¿Comida o combustible?
La apuesta de EE UU por los biocarburantes pone en guardia al mercado alimentario

"El mundo necesita urgentemente un plan para lidiar con la gran batalla que se librará entre los alimentos y los combustibles. Como el mayor productor y exportador de grano del mundo y el mayor fabricante de etanol, EE UU es el país que debe poner el mayor empeño en buscar una solución a un problema que provocará el caos en el mercado mundial de alimentos", dice tajantemente Lester Brown, director del Earth Policy Institute, y reconocido experto en temas medioambientales mundiales.
El precio del grano se ha duplicado en los últimos 12 meses y ya está en un máximo de 10 años
Desde Berlín, poco antes de partir hacia la cumbre de Davos donde espera hablar sobre el tema, Brown cuenta por teléfono que "ningún Gobierno, ni el de Washington ni ningún otro, es consciente de la gravedad de la situación. (...) La crisis de las tortillas en México, que le ha explotado en las manos al Gobierno, puede repetirse mañana mismo en países como Indonesia, Argelia, Nigeria o Egipto, todos países en desarrollo y muy dependientes de las importaciones de granos".
El fuerte incremento del uso del maíz para producir etanol en EE UU está sacudiendo el mercado mundial de granos. El precio del maíz se ha duplicado en el mercado de Chicago en los últimos 12 meses y está ya en un máximo de 10 años. La escalada ha desafiado incluso las leyes de la oferta y la demanda, puesto que los precios subieron a pesar de que la última cosecha estadounidense de maíz ha sido la tercera mayor de la historia.
Estados Unidos puede fácilmente desequilibrar el mercado mundial de alimentos. Sólo la cosecha de maíz estadounidense representa el 40% de todo lo que se recoge en el mundo y el 70% de las exportaciones globales de este producto. Es más, los 55 millones de toneladas de maíz que EE UU vende anualmente es una cuarta parte de todo el cereal que se comercializa mundialmente. Con estos datos, es fácil entender que el país norteamericano puede provocar una crisis alimentaria si destina más maíz a la producción de etanol. El maíz, además de para el consumo humano, también se utiliza para ele engorde intensivo de aves, vacas y cerdos.
"Hay dos razones por las que un país como EE UU estimula el incremento de la producción de biocombustibles, para contaminar menos y, sobre todo, para reducir su dependencia de las importaciones petroleras, especialmente de Oriente Próximo", dice Andrea Athanas, analista de The World Conservation Unit (IUCN), una institución con sede en Suiza que aglutina a 82 países, 111 agencias gubernamentales, 800 ONG y 10.000 científicos dedicados a velar por un uso adecuado y sostenible de los recursos naturales.
En EE UU existen 116 plantas de producción de biocombustible y hay otras 79 en construcción. Mientras el Gobierno sostiene que las refinerías necesitarán 60 millones de toneladas de maíz de la cosecha de 2008, el Earth Policy Institute calcula que requerirán el doble.
"Hay que impedir que se sigan construyendo plantas de etanol. (...) China ya ha olido el problema y ha dejado de dar permisos para que se construyan más refinerías para producir biocarburante con soja", explica Brown. Detrás de EE UU y China, Brasil es el tercer mayor productor de etanol, pero en vez de maíz y soja utiliza caña de azúcar para fabricar el biocombustible. Y, tras una última cosecha récord, la industria brasileña de etanol va viento en popa.
Athanas cree que aún quedan entre cinco o diez años para avanzar en la producción de biocombustibles con materia orgánica no comestible, como las forrajeras. "Como medida inmediata para evitar el colapso del mercado alimentario, lo que EE UU debería hacer es eliminar los subsidios a la producción de maíz. En buena parte el problema de México se deriva de las subvenciones estadounidenses a la agricultura, puesto que es normal que un país reduzca el cultivo de un producto si es más barato importarlo", dice la experta del IUCN.
"Muchos expertos llaman a los biocombustibles el diésel de la deforestación, porque aunque sus emisiones contaminan menos, su alta demanda estimula la ampliación de las superficies cultivables", añade Athanas.
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