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Columna
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Bagdad, ciudad fallida

Andrés Ortega

El Bagdad de hoy puede ser el futuro de una gran parte del mundo, independientemente de los orígenes de esta guerra. Al menos así es como lo ve el Pentágono en el horizonte de 2015, el de un planeta repleto de barriadas marginales -ya no habrá sólo Estados sino también ciudades fallidas- en el que las guerras urbanas se generalizarán. No deja de ser nefasta coincidencia que el Mando Conjunto de EE UU haya elegido la capital iraquí como entorno para el ejercicio teórico, aunque implicando a más de un millar de soldados reales y a todas las armas, que ha llevado a cabo este otoño: Urban Resolve 2015. Es la respuesta del Pentágono a un planeta de megafavelas, como bien explica Nick Turse en tomdispach.com. El objetivo de Urban Resolve 2015 es prepararse a lo que ve como las guerras del futuro: en las barriadas superpobladas del mundo. Pues las estadísticas indican que en este 2007 recién empezado por vez primera viven más personas en ciudades que en entornos rurales, y de ellas 1.000 millones en esas barriadas marginalizadas. Esos estrategas miran al desafío militar antes que a soluciones socioeconómicas.

El juego implicaba una coalición de fuerzas liderada por EE UU que debía hacer frente, en un entorno urbano, a un adversario en parte terrorista, preparado y con equipamiento moderno (aunque no tan avanzado como el americano). Era lo que esperaban los americanos en marzo de 2003 cuando invadieron Irak, y que no ocurrió entonces, sino después con más enemigos pues a los suníes y a los extranjeros de Al Qaeda se han sumado milicias chiíes en guerra contra el ocupante y entre todos ellos.

En ese futuro, según la versión oficial, "el espacio de batalla urbano" se vuelve "potencialmente decisivo y virtualmente inevitable". Habrá que entrar en él "a buscar el enemigo donde se encuentre", y el escenario puede ser cualquier centro urbano de Irak a Indonesia, o África (como vemos estos días en Somalia). Eso sí, con todo tipo de nuevas parafernalias, desde sistemas para que los soldados trepen por los muros como Spiderman, a frisbies explosivos, mapas en tres dimensiones, visores de edificios o nanosensores. Corresponde siempre a esa confianza americana en la tecnología que, como se ve, no lo puede todo.

Ese futuro era ya el presente el pasado martes en Bagdad cuando las fuerzas americanas libraron una batalla encarnizada en el centro, en torno a la calle de Haifa, que EE UU aseguró hace dos años haber conquistado a los insurgentes y pacificado. Habitada mayoritariamente por ex funcionarios suníes del sistema baazista de Sadam Husein, se encuentra a un kilómetro de la muy protegida Zona Verde. No parece que el aumento súbito (surge) de más de 20.000 efectivos anunciado por Bush vaya a cambiar la realidad, pero sí son previsibles más batallas bloque a bloque como la de la calle de Haifa, o incluso en el impenetrable suburbio chií de Sadar City.

EE UU ya intentó reforzar la seguridad en Bagdad en otoño. Con más efectivos puede, en el mejor de los casos, permanecer en las manzanas y barrios conquistados o reconquistados en Bagdad, pero ello no significa que el nuevo Ejército y policía iraquíes estén en condiciones en noviembre de tomar en sus manos la seguridad del país. Pues las divisiones sectarias se han trasladado a estos cuerpos. En realidad EE UU y sus aliados pueden estar formando a los que se enfrentarán abiertamente en el futuro, o ya lo están haciendo quitándose el uniforme. Y mientras, EE UU difícilmente podrá mantener un equilibrio entre suníes y chiíes y dejar de ser odiado por todos como el ocupante.

Esta guerra sólo podría resolverse con un acuerdo entre chiíes y suníes, apoyado por los Estados de la región. Una solución política pues no la hay militar. Pero el verdadero Plan B, tras unas limpiezas étnicas que ya están en marcha incluso en barrios de Bagdad, es la caída de Irak en la sima de la división en tres partes, la kurda, la chií y la suní, con algo más que una posibilidad de que esta última acabara siendo arrasada, lo que pone los pelos de punta a saudíes y otros regímenes del Golfo. aortega@elpais.es

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