Una manzana jugosa

La inmensa mayoría de turistas que recorren el paseo de Gràcia para admirar las singulares fachadas que componen la Manzana de la Discordia acaban rindiéndose tarde o temprano ante las redondeadas formas de la Casa Batlló, de Antoni Gaudí, que reúne cada día a centenares de turistas ante su fachada. La obra del arquitecto catalán, junto a la Casa Lleó Morera y la Casa Amatller, es uno de los principales atractivos de la ciudad y los comercios que a lo largo de los años se han ido instalando a su alrededor reconocen que la vecindad con los edificios modernistas les confiere una distinción a la que es difícil poner precio, además de un aumento en sus ventas. Las joyerías Cartier y Bagués o la boutique Loewe son solamente algunas de ellas.

El Instituto del Paisaje Urbano edita desde junio del año pasado la guía Ruta del Modernismo de Barcelona, un volumen que descubre al turista las múltiples huellas que este movimiento artístico dejó en la ciudad y en los municipios que hay a su alrededor. En sus 250 páginas hay reseñados 115 monumentos y se proponen diversos itinerarios con la intención de descentralizar el interés del visitante, que habitualmente se concentra frente a la Sagrada Familia o la Casa Batlló. "La manzana modernista del paseo de Gràcia es uno de los puntos más atractivos de la ruta. Gaudí es el autor que más nos interesa", comentan Manuela y Maurizio, una pareja italiana que ha preparado su propio recorrido y que esta semana ha visitado la Casa Batlló.

En los últimos años, desde que las compañías aéreas de bajo coste cuentan con Girona y Barcelona entre sus destinos, también es habitual encontrar en la céntrica avenida muchos grupos de estudiantes europeos que visitan la ciudad en viaje escolar. "Nuestras opciones son siempre París, Praga o Barcelona, que nos parece muy viva y ordenada. Además, ofrece actividades útiles para nuestros alumnos, que actualmente están estudiando Historia del Arte", cuenta la profesora de una veintena de chicos napolitanos que el viernes hacían cola en el paseo de Gràcia.

No todo aquel que visita la obra de Gaudí, Puig i Cadafalch y Domènech i Montaner acaba comprando en los comercios que ocupan los locales de la manzana, pero los responsables de los mismos reconocen que esta ubicación les da una mayor distinción y les permite aumentar sus ventas, ya que el ir y venir de paseantes es constante. Por otro lado, las principales firmas de la moda internacional se han instalado en la avenida y eso repercute positivamente en el crecimiento de cada negocio. Una de las tiendas con más tradición es Bagués, que desde 1950 está situada en los bajos de la Casa Amatller. Su vínculo con el modernismo es doble, ya que Bagués ha recuperado una colección de joyas del orfebre Lluís Masriera, una de las figuras de dicho movimiento artístico.

Loewe, en los bajos de la Casa Lleó Morera desde 1943, es una de las pioneras. "Cuando abrimos la tienda solamente había bancos a nuestro alrededor y el paseo de Gràcia no era ni mucho menos una avenida comercial para el paseante. En la década de 1970 comenzó la expansión de la firma por Japón y pronto los turistas orientales hacían cola ante la tienda para adquirir nuestros productos. Con el paso del tiempo, fueron llegando otras tiendas que querían beneficiarse de esa concentración de compradores potenciales que se acercaban a la manzana para ver la obra de Gaudí y comprar en Loewe", explica la directora de la tienda, Mayu López de María. La firma española de moda y complementos es una de las que más nota el impacto del turismo. Actualmente, su cliente estrella es el turista chino, que ya conoce el producto porque la marca tiene tres tiendas en el país asiático.

La perfumería Regia es otro de los comercios beneficiados. Abrió sus puertas en 1958 y es ya la locomotora económica de la cadena, que tiene nueve tiendas más en la ciudad. "El interés de las grandes marcas ha crecido mucho en los últimos años y ha habido quien nos ha puesto un cheque en blanco encima de la mesa para que vendamos el local, pero no tenemos intención de marchar", asegura el nieto del fundador y director de la tienda, Francesc Plana Giralt. Conscientes de cuál es "la mejor calle comercial en Barcelona y centro neurálgico del lujo", los responsables de Cartier decidieron trasladarse de la Diagonal al número 35 del paseo de Gràcia hace 10 años, según explica el director adjunto de la joyería, Carlos Pi, y ahora acaban de reformar el local. Durante el tiempo en que ha estado cerrado han utilizado la planta noble de la casa Lleó Morera -en los últimos años en manos del Grupo Planeta y en la que actualmente el grupo Núñez y Navarro ha puesto en alquiler oficinas-, como showroom para sus sofisticados clientes.

Por el restaurante Tenorio, dos números más arriba, pasan en un día laborable cerca de 500 comensales. Algunos de ellos, tienen la comida programada dentro de una excursión organizada por un operador turístico y tras visitar la Casa Batlló pasan por el restaurante.