El 'show' de la horca
Las imágenes de la muerte en la horca del dictador Sadam Husein, que han podido verse en mayor o menor extensión y detalles en las televisiones de todo el mundo, son éticamente perversas, estéticamente repulsivas y políticamente nefastas. La versión oficial sobre su origen asegura que uno de los verdugos grabó clandestinamente las imágenes más duras en un teléfono móvil. Las autoridades sólo mostraron la fase de preparación del reo en el cadalso y su cadáver. Pero todas han sido ampliamente difundidas.
Durante la emisión de las imágenes en la televisión iraquí se oyó a un coro infantil cantar: "Éste es el día del castigo al tirano, es un nuevo día para el Irak". El elemento de venganza está tan presente en las imágenes oficiales como en las peores que muestran a Sadam en el instante de la muerte o ya cadáver.
Fuera del ámbito de quienes ansiaban su muerte tanto como la han celebrado, prevalece la opinión de que la ejecución de Sadam no sólo nada resuelve, sino que impide conocer la verdad sobre otros de sus crímenes. Lo que sí es evidente es que la morbosa publicidad de las imágenes ya ha agravado las tensiones sectarias. Y que el Gobierno iraquí y la principal fuerza ocupante, EE UU, no han cumplido con su deber de preservar la dignidad del reo al permitir, aunque fuera por dejación, que el triste espectáculo se difundiera y alimente los peores instintos de adversarios y partidarios del déspota ejecutado. Que en la región se recurra con terrible frecuencia a la crueldad medieval no exime a autoridades, nacionales y extranjeras, del deber de evitarla donde puedan. Allí podían. El retransmitido show de la horca destroza así los visos garantistas que se le quisieron dar al juicio y sólo augura más sangre.
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