Comunismo, policía y expedientes X
En la primavera de 1945, la Alemania nazi se desplomó. El 30 de abril, mientras los tanques rusos entraban en Berlín, Hitler se suicidó y unos días después el general Alfred Jodl, actuando en nombre de un Gobierno alemán inexistente, firmaba la rendición incondicional en el cuartel general de Eisenhower. Sobre las ruinas de la Alemania nazi, dividida por los aliados vencedores en zonas de ocupación, se levantaron dos Estados: la República Federal de Alemania, fundada en mayo de 1949, y la República Democrática Alemana, oficialmente proclamada el 7 de octubre del mismo año.
El Partido Socialista Unificado, dominado por comunistas, dirigió el Estado y controló la sociedad de la República Democrática Alemana durante cuatro décadas. Todo estaba bajo su férreo dominio: las fuerzas armadas, la economía, la cultura y los medios de comunicación. Para ejercer ese poder y mantenerlo, los comunistas alemanes crearon, según el modelo soviético, y como ocurrió también en los restantes Estados comunistas de Europa del Este, la policía política. Conocida por diversas iniciales y abreviaturas, la policía política se convirtió en el núcleo central de los sistemas comunistas.
Famosas por sus métodos de represión y control fueron la Securitate en la Rumania de Ceausescu, la Sigurimi en la Albania de Hoxha, y la Stasi de la República Democrática Alemana, dirigida en sus primeros años, los más duros y represivos, por Wilhelm Zaisser.
El terror como norma
La Stasi clasificaba a los ciudadanos por su origen social, en categorías que iban desde el proletario industrial al campesino, pasando por el intelectual hasta llegar a los "enemigos de clase", la categoría X. El terror fue la norma cotidiana en los primeros años; después, con el paso del tiempo, la Stasi confió más en el "control pasivo", en la red de delatores y en la autovigilancia y conformismo que la población necesitaba para sobrevivir.
Todo se derrumbó en noviembre de 1989, 40 años después, con la caída del muro de Berlín como símbolo. En octubre del año siguiente, Alemania fue reunificada. El terror y la sistemática violación de los derechos humanos por parte de la Stasi, en nombre de la seguridad del Estado, salieron a la luz, así como la corrupción política de algunos de sus principales dirigentes.
Sus archivos se abrieron en 1992 y muchos ciudadanos descubrieron que tenían, sin saberlo, expedientes X y fichas personales. Uno de ellos, el historiador británico Timothy Garton Ash, lo contó en El expediente. Una historia personal (Tusquets, 1999). Historias personales y colectivas, de víctimas y verdugos, muerte y supervivencia, que están de actualidad en la literatura y el cine, y que se recuerdan ahora con agrios debates en todos los países con pasados dictatoriales.
Julián Casanova es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza.
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