de Irak. Alquilaron un apartamento y se dispusieron a emprender una nueva vida lejos de las bombas, pero pronto descubrieron que no era fácil. Sus ahorros han empezado a agotarse y sin permiso de residencia no pueden escolarizar a los niños ni acudir a la sanidad pública. El miedo que dejaron atrás en Bagdad ha vuelto a apoderarse de ellos a medida que se acerca el 6 de febrero y vence la prórroga de su visado. Un millón de iraquíes se encuentran en una situación parecida. Jordania no les reconoce como refugiados y la comunidad internacional se ha desentendido de su suerte. El caos en Irak está provocando lo que la ONU considera el mayor desplazamiento de población en Oriente Próximo desde la fundación del Estado de Israel en 1948: 1,7 millones de desplazados internos y 2 millones al exterior.
Ammán empieza a temer lo que la prensa ya ha calificado de "bomba demográfica"
Sentados en el salón de su piso, en un barrio de clase media de Ammán, Reda y su familia desafían el estereotipo del refugiado. Pero su angustia vital es la misma. "No tenemos dinero para pagar el segundo semestre del colegio del mayor, y sin permiso de residencia tampoco le admiten en una escuela pública", declara la mujer, que ya ha descartado escolarizar a la segunda hija, de cuatro años y medio. Con todo, su principal preocupación es Rahma, la benjamina, afectada de parálisis cerebral y con dificultades para andar. "No podemos costear su tratamiento", añade con lágrimas en los ojos.
"Son invisibles", admite una fuente humanitaria. A pesar de que el acento iraquí se oye en todos los barrios de Ammán, no viven en campamentos ni están agrupados en un recinto destartalado. "La mayoría de ellos no se consideran refugiados", señala por su parte el portavoz del Gobierno, Naser Judeh, que reduce su número a "entre 700.000 y 800.000". Jordania, que tras la caída de Sadam Husein se benefició de la llegada de iraquíes acomodados que compraban propiedades e invertían en los negocios, empieza a temer lo que la prensa árabe ya ha calificado de "bomba demográfica".
Y es que a medida que empeora la situación en Irak, aumenta el número de quienes desean salir del país. Según la ONU, mil iraquíes entran cada día en Jordania, lo que hace que algunas ONG dupliquen la cifra oficial de refugiados. Incluso en el mejor de los casos, su número supone una importante carga para un país de 5,6 millones de habitantes (algo así como si España aumentara su censo en ocho millones) que no dispone de las infraestructuras ni recursos necesarios para su propia población.
En el último año han sido la clase media y los profesionales quienes han abandonado Irak. Venden sus propiedades en Bagdad, vienen con sus ahorros y alquilan apartamentos. Pero eso no es suficiente. "La alarma ha sonado ahora porque empiezan a acabárseles sus recursos y necesitan ayuda", señala Robert Breen, el representante en Ammán del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), que apenas tiene registrados a 21.000 iraquíes. Esa agencia, como el resto de la comunidad internacional, apostó inicialmente porque se trataba de un problema temporal y sólo ahora ha empezado a afrontar la realidad: cada vez llega más gente y con menos medios.
"La definición internacional de refugiado no tiene nada que ver con la situación económica. Según la Convención de 1951, un refugiado es quien tiene que abandonar su país por razones de seguridad", precisa Cedric Turlan, portavoz de NCCI, un comité que coordina a un centenar de ONG que trabajan en Irak.
Omar Jassim sabe de primera mano lo que significa eso. El 25 de octubre de 2005, varios hombres cubiertos con pasamontañas dispararon contra su coche y una de las balas le ha dejado la rodilla izquierda sin movimiento. Omar, que no pertenecía a ninguna milicia ni grupo político, atribuye el ataque a su trabajo como contable en una empresa que abastecía a los estadounidenses, ya que otros empleados, incluido su hermano, también fueron víctimas con anterioridad. Apenas recibió el alta, empezó a preparar su salida del país.
Al igual que Reda, Omar pensó en Jordania porque era uno de los pocos países vecinos que mantenía abiertas sus puertas, pero a pesar de lograr una carta de admisión de un hospital público, cuando llegó a la frontera el pasado octubre encontró dificultades a causa de su edad. "Me dejaban entrar a mí, pero no a él", manifiesta su esposa, Satha, mientras muestra el pasaporte con el sello de rechazo tachado. Desde los ataques suicidas de noviembre de 2005 contra varios hoteles de Ammán, las autoridades están restringiendo la entrada de hombres iraquíes de entre 18 y 35 años, poniendo trabas administrativas y mostrándose menos generosas en la renovación de visados.
El Gobierno jordano, que no ha firmado la Convención de 1951 y trata a los iraquíes igual que a cualquier otro extranjero, niega que haya cambiado su política. No obstante, su portavoz, Naser Judeh, admite que a raíz de los atentados se han incrementado las medidas de control.
Umm Mohamed desconfía. Esta mujer de 65 años, toda cubierta de negro, que escapó con sus tres hijas de Ciudad Sáder tras una operación del Ejército estadounidense, hace ya semanas que vive con el temor a que la policía le pida los papeles y la expulse. "La vida aquí es difícil. No nos dan permiso de residencia y por cada día que nos pasamos del visado nos multan con 1,5 dinares (1,65 euros). ¿Cómo voy a pagarlos si apenas saco para los 75 de la renta?", se pregunta frente a los cigarrillos y papeles de papel que vende sentada en el suelo.
"Se ha producido un cambio de actitud", tercia Breen. "Por un lado, la violencia hace que los iraquíes se sientan menos optimistas sobre la posibilidad de regresar pronto a su país. Por otro, las autoridades jordanas recelan del impacto de su presencia, en especial tras los atentados". Judeh niega que exista una preocupación política. Pero más allá del riesgo de contagio de las tensiones sectarias, Jordania teme la integración económica y social de los recién llegados a causa de la experiencia vivida en 1948 y 1967, cuando fue el único país que ofreció la nacionalidad a los palestinos.
Los observadores se muestran comprensivos. Desde el derrocamiento de Sadam, incluso los países tradicionales de acogida han eliminado a Irak de la lista. ACNUR sólo logró recolocar a 125 refugiados iraquíes en 2006. Al Gobierno jordano le gustaría que se celebrara una conferencia internacional para tratar el problema.
Un éxodo por ocho países
Apenas 75.000 iraquíes se han registrado como refugiados con ACNUR, pero esta agencia de la ONU calcula que la violencia ha echado de su casa a uno de cada ocho. Según sus últimas estimaciones, 1,7 millones se hallan desplazados dentro de Irak y 2 millones han buscado seguridad en los países vecinos. Si la violencia continúa, el éxodo puede plantearles problemas. Aparte de Jordania, éstos son los principales receptores y los riesgos que afrontan.- Siria. Es el país donde más iraquíes se han registrado con el ACNUR, 40.000, pero el Gobierno los cifra entre 500.000 y 700.000. Dado que por razones geográficas y de vínculos familiares, el grueso de los refugiados es suní, como la mayoría de los sirios, su presencia puede llegar a plantear un peligro al régimen de Damasco basado en la comunidad chií alauí (el 12% de la población).- Irán. Es el país con más iraquíes, pero la mayoría reside allí desde 1991, cuando Sadam Husein aplastó las revueltas chií y kurda que siguieron a su expulsión de Kuwait. Llegaron a ser dos millones, pero muchos volvieron a partir de 2003. Aunque algunos observadores consideran que los refugiados chiíes dan a Teherán una oportunidad para extender su influencia en Irak, la perspectiva de una nueva oleada de éxodo también puede aumentar las tensiones internas.- Arabia Saudí / Kuwait. La mayor parte de los 100.000 iraquíes que la ONU tiene censados son refugiados de 1991 que no regresaron tras el derrocamiento de Sadam. Aunque desde entonces sus fronteras permanecen cerradas, la continuidad geográfica hace temer que si la guerra civil se intensifica, no puedan frenar el éxodo. En ese caso, el conflicto podría extenderse tanto a las minorías chiíes de ambos países (10% en Arabia Saudí y un tercio de la población kuwaití) como a los extremistas suníes que cuestionan a sus gobernantes.- Emiratos Árabes Unidos. Aquí y, en menor medida, en los otros países árabes ribereños del golfo Pérsico puede haber hasta 200.000 iraquíes.- Egipto. Ha recibido a unos 100.000 iraquíes, aunque de la prensa local han llegado a hablar de un millón.- Líbano. Ha recibido a unos 40.000 iraquíes y, dado su frágil equilibrio comunitario, su confesión puede convertirse en una mecha.
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