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MIRADOR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Contra las cuerdas

El País

La decisión ayer del presidente israelí de cesar temporalmente en sus funciones, ante lo que parece su inminente procesamiento por varios delitos sexuales, anticipa su dimisión del cargo. Moshe Katsav sigue asegurando que es víctima de una conspiración política, pero nadie le cree, a juzgar por el imparable clamor político y popular en favor de su abandono, al que anoche se sumó el propio primer ministro. Tras más de medio año de investigación, el enjuiciamiento del jefe del Estado pende ya exclusivamente de una audiencia preliminar con el fiscal general, en la que Katsav, 61 años, todavía ayer esperaba poder eludir el banquillo.

Nunca antes un presidente de Israel había sido acusado de delitos tan graves -incluyen violación, acoso sexual y obstrucción a la justicia, entre otros-, pero la situación se hace especialmente delicada porque el establishment del país no vive sus mejores momentos: una buena parte de la élite política de Israel, en la que figuran el primer ministro Olmert, el de Finanzas y un ex titular de Justicia, es investigada por supuesta corrupción económica. No es probable que el procesamiento de Katsav, cuyo mandato, básicamente ceremonial, expira en julio de este año, agrave la delicada situación de Olmert. Pero la turbiedad que envuelve a la clase política es un elemento decisivo del progresivo cansancio y la decepción ciudadana que reflejan los sondeos. Los escándalos que implican a personalidades públicas acaban afectando la estabilidad del Gobierno isarelí e incluso a la imagen del país puertas afuera. El caso de Katsav, el más elemental sentido común viene aconsejando desde hace tiempo su dimisión del cargo. Precisamente para salvaguardar la dignidad de

la magistratura que todavía ostenta.

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