Bush enviará 21.500 soldados más a Irak para frenar el caos en el país
El presidente de EE UU ha hecho caso omiso a los consejos del Grupo de Estudios de Baker
El presidente de EE UU, George W. Bush, se disponía anoche a anunciar a sus compatriotas que, lejos de reducir sus tropas en Irak, va a enviar 21.500 soldados de refuerzo para acabar con la violencia y así "acelerar el día en que nuestros hombres vuelvan a casa", según extractos del discurso adelantados por la Casa Blanca. En algo más de 20 minutos, Bush tenía previsto exponer su decisión de reactivar la economía iraquí con una ayuda de 1.200 millones de dólares (unos 930 millones de euros). El presidente sólo admitirá un error: no haber tenido más fuerzas de combate durante la guerra.
"No ha habido suficientes tropas iraquíes y estadounidenses para asegurar los barrios que habían sido limpiados de terroristas e insurgentes", diría el presidente. El aumento de tropas elevará la presencia estadounidense en Irak a su nivel más alto y enfrentará a Bush con el nuevo Congreso en manos de los demócratas.
Según una encuesta dada a conocer el martes por el diario USA Today, el 61% de los estadounidenses se opone al envío de más tropas a Bagdad y el 47% consideró que el aumento del número de militares no logrará mejorar la situación en el país árabe.
Bush describiría anoche su plan -combinar esfuerzos para reanimar la economía iraquí, arreglar las estructuras básicas y limpiar los barrios devastados por la guerra- como el programa para "cambiar el rumbo de América en Irak y ayudarnos a triunfar en la guerra contra el terror". La decisión del presidente de aumentar las tropas en Irak llega dos meses después de unas elecciones legislativas ganadas por los demócratas que muchos interpretaron como un mandato otorgado a los políticos de Washington para comenzar la retirada.
Tras casi cuatro años de lucha, más de 400.000 millones de dólares de gasto (a los que hay que añadir ahora 5.600 millones por el envío de refuerzos) y la pérdida de miles de vidas iraquíes y estadounidenses, la Casa Blanca calificó el discurso del presidente como "el comienzo de un debate sobre los muchos problemas que tiene Irak". Un comienzo que hace oídos sordos al informe del Grupo de Estudios sobre Irak, que en diciembre recomendaba el inicio de la retirada de tropas del país árabe durante el primer trimestre de este año. Y un comienzo que hace caso omiso del consejo del mismo grupo, presidido por el ex secretario de Estado republicano James Baker y el ex congresista demócrata Lee Hamilton, de incluir a Siria e Irán en las conversaciones sobre el futuro de Irak. Lo único que Bush va a solicitar de Irán y Siria es que desempeñen "un papel constructivo" en Irak y que no se inmiscuyan en los asuntos internos de ese país, aunque no les propondrá la apertura de un diálogo formal sobre el conflicto iraquí.
Plazo para el control iraquí
En el discurso, uno de los más importantes desde que está en el cargo, el presidente expuso un plan que establecía un plazo hasta noviembre de este año para que los iraquíes asuman el control de la seguridad de las 18 provincias del país. "El compromiso de América no es ilimitado", recogían los extractos. "Si el Gobierno iraquí no cumple sus promesas, perderá el apoyo del pueblo americano y perderá el apoyo del pueblo iraquí", afirmaría el presidente al dirigirse a sus ciudadanos. Aseguraría Bush que el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, le había prometido, en los diversos contactos mantenidos para desarrollar un plan que le ha llevado tres meses de tiempo, que "no habría interferencias políticas o sectarias que intervinieran en el trabajo de las tropas de EE UU".
Pero al dirigirse a la nación, Bush hacía algo más que desplegar su nueva estrategia para Irak. El presidente realizó lo que había evitado desde la invasión del país árabe en marzo de 2003: ordenar a sus más altos cargos militares desempeñar acciones a las que se resisten o consideran inadecuadas, según informaba ayer The Washington Post. En muchas ocasiones, Bush ha manifestado su confianza en dejar que sean los militares los que desarrollen sus planes. "Me adhiero totalmente a la estructura de mando militar", declaró Bush en una entrevista el mes pasado al citado diario. Fuentes del Pentágono declararon al periódico que miembros del Ejército se oponen desde hace tiempo a un incremento de soldados, al igual que se oponía el saliente general del Comando Central, el general John Abizaid, quien hace sólo dos meses dijo que más hombres no era "la solución para Irak".
Pero a medida que la situación no ha hecho más que empeorar en los pasados dos meses, que la seguridad en Irak se ha deteriorado a niveles de pesadilla y que el apoyo a la guerra dentro de EE UU no deja de descender (en diciembre cayó al 27%), Bush ha puesto distancia con sus consejeros militares y con los comandantes en Irak, y el resultado final será el envío de más hombres al teatro de operaciones. La decisión de Bush de mandar más efectivos a Irak marca el primer desencuentro entre la Casa Blanca y elementos clave dentro del Pentágono sobre Irak desde que el general Eric Shinseki discrepara de la Administración en la primavera de 2003 sobre el tamaño de las fuerzas de ocupación que estaban a punto de ser desplegadas. El general dijo entonces que era un número insuficiente para la misión que se avecinaba.
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