"Los valses no son música ligera"
Pronto supo disfrutar Zubin Mehta (Bombay, India, 1936) del movimiento elegante y sugerente de los valses y las polcas. Cuenta el maestro indio que cuando estudiaba de joven en Viena, una de sus aficiones era precisamente escuchar estos bailes de mano de los mejores directores que recalaban en la Filarmónica de la ciudad, una de las orquestas más imponentes y con más personalidad del mundo. Sin duda, con apenas 20 años, este director que venía del Lejano Oriente hasta las mecas musicales de Occidente para marcar el sano eclecticismo que empezaría a aportar su generación -con nombres como Lorin Maazel, Daniel Barenboim o Claudio Abbado en su misma hornada- soñaba en los gallineros poder saltar algún día a ese podio de la primera división y dirigir conciertos en el Musikverein de la capital austriaca.
"Los músicos asiáticos ya están aquí con un nuevo impulso y con una particular energía"
"En la orquesta de Valencia estamos especialmente contentos con los españoles"
No tardó mucho en hacerlo. Con 25 años ya agarró la batuta por primera vez al frente de la Filarmónica vienesa y desde entonces no ha dejado de dirigir a esta orquesta que se autogestiona sin responsables titulares como uno de sus intérpretes más queridos. Fue en 1961 y desde entonces, Mehta ha dirigido el Concierto de Año Nuevo tres veces. Mañana será la cuarta ocasión en que felicite el año a los más de 100 países que lo escuchan por la televisión y a los pocos elegidos que lo disfrutan en directo a precios entre 20 y 680 euros, si han conseguido entrada oficial, o a 3.000 si la han comprado en la reventa.
Por teléfono, desde Israel, donde Mehta ha recalado antes de comenzar los ensayos en Viena, el que hoy es también corresponsable del Palau de les Arts de Valencia, cuenta lo que sonará mañana en el Musikverein austriaco. Un programa muy centrado en uno de los troncos más fructíferos de la música occidental: la familia Strauss.
Pregunta. ¿Cómo logró un músico nacido en India una conexión tan profunda con el vals?
Respuesta. Crecí como músico en Viena. Para mí el vals, la polca no son nada extraños. Tengo una afinidad que me une muy íntimamente a ellos. De joven iba a los ensayos de los conciertos de Año Nuevo y la música de los Strauss me cautivó desde entonces.
P. ¿En qué lugar cree que queda este tipo de música dentro de la historia? ¿Dónde la enmarcaría?
R. Es puro clasicismo, a la altura de Mozart o Bruckner, pero no es música ligera, ni meramente jovial. Tampoco es una tragedia, pero uno debe interpretarla con seriedad y con una visión optimista y positiva.
P. ¿Con qué nos sorprenderá mañana?
R. Habrá algunas novedades. Una polca de Josef Strauss, otra de Eduard Strauss, el más joven del clan, muy rápida, muy enérgica que se titula Sin freno y un homenaje a Josef Hellmesberger, cuyo centenario se celebra ahora.
P. ¿Qué diferencias cree que son cruciales entre los miembros del clan Strauss?
R. Eduard fue un joven olvidado. Llegó a quemar algunas de sus piezas. Johann es el más filosófico de todos y el más cosmopolita, el más viajado y el que disfrutó con mayor gusto de la fama. Josef, en cambio, era más reservado e introvertido, mucho más íntimo y para mí el más delicado de todos. De él interpretaremos seis piezas algo oscuras, incluso fantasmales, como Flattergeister y otras como Moulinet.
P. Desde 1961 usted colabora con la Filarmónica de Viena, ¿cómo ha visto evolucionar a esta orquesta? ¿Soporta bien su carácter de mito musical?
R. Por supuesto, es una de las mejores orquestas del mundo que va creciendo y ampliando su repertorio. Desde que yo comencé hasta ahora ha evolucionado mucho sin perder su carácter eminentemente clásico e interpretan con la misma calidad a los Strauss que a Shostakovich o a Debussy.
P. La orquesta de la que Lorin Maazel y usted son responsables en Valencia, sin embargo, es todo lo contrario. Una formación joven, recién nacida.
R. Valencia será grande, los músicos son jóvenes y tienen un potencial maravilloso. Cuando Maazel, que tuvo la última palabra siempre, y yo fuimos pensando en la orquesta, quisimos elegir a la formación ideal para tocar El anillo del Nibelungo, de Wagner, porque si puedes hacer eso cuando eres joven, después vas a poder con todo. Queremos que lo hagan además con su propia personalidad. De la selección que se ha hecho estoy especialmente contento con los españoles. No están dentro por el hecho de serlo, sino porque son músicos de gran altura internacional.
P. Aun así, con calidad, resulta duro acercar hoy al público a los teatros.
R. La competencia diaria es durísima, la televisión, el fútbol. Seremos muy imaginativos.
P. Y los accidentes. ¿Qué cree que ha supuesto la caída del escenario del Don Giovanni para la imagen del teatro?
R. Ningún problema que no ocurra en otros teatros. ¿Por qué es usted tan negativo?
P. Siempre pueden darle la vuelta a la tortilla y presentar como un éxito que pese a los problemas técnicos, las representaciones no se suspenden, ¿o no?
R. Por supuesto, eso es lo que ha ocurrido. Y le diré algo más: El Palau de les Arts de Valencia es lo más importante que le ha ocurrido a la música en Europa en los últimos tiempos.
P. ¿Qué ha hecho esta semana pasada por Israel?
R. Hemos celebrado el 70º aniversario de la Orquesta Filarmónica de Israel y han acudido intérpretes como Daniel Barenboim, Valery Gergiev, Evgeny Kissin o Gustavo Dudamel, que es maravilloso.
P. Es curioso, un joven llegado de Venezuela y que sea todo un talento. Si tenemos en cuenta eso y que los mejores pianistas jóvenes vienen de China, Japón y Corea, ¿hay crisis de vocaciones en Europa?
R. El caso de Dudamel es excepcional. A él lo descubrió Abreu, que es un cazatalentos y que tiene una fundación para formar jóvenes marginales a través de la música en su país. El caso de los intérpretes que llegan del Lejano Oriente es diferente. Ahí los padres juegan un papel muy importante en la formación de los hijos, algo que se está perdiendo en Europa y en Estados Unidos. Ocurría lo mismo en Israel hace años. Los padres de los niños músicos hacían lo posible para que desarrollaran su talento, por eso hubo una generación excepcional de músicos salidos de ese país.
P. ¿Se están quedando atrás las escuelas clásicas en Europa? ¿Han perdido su personalidad?
R. Creo que conservan sus rasgos. La escuela rusa de piano o la de violín vienesa siguen siendo importantes y especiales. Fíjese que el 80% de los violines de la Filarmónica de Viena provienen de ahí. Pero es cierto que los asiáticos ya están aquí con un nuevo impulso y con una particular energía. Son capaces de captar la música de todas partes. Mire Lang Lang, el pianista chino, lo mismo hace bien a Beethoven que a Bela Bartok o a Rachmaninov, es un fenómeno. La gente como él representa toda una revolución.
Babelia
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