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Reportaje:

Pescadores de cables

Millones de asiáticos siguen con problemas con Internet desde que un terremoto dañó el tendido submarino entre Asia y EE UU

El pasado 26 de diciembre, millones de personas se quedaron sin Internet y líneas telefónicas internacionales en Taiwan, China, Hong Kong, Singapur, Japón, Corea del Sur e incluso Australia, cuando los cables de fibra óptica submarinos que unen Asia con Estados Unidos resultaron dañados por un terremoto de intensidad 7,1 en la escala de Richter que sacudió Taiwan, dejando dos muertos en la isla.

El temblor -que se produjo justo el mismo día en que dos años antes un seísmo frente a las costas de Indonesia provocó un maremoto matando a 230.000 personas en la región- puso de manifiesto la vulnerabilidad de lo que muchos creían invulnerable: la Red.

Tres semanas después, los problemas están lejos de haber sido subsanados. A pesar de que las compañías de telecomunicaciones han redirigido el tráfico por otros canales, vía terrestre y por satélite, los cables bajo el mar aún no han sido reparados, y la utilización de Internet -por ejemplo en China-, especialmente al conectarse a algunas webs situadas en el extranjero, es lenta y a veces imposible.

Pero mientras millones de usuarios navegan en Asia en una Red debilitada, seis barcos se esfuerzan en los mares que circundan Taiwan por reconectar los tendidos de fibra óptica. Para ello han tenido que recurrir a los métodos tradicionales, ya que la profundidad del lecho marino -más de 3.300 metros- impide la habitual utilización de robots, que sólo operan hasta 2.000 metros, según explica en su web Global Marine, una de las compañías encargadas de los trabajos.

El método consiste en hacer más o menos lo mismo que se hacía cuando se efectuó el primer tendido internacional submarino entre el Reino Unido y Francia, en 1850. Para arreglar las conexiones seccionadas por el terremoto, los barcos dragan el fondo del mar. Se arrastra una herramienta con ganchos -que incluye una cuchilla y una mordaza-, hasta que un gráfico registra en la nave un incremento de tensión, lo que indica que el útil ha entrado en contacto con el cable, de tan sólo 21 milímetros de diámetro. Cuando crece la tensión y el cable es tirado de un extremo, éste es cortado, apresado y remontado a la superficie.

Una vez en el barco, el extremo es reconstruido, probado y sellado. Después, se ata a una boya en la superficie del agua, y se draga de nuevo el fondo en busca de la otra mitad para realizar el mismo proceso. Luego, las dos partes son unidas, y el cable es devuelto al lecho marino.

La compañía británica Global Marine, que trabaja en esta actividad desde hace 150 años, ha enviado dos navíos al Canal de Bashi y el Estrecho de Luzón, entre Taiwan y Filipinas, mientras que otras empresas han desplazado a otros cuatro. Los buques, de 100 metros de eslora y con una tripulación de 60 personas, trabajan las 24 horas del día cuando las condiciones meteorológicas lo permiten; pero su labor se vio interrumpida la semana pasada por fuertes vientos y olas de 14 metros.

Los dos principales proveedores de Internet en este país -China Telecom y China Netcom- han asegurado que los daños estarían reparados para mediados de mes. Pero el arreglo de un único cable puede llevar entre una semana y 10 días. Y con ocho sistemas de cables separados bajo el agua y 18 averías, los expertos estiman que los trabajos no serán completados hasta finales de febrero.

Además, consideran que el caos de comunicaciones que produjo el incidente pone de relieve la fragilidad de la red de tendidos asiática, y la necesidad de ampliar la capacidad y realizar conexiones con Europa para reducir la dependencia de los enlaces con América del Norte.

Empresas, bancos y mercados bursátiles se vieron afectados por el desastre. Muchos intermediarios financieros no pudieron recibir las órdenes de sus clientes para comprar acciones, y millones de usuarios se vieron devueltos a la era pre-Internet, en un mundo en el que la Red se ha hecho imprescindible para muchas tareas.

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