Solidaridad intrascendente
Mientras la mayoría de los grandes conflictos políticos del siglo XX tienen ya una gran película bandera que analice desde una perspectiva objetiva alguno de sus principales acontecimientos, el apartheid surafricano aún sigue esperando esa producción que, además de servir de elemento de conocimiento y de denuncia política, emocione al espectador con una narración poderosa plagada de virtudes cinematográficas. Atrapa el fuego, coproducción internacional protagonizada por Tim Robbins, supone el enésimo intento, pero al igual que las tópicas y academicistas Grita libertad (Richard Attenborough, 1987) y Una árida estación blanca (Euzhan Palcy, 1989), además de la nefasta Un país en África (John Boorman, 2004), Atrapa el fuego parece mucho más preocupada por los valores solidarios de la historia que por los puramente cinematográficos, lo que lleva a la película hacia un territorio en el que se pierde emoción y, sobre todo, trascendencia.
ATRAPA EL FUEGO
Dirección: Phillip Noyce. Intérpretes: Tim Robbins, Derek Luke, Bonnie Mbuli, Mncedisi Shabangu. Género: drama. EE UU, Suráfrica, Francia, Reino Unido, 2006. Duración: 101 minutos.
Basada en hechos reales, la historia narra el salto a la acción revolucionaria de un negro que, tras un injustificado linchamiento (perdón por el pleonasmo), decide abandonar su hasta entonces condescendiente sumisión con el poder blanco e intentar la desestabilización del dominio afrikaner. Una situación que desde luego abona la teoría de que la ilegalidad del terrorismo de Estado sólo sirve para encender aún más mechas en el pueblo presuntamente oprimido. Desde la dirección, Phillip Noyce, acostumbrado a películas como Juego de patriotas o El americano impasible, se luce en las escenas de acción, pero poco puede hacer con un rutinario guión que culmina en un apresurado y discursivo desenlace que, en lugar de mostrarse, como debe hacer el cine, prácticamente se cuenta. Al menos los filmes de Attenborough y Palcy estaban realizados en tiempos en los que el apartheid continuaba vigente, con lo que la denuncia incluso podía resultar eficaz.
Babelia
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