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APUNTES

Manual para hacer un parque científico

Los enviados a 17 universidades del mundo dan las claves para gestionar los nuevos espacios

Ignacio Zafra

Los parques científicos valencianos, los espacios de encuentro entre el mundo académico y el económico, se hallan todavía, salvo algunas excepciones, en fase embrionaria. Pero a pesar de los retrasos y de las imaginativas formas de financiación que se han tenido que elegir por las dificultades económicas de la Generalitat, la partida ha comenzado. En Burjassot-Paterna funcionan desde hace tiempo los institutos de investigación de la Universitat de València, que serán el corazón de su parque. Y al final del campus de Vera se levanta ya el de la Universidad Politécnica, que empezará a construir en unos meses la tercera y última fase.

El objetivo de los parques es conseguir un retorno del conocimiento que generan las universidades, y servir de plataforma a un nuevo tipo de empresas de base tecnológica en una época de crisis industrial. Su éxito debería implicar un aumento de la riqueza del territorio con un modelo distinto al del ladrillo.

Una empresa se dedica a cribar 200 propuestas de los investigadores al año en Manchester
El éxito exige implicar al sector privado, entidades financieras y de capital riesgo

Para que un parque científico funcione es imprescindible contar con infraestructuras -cuya construcción está en marcha-, con investigación de calidad -la cual, según los indicadores, no escasea- y con el compromiso de las empresas -que está por demostrar-. Luego es necesario saberlo gestionar.

La consejería de Empresa, Universidad y Ciencia envió en septiembre a 20 personas con perfil universitario y con experiencia en el sector privado a 17 parques científicos europeos y de Estados Unidos. ¿La razón? Aplicar la táctica de copiar de aquellos que lo han hecho antes que tú, y les ha salido bien. Todos volvieron el lunes desde Austin, Cambridge o Twente y fueron encerrados en una habitación para recoger la información antes de que vuelvan a marcharse al extranjero. Este periódico ha hablado con cinco de estos oteadores, uno por cada universidad, llamados becarios Noemi (acrónimo del programa Nuevas Oportunidades Empresariales Mediante la Investigación). Entre todos forman algo parecido a un manual para hacer un parque científico. A continuación, se describen algunas de esas instrucciones.

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- Fuerte inversión inicial

Los principios de un parque científico no son fáciles, dice Olga Francés, de 25 años, ingeniera Química y noemi de la Universidad de Alicante en la Universidad de Gante (Bélgica). Francés destaca la importancia de que las Administraciones realicen una fuerte inversión inicial y de lograr implicar al sector privado. El parque científico de Gante tiene entre otros socios al Fortis Bank, y en él se instalaron pronto compañías como Bayern y Texaco. Más al norte, el parque científico de la universidad holandesa de Twente cuenta con la colaboración de las entidades financieras, ABN Amro y Rabobank. A medio plazo, los parques requieren la financiación de sociedades de capital riesgo.

- Producción de empresas

Una de las misiones del parque es generar empresas de base tecnológica, gran parte de las cuales nacen a partir de la idea o de la línea de trabajo desarrollada por un grupo universitario de investigación, lo que se llama una spin off. Mónica Arroyo, de 31 años, licenciada en Administración y Dirección de Empresas, se ha dedicado a estudiar el caso de Twente, cuyo parque se fundó en 1974 y ha generado unas 540 empresas "con una tasa de supervivencia y de crecimiento muy altas".

Arroyo, enviada por la Universidad Politécnica de Valencia, señala las fases que sigue el modelo holandés: "La primera es el fomento de una cultura emprendedora. La segunda, el apoyo específico a los emprendedores que están en proceso de crear su empresa: buscar ideas de negocio innovadoras, dentro y fuera de los grupos de investigación; crear un plan de empresa y saber enfrentarse al mundo empresarial. Otra, cubre la constitución. Un periodo de un año en el que ya se ha plasmado la idea y necesitan redes de contactos comerciales; incubación y financiación. Y luego, no olvidar el apoyo a las empresas una vez que se han creado. Necesitan desarrollarse; hacer proyectos de I+D y unas redes diferentes a las comerciales, que son las redes tecnológicas".

Recorrer ese proceso, continúa Arroyo, requiere "una red de colaboración": "Gestores de los parques y de las universidades; programas de creación de empresa; oficinas de transferencia tecnológica, departamentos, centros de investigación e incluso las facultades". Y fuera de las universidades: "Las asociaciones empresariales, que tienen mucho que decir en esto, institutos tecnológicos, entidades de capital riesgo, financieras... No estamos solos en el mundo a la hora de la creación de empresas y lo que tenemos que hacer es fomentar una red".

- Escoger las ideas

La Universidad de Manchester fundó una empresa autónoma dedicada específicamente a cribar "las 200 ideas" que los investigadores de su parque científico presentan cada año. El científico "lo presenta en la oficina y allí durante ocho semanas se hace un estudio previo para ver si la idea tiene alguna posibilidad. Si no existe en el mercado y consideran que es interesante, comienzan a trabajar en el proyecto. Lo primero es patentarlo para protegerlo. Después se continúa desarrollando la idea, y, dependiendo del tipo de resultado, aplicabilidad y actitud del investigador, se opta bien por licenciar la patente o bien por crear una spin off", explica Vicent Clemente, enviado por la Universitat de València.

- Entorno económico

En el destino de un parque influye su entorno económico. Y Juan Antonio Bertolín, de la Jaume I, ha descubierto que la realidad de las tierras escocesas no es muy distinto al de las valencianas. En ambas tienen mucha importancia las pequeñas y medianas empresas, las pymes. Algunos de los siete parques que forman el llamado "triángulo de la ciencia de Edimburgo", alojan a este tipo de mercantiles que, apoyándose en la investigación que mana del centro universitario, consiguen ser rentables en campos como el desarrollo de "tecnología para el tratamiento del cáncer" o las vacunas para animales.

- Hablar el mismo idioma

Santiago Miralles, que ha estado en San Francisco, en las oficinas de transferencia de tecnología de la Universidad de California por la Universidad Miguel Hernández de Elche, ha vuelto convencido de que la clave consiste en crear una "cultura de colaboración entre todos los agentes". Conseguir que, a pesar de las diferencias, investigadores y empresarios, hablen el mismo idioma.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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