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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La estrella de la gente normal

Anthony Trollope (1815-1882) es el escritor victoriano más victoriano de los escritores. Al castellano sólo se ha traducido la que quizá sea su obra maestra, El custodio (Alfaguara, 1987). Con ella inauguraba una serie de seis novelas situada en el imaginario condado de Barsetshire donde, por cierto, transcurre el último relato de esta colección. Conviene recordar que estrictos contemporáneos suyos son Dickens, Thackeray, George Eliot y Wilkie Collins y todos juntos forman la flor y nata de la caballería literaria inglesa del siglo XIX.

Trollope es un preciso retratista de la sociedad de su tiempo, pero lo es específicamente de una parte de ella: del conjunto de la gente corriente. Lo cierto es que, si bien ha creado algún personaje memorable (el reverendo Harding, por ejemplo, dentro del ciclo de novelas de ambiente eclesiástico de provincias, las Barchester series), por lo general sus personajes son gentes del común, nada heroicas ni destacadas por otra cosa que no sean sus pequeños problemas cotidianos. Sin embargo, la mirada recta e inteligente del autor, cargada de nobleza y buen sentido, no deja de mostrar las cosas como son; o como eran.

NOVIAZGO Y MATRIMONIO

Anthony Trollope

Traducción de Marta Salís

Alba. Barcelona, 2006

402 páginas. 21 euros

Trollope era funcionario deCorreos y el inventor de esos buzones rojos de forma cilíndrica característicos de Londres. Y escribe como un funcionario adicto a las convenciones de la época. Así acepta el mundo y así lo aceptan sus lectores. ¿Cuáles son, entonces, sus atractivos?, se preguntará un lector actual. El primero de ellos es su fantástica habilidad -más propia de un artesano que de un artista, sin duda- de hacer interesante a la gente normal y corriente. Lo que cuenta es semejante a una tranquila y vistosa superficie moral sobre la que, al arrojar una pequeña piedra, las ondas expanden un movimiento tan recogido como fascinante. Y los relatos que componen Noviazgo y matrimonio, que pertenecen al reino de la normalidad, las convenciones, los modales y las costumbres y relaciones sociales referidas a los asuntos que el título anticipa responden a esa imagen. La primera paradoja es que cada uno transcurre en una parte del mundo (Panamá, Albany y Boston en Estados Unidos, los Pirineos franceses, Berlín, Nueva Zelanda e Inglaterra) y, sin embargo, los sencillos conflictos no difieren de los de la gente del condado de Barset. Lo siguiente a destacar es la maestría de exposición y su conocimiento del comportamiento humano, que le lleva a crear intrigas que asombran por la sustancia que es capaz de extraer de ellas y la tensión -una tensión paciente, casi imperceptible- con que las va conduciendo y que al lector actual lo mantendrán en vilo por sí mismas y por el asombro que le produzca verse tan atento a tan sencillas historias.

Son relatos de un tiempo en el que el concepto de eternidad aún regía las cosas de este mundo, contados por un narrador omnisciente de esos que se manifiestan por medio de frases como "voy a contar una historia que aconteció..." o "amable lector...", que descubre con su percepción de lo humano un mundo en apariencia poco agraciado. Y en todos los relatos aparecen caracteres femeninos realmente atractivos: jóvenes sujetas a una moral estricta y a un comportamiento complejo y severo que, sin embargo, son valerosas, decididas y luchadoras y pelean dentro de sus límites para merecer su estatura de personajes novelescos.

El titulado Catherine Carmi-chael es quizá el mejor, construido con una eficiencia pasmosa y rematado por un final admirable en el que se conjuran la estructura de la historia, la pericia de la escritura y la expresión de un carácter. En otros, como El viaje a Panamá, asistimos a un estudio de relación marcada por la fugacidad y el destino. En dos de ellos La 'mére' Bauche y Las dos heroínas de Plumplington, utiliza con verdadera gracia el leitmotiv de los símbolos: las gafas verdes y la pata de palo en el primero y la imagen de un atizador en el segundo; éste, por cierto, es una deliciosa e inteligente comedia de conspiración femenina y sapiencia clerical combinadas. ¿Y el cuento que trata de dilucidar si era o no Ophelia Gledd una dama?

Un artesano, sí, pero qué artesano, qué formidable dominio de la trama, qué mirada más honesta, lúcida y precisa, en la que prima la rectitud sobre las convenciones de una época tan remilgada en los comportamientos como salvaje en el tejido económico e industrial. Este volumen de cuentos seleccionados y bien traducidos por Marta Salís es una perfecta introducción a un escritor cuyo estilo es carecer de él del mismo modo que sus personajes carecen de importancia. Ésa es la paradójica grandeza de un autor irresistible del gran momento del XIX inglés.

El novelista británico Anthony Trollope.
El novelista británico Anthony Trollope.RISCHGITZ/GETTY IMAGES

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