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Tribuna:EL NUEVO CICLO POLÍTICO CATALÁN
Tribuna
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Tripartito 'exprés', ¿y ahora qué?

El autor argumenta que Convergència i Unió debe implicarse más en la política española y defiende una eventual entrada de los nacionalistas catalanes en el Gobierno central pese al apoyo del PSOE al Ejecutivo de Montilla.

Siempre afirmé que las pasadas elecciones al Parlamento catalán iban a ser muy decisivas para Cataluña, pero también para España. Más allá de las pasiones a favor o en contra del tripartito, me atrevo a afirmar que sus tres primeros años de Gobierno no fueron buenos para Cataluña, pero tampoco para España. Precisamente por estar convencido de que esto es así, consideraba muy importante lo que la ciudadanía de Cataluña decidiera en las urnas. Las elecciones pasaron ya y Convergència i Unió las ganó. Y esas mismas elecciones ganadas por CiU fueron perdidas por los socialistas.

Se dirá que lo importante no es ganar sino gobernar. Se añadirá, además, que en un sistema parlamentario un Gobierno nacido de acuerdos que le procuren mayoría tiene toda la legitimidad. Es decir, que una suma de perdedores en las urnas, orillando al ganador en éstas, puede transformarse, legítimamente, en una suma que engendre un Gobierno ganador. Unos ganan en las urnas y otros lo hacen en el Parlamento. Nada que objetar. Esas son las reglas de juego.

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Más allá, no obstante, de su legitimidad, una mutación de este género debería, como mínimo, provocar una seria reflexión. Antes y después de producirse. Es obvio que antes no la hubo. La calificación que, en sectores del PSOE, se le da al nuevo Gobierno de Cataluña como "Tripartito exprés", habla por sí sola. No se tuvo en cuenta que la lista más votada, con mayor número de escaños, fuese la de CiU, contraponiendo así esta actitud a la que mantuvo Rodríguez Zapatero, cuando afirmó que sólo gobernaría en el caso de ser, la suya, la lista más votada. Ahora, al menos, ya sabemos que el PSOE acepta que se configuren Gobiernos (sin haber prevenido de ello a los electores) cuyo eje principal no lo constituya la fuerza con más escaños. Habrá que tomar buena nota de ello de cara al futuro.

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Y refiriéndome al PSOE, observo que, tampoco después de la constitución del nuevo Gobierno tripartito en Cataluña, ha habido reflexión alguna en sus órganos de dirección. Más allá de lo que sus dirigentes digan en privado, lo cierto es que su Comité Federal saldó su última sesión sin ninguna voz crítica, ni tan siquiera un solo canto a la reflexión sobre la reedición del tripartito.

Pero lo cierto es que han sido, y son, IU-ICV y ERC quienes sustentan al Gobierno de Rodríguez Zapatero, desde el debate de investidura hasta los últimos Presupuestos Generales del Estado, todavía en trámite parlamentario.

Parecía que las elecciones catalanas podían cambiar el signo de los apoyos parlamentarios del Gobierno de Rodríguez Zapatero. Se decía que si CiU ganaba las elecciones y gobernaba en Cataluña, podría dar un mayor apoyo permanente al Gobierno socialista e, incluso, se apuntaba la idea, que nunca negamos, de que Convergència i Unió estaría dispuesta a participar en el Gobierno de España. Si se hubiese producido ese nuevo escenario, éste habría tenido efectos positivos para muchos. No para el PP, claro está. Ni tampoco para ERC o para IU.

Pero, como lo que pudo ser no ha sido, no se trata de recrearnos ahora en las "utopías regresivas" de las que estos días ha hablado el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso. Todos deberíamos reflexionar sobre lo sucedido y procurar no encontrarnos de nuevo con soluciones que no han servido en el pasado. De momento, una cosa sí queda bien clara: hace seis meses pocos podían pensar que Mariano Rajoy y el PP podrían ganar las próximas elecciones. Hoy eso es posible. La derivada política de las alianzas de Gobierno en Cataluña actúa en su favor. El PP es el gran beneficiado del nuevo tripartito catalán.

¿Son sólo el PSC y el PSOE los que deben reflexionar? Por supuesto que no. CiU debe también resituarse en el nuevo escenario. De entrada, hemos hecho bien en remontar nuestro desengaño. Habría sido nefasto para nuestros intereses empeñarnos en lamer diariamente nuestras heridas o en hacer de plañideras por la reedición del tripartito. Tampoco sería realista, a mi juicio, encarar el futuro sin reflexionar sobre lo sucedido. Algo habrá, por supuesto, que no hayamos hecho bien del todo. Incluso, ¿por qué no?, algo habremos hecho mal. Sin la pretensión de buscar responsables, y mucho menos de satisfacer a nuestros adversarios, CiU tiene que darle una vuelta al pasado. Aunque sólo sea para no repetir posibles errores en el futuro.

El primero de noviembre conseguimos ganar -y ganar bien-. Pero no logramos sumar los suficientes votos y escaños para evitar la suma de los grupos que integran la nueva edición del tripartito. ¿Por qué CiU no sumó más? ¿O por qué la suma de los demás era tan segura? Son cuestiones para la reflexión. Se ha hablado mucho de nuestra campaña ¿Pudo influir en nuestro propio resultado? Tendremos que pensarlo. Estos días, en México, me quedé con una expresión que consideré idónea para alguna de estas reflexiones: "Nadar de muertito". Como diciendo que, cuando las cosas te van bien, procura chapotear lo menos posible. Nadar sí, pero de muertito.

Pero, como lo que más me interesa es el futuro, a eso voy. En Cataluña, CiU estará en la oposición y, al margen de cómo ha llegado a ella, de hecho, en sí no es ningún drama. Forma parte de la grandeza de la democracia. No sabemos por cuánto tiempo estaremos en ella y no conviene confiar en que éste será necesariamente breve. Desde luego, el nuevo tripartito es distinto del anterior. No está Maragall y está Montilla, y eso marca diferencias en todos los sentidos. Pero ERC e ICV siguen allí donde estaban. ¿Han aprendido la lección, sobre todo ERC, de lo que realmente significa gobernar? Motivos para las turbulencias no van a faltar.

Por otra parte, conviene no olvidar aquello que también ha facilitado la existencia misma del tripartito: excluir de la acción de gobierno todos aquellos ámbitos, que aun siendo importantes, imprescindibles en algunos casos, provoquen confrontación entre ellos. Así de claro, mejor no tomar decisiones en ciertos ámbitos, que resucitar el elefantismo que demostraron ERC e ICV en sus visitas a las cristalerías del Gobierno. Antes que nada, se trata de salvar la cristalería, aunque permanezca en la vitrina. Lo de menos es que el Gobierno sea eficaz, lo importante es que dure. Cuidado, pues. Tan erróneo puede ser pensar que se acabó el alboroto gubernamental en Cataluña, como excederse en la confianza sobre la pronta caducidad de su Gobierno.

Convergència i Unió deberá ejercer su función parlamentaria de control del Gobierno, desde el primero hasta el último de sus diputados. El presidente Montilla tiene una cierta alergia al Parlamento. Pero habrá que forzarle a que lo afronte y Artur Mas es quien mejor podrá hacerlo. Su liderazgo en el Parlamento catalán como dirigente del mayor grupo parlamentario le va a permitir ejercer tal función. Sólo él debe, puede y lo hará con éxito. Es el único, por otra parte, que tiene la aceptación para ello de los dos partidos que integran Convergència i Unió. Sólo él y nadie más que él.

Convergència i Unió tiene un proyecto de Gobierno, un modelo de sociedad y así debe visualizarlo, sin esperar errores o aciertos del tripartito. Podemos y debemos demostrar a este "tripartito exprés" que nuestro catalanismo no es un simple caparazón que da cobertura a la defensa de la realidad cultural, lingüística... nacional de Cataluña. Nuestro proyecto puede y debe formularse desde un catalanismo humanista y social que no tiene por qué tener complejo alguno ante un tripartito otorgante de licencias de progresismo. El tripartito ha representado y representa un modelo de sociedad "frívolamente progre". En cambio, CiU tiene en su haber los mimbres sobre los que se ha edificado el progreso económico, social y nacional de Cataluña en los últimos veinte años. Y también, en buena medida, del progreso político, económico y social de España, en el interior y en el exterior

Es cierto, en otro orden de factores, que CiU no debe abandonar su voluntad de abanderar el catalanismo. Y lo es también que la hipoteca que paga ERC por estar, en las condiciones que está, en el Gobierno tripartito deja más espacio electoral a Convergència i Unió. Es decir, no podemos renunciar a acoger a sus defraudados electores. Pero nunca a base de dejar de ser lo que somos. CiU debe hacer de lo que sabe hacer: de CiU. Por tanto, debe pensar en esa porción de electores huérfanos de referente político que ERC ha dejado, pero sin olvidar a los que le votan por ser lo que es, ni a los que, en la última y en anteriores elecciones, no nos votaron por entender que no éramos ya exactamente lo que habíamos sido.

No creo que en muchos años pueda haber en Catalunya otra vez mayorías absolutas. Y no está de más no olvidar que el asentamiento de las mayorías del presidente Pujol, si bien se deben a sus cualidades excepcionales, coinciden con la desaparición de UCD y al saldo positivo que en Cataluña dejó para CiU la operación reformista de Miquel Roca.

Quiero decir, con ello, que CiU tiene otro frente de futuro que no puede descuidar. Me refiero al de su presencia en la política española. Forma parte de nuestros activos: CiU como fuerza política útil para Cataluña en la política española, pero útil también para el conjunto español. ¿Puede hoy colaborar CiU con el PSOE tras la actitud de los socialistas catalanes y la bendición de los acuerdos con ERC e ICV por parte de su Comité Federal? Puede y debe, siempre y cuando la colaboración lleve a pactos concretos, con frutos también precisos para el modelo de Estado y de sociedad que debe defender Convergència i Unió. Sería una solemne barbaridad que nos atrincheráramos tras la tácita o expresa (me da igual) responsabilidad que el PSOE tiene en lo acontecido en Cataluña. Nuestra obligación es defender nuestros compromisos electorales y ello pasa por el diálogo y, si es posible, por el acuerdo con quien gobierna. ¿O alguien conoce una alternativa mejor?

Pero, no solamente no debemos automarginarnos, sino que debemos perseguir el objetivo de participar claramente en el Gobierno de España. CiU ya no puede imponerse como reto de futuro simplemente ser decisiva en la política española, influir en el Gobierno de España. Debe, cuando sea posible, formar parte de él. No sé cuando será viable, pero sí creo sinceramente que, el día que eso llegue, Catalunya y España saldrán beneficiados. Ahora mismo, Convergència i Unió es la fuerza más seria, centrada, central y centrista de cuantas campan en la política española, con los arrestos necesarios para defender los intereses de Cataluña cuando haga falta, pero con la vocación propia del catalanismo político de participar desde el Gobierno en la transformación de España.

Insisto: no sé cuando llegará esta posibilidad, ni si llegará. Pero pienso trabajar para que llegue (aún a expensas de que siga diciéndose que es para mi beneficio personal, como ridículamente se tiende a simplificar). Simplemente por estar convencido, como he dicho antes, de que será bueno para todos. Para Catalunya y para España.

Josep Antoni Duran Lleida, secretario general de CiU y presidente del Comité de Gobierno de Unió Democràtica de Catalunya.

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