Obstinación de sobrevivir
Ya lo afirmó Imre Kertész: "El campo de concentración es sólo imaginable como literatura, no como realidad". Y, a pesar de que la "literatura del Holocausto" actualmente cuenta con un amplio público, los hechos nos llevan a los límites del lenguaje. Esto vale para el escritor, para el lector y también para el crítico. ¿Cómo hablar de un libro como Una mujer en Birkenau? Especialmente cuando Seweryna Szmaglewska, deportada en 1942 por pertenecer a la resistencia polaca, ha prescindido al máximo de una construcción literaria, como la que emplean Kertész, Jorge Semprún o Tadeusz Borowski. No personaliza su propia experiencia: expresa cómo el lager borra toda individualidad, adentrándose en las diversas existencias de las personas con quienes coincidió, en las formas imaginables de sobrevivir y morir en el infierno del campo de mujeres Auschwitz-Birkenau. Y esta falta de asidero de identificación, esta impersonal descripción de las más tremendas circunstancias a lo largo de 400 densas páginas, deja literalmente sin palabra.
UNA MUJER EN BIRKENAU
Seweryna Szmaglewska
Traducción de Katarzyna Olszewska Sonnenberg
Alba. Barcelona, 2006
405 páginas. 26 euros
Una mujer en Birkenau es un clásico de la "literatura del Holocausto", traducido en su momento a veinte lenguas; por razones inexplicables, ignorado en España hasta ahora. Esto resulta aún más incomprensible, tratándose del primer testimonio de un superviviente del campo de exterminio. El libro fue publicado en otoño de 1945 y enseguida se convirtió en referente documental para la persecución de criminales nazis; las declaraciones de Szmaglewska en los juicios de Núremberg fueron esenciales para el conocimiento de la organización del campo de concentración. Su proximidad a los hechos hace de él un documento único, lo mismo que su acopio de información, su punto de vista colectivo y los inesperados brotes de lirismo en la mirada de la autora sobre lo que la rodea. "Entre los barracones y más allá, hasta la misma alambrada, se ven huellas de pisadas en la blancura de la nieve. La sombra del atardecer las llena de un color azulado. Un silencio inalterado ha descendido hoy desde las montañas, desde los campos vacíos y desde las cercanas praderas, se ha apoderado de los barracones y ha liberado las emociones humanas. [
...] En el silencio de la tarde de Nochebuena las montañas interpretan su nevada melodía".
De esta manera recuerda Szmaglewska uno de tantos recuentos, y sólo al margen expresa el suplicio de la interminable espera al aire libre, con los cuerpos entumecidos por el frío. Esta decisión de reproducir no sólo la realidad material del lager -a la que Szmaglewska se atiene con rigor-, sino de recoger puntualmente efusiones emocionales, de adornar con metáforas la omnipresente miseria, conlleva el riesgo del ablandamiento, pero ilustra a la perfección la realidad psicológica de las prisioneras, a la vez que la esperanza de libertad, lo que la autora llama su "obstinación de sobrevivir".
Esta asombrosa capacidad de percibir belleza en la antesala de la muerte tal vez sea el distintivo más llamativo de Una mujer en Birkenau, aunque no constituya su mayor logro. Éste estriba en la cronología de la vida en el campo que la autora reconstruye minuciosamente desde su ingreso, en el otoño de 1942, hasta su fuga durante el traslado a otro campo, tras la evacuación ante el avance del Ejército ruso en febrero de 1945. Con un estilo sobrio y eficacia narrativa recrea el día a día de las prisioneras en el barracón o en la enfermería, durante el despiojamiento o el reparto de comida. Las lúcidas observaciones de Szmaglewska tratan de penetrar incluso en la mente de los torturadores de las SS: "Es probable que irrumpan en los barracones sólo para dar miedo a la gente y que gracias a escenas así y a sus propias carcajadas consigan olvidar por un momento ese espanto terrorífico que los acompaña siempre, de día y de noche". Si el libro se lee con dificultad e intermitentemente, es porque los hechos, definitivamente, superan nuestra comprensión.
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