Círculos infernales
El conflicto entre israelíes y palestinos se adentra en un laberinto de círculos infernales, incluida una creciente guerra civil entre las propias facciones palestinas, cuya peor escalada fue el asesinato el pasado lunes de tres niños, hijos de un miembro de los servicios de información de Al Fatah. Así no es posible seguir, ni para Israel, ni para los palestinos. Es hora de que la comunidad internacional salga de su sopor y actúe con decisión para cortar esta espiral de violencia y de odio.
El último episodio se vivió ayer cuando Israel cerró el paso de Rafah entre Egipto y Gaza para impedir la entrada del primer ministro palestino de Hamás, Ismail Haniya, que regresaba de Irán con las maletas llenas de dinero, como han hecho muchos otros antes que él. Puede ser que, como mantiene Israel, una parte de ese dinero estuviera destinado a actividades terroristas de Hamás y otra a enfrentarse con las milicias de Al Fatah y del presidente palestino Abu Mazen. Pero también era para pagar a decenas de miles de funcionarios ahogados por el cerco contra el Gobierno de Hamás. La negociación pretendía obtener el libre paso para Haniya, pero sólo después de que entregara el dinero a los egipcios para su posterior reenvío a la Autoridad Palestina bajo control presidencial.
Anteriormente se había producido un asalto de pistoleros de Hamás al puesto de control de Rafah, en principio bajo supervisión europea. Los de Hamás han aprendido a movilizar a su gente en apoyo de acciones concretas, o para proteger a algún blanco de un asesinato selectivo por parte de Israel, como respuesta a esta estrategia que los israelíes inauguraron tras la Intifada de 2000.
Ayer mismo se conoció una sentencia del Tribunal Supremo israelí sobre estas acciones militares. El alto tribunal no da luz verde absoluta a este tipo de acciones, pero tampoco las ilegaliza. En realidad, deja abierta esta posibilidad de una especie de pena de muerte preventiva bajo ciertas condiciones, que se entiende que son en defensa propia. El mismo tribunal ilegalizó en su día la tortura presentada con el eufemismo de "presión física moderada". La sentencia insiste en que en ningún caso deben ir dirigidas contra civiles inocentes, algo a subrayar puesto que han muerto al menos 129 de ellos como consecuencia de los 339 asesinados por estos métodos.
En este conflicto la violencia engendra violencia, y el castigo alimenta la espiral del odio. Quizás el muro de separación y algunos de estos asesinatos han servido para frenar ataques suicidas. Pero la realidad de fondo y a largo plazo es que Israel no ha ganado seguridad.
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