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Detenido en Nápoles el contacto italiano del ex espía Litvinenko

La policía le acusa de tráfico de armas y revelación de secretos

Enric González

Mario Scaramella, abogado italiano que se reunió con el ex espía ruso Alexander Litvinenko el día en que éste cayó enfermo por envenenamiento de polonio 210, fue detenido el domingo en Nápoles. Scaramella acababa de aterrizar procedente de Londres cuando agentes de la Digos (División de Investigaciones Generales y Operaciones Especiales) le detuvieron. Está acusado de tráfico de armas y revelación de información privilegiada.

Scaramella almorzó con Litvinenko en un restaurante japonés de Londres el 1 de noviembre. Poco después, el ex agente del KGB empezó a notar los síntomas de un envenenamiento por ingestión de polonio 210, un material radiactivo que acabó causándole la muerte. El abogado italiano también dio señales de radiactividad y fue ingresado en un centro hospitalario, pero su exposición al polonio fue muy inferior a la sufrida por Litvinenko y le dieron de alta poco después.

Cuando se produjo el misterioso homicidio de Litvinenko, del que Scaramella se declaró totalmente ajeno, el italiano era investigado por varios delitos. La carrera profesional de Scaramella, de 46 años, cuenta con abundantes episodios oscuros. Nadie ha podido comprobar que sea, como afirma, licenciado en Derecho. Tampoco se tiene certeza de que sea, como sostiene, un experto en espionaje internacional.

El presunto tráfico de armas por el que fue detenido el domingo constituye un episodio revelador sobre sus actividades: según las fiscalías de Roma y Bolonia, Scaramella organizó una operación de contrabando de materiales radiactivos y la denunció después, atribuyéndola a otros, ante la policía italiana, con el fin de acreditarse como especialista en contraespionaje y como experto en grupos terroristas.

Los submarinos rusos

Scaramella empezó a hacerse popular cuando aseguró que, en 1970, un submarino soviético había depositado 20 minas nucleares en el golfo de Nápoles. De las minas no se supo más, pero en 2002 creó una sociedad llamada Programa de Prevención de Crímenes Ambientales (de la que no se conoce sede ni actividad) y empezó a frecuentar los medios de comunicación.

Su salto a la fama se produjo en 2002. Silvio Berlusconi, recién retornado a la presidencia del Gobierno con una amplia mayoría, creó una comisión parlamentaria (la Comisión Mitrojin) para investigar los contactos mantenidos durante la guerra fría entre el KGB soviético y la clase política italiana. El presidente de la comisión, el senador de Forza Italia Paolo Guzzanti, contrató a Scaramella como asesor, y el supuesto abogado satisfizo todas las expectativas de Berlusconi y Guzzanti: una y otra vez insistió, sin aportar pruebas, en que Romano Prodi había sido el hombre de Moscú en Italia. La comisión contrató a otros personajes pintorescos para implicar también a Prodi en una presunta malversación de fondos públicos, cometida durante la compra de Telekom Serbia por Telecom Italia.

Todas las acusaciones surgidas de la cita comisión se demostraron falsas, en la mayoría de los casos, o incomprobables. Una conversación telefónica privada entre Guzzanti y Scaramella, grabada por orden judicial, confirmó que entre ambos existía un acuerdo para implicar a Prodi, como fuera, en operaciones ilegales.

[Por otra parte, Scotland Yard ha informado de que la detención en Italia de Mario Scaramella no forma parte de su investigación de la muerte de Alexander Litvinenko. Fuentes policiales británicas insistieron en que el arresto de Scaramella incumbe a las autoridades italianas, incluso si la detención guardara algún vínculo con la muerte de Litvinenko, conocido por sus críticas contra el presidente ruso, Vladmir Putin, informa la agencia Efe. Según la agencia de noticias italiana ANSA, Scaramella es investigado por tráfico de armas, revelación de información privilegiada y calumnia agravada por atribuir a un ciudadano ruso la organización de atentados en Italia].

Mario Scaramella, en una fotografía tomada este año en Nápoles.
Mario Scaramella, en una fotografía tomada este año en Nápoles.AP

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