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Reportaje:

Mi Negra y el 'chavecito'

Una tarjeta de crédito mensual para los pobres y un muñeco articulado y populista, ganchos electorales en Venezuela

Juan Jesús Aznárez

La negra Gladys Ascanio, de 32 años, es madre soltera de seis hijos y tiene la cara de pueblo que necesitaba el candidato opositor, Manuel Rosales, para competir en populismo con Hugo Chávez, su adversario en las elecciones presidenciales del próximo domingo. "Pagar con mi negra es pan comido", anima Gladys, administrativa, en la cuña propagandística de la tarjeta bancaria Mi Negra, concebida por la gente de Rosales para restar votos al oficialismo.

La tarjeta permitiría a los 2,5 millones de nacionales más pobres sacar gratis de los cajeros entre 230 y 400 euros mensuales. "¡Atrévete a votar por Manuel / democracia segura tendrás / y tendremos a un presidente que nuestro petróleo nos regalará!", canta Gladys, con música bailable de fondo. "¡Con mi negra, el dinero lo controlo yo", remata la propagandista más conocida de una oposición que no levanta cabeza desde las elecciones generales del año 1998.

Chávez ganó en 1998 con el barril de petróleo a siete dólares; hoy está a 54
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Un país dividido

El petróleo determina la vida y la democracia venezolana desde que los pozos del Orinoco comenzaran a bombear crudo a principios del siglo XX. El petróleo pervirtió la política, corrompió a generaciones de funcionarios y empresarios, e inoculó en la mayoría de los 27 millones de venezolanos -el 30% de ascendencia africana-, la errónea creencia de que los recursos del subsuelo son todavía suficientes para garantizar su bienestar. Las votaciones del domingo coinciden con unos ingresos petroleros sin apenas precedentes.

Chávez ganó las generales del año 1998 con el barril a siete dólares, y este lunes se vendía a 54 dólares. El auge financió el paternalismo de Estado de siempre y la batería de programas sociales desarrollados por Chávez, que explican sus sucesivas victorias en las urnas.

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El gasto público, que beneficia fundamentalmente a los sectores populares, la base electoral del chavismo, equivale a cerca del 40% del PIB, el doble del año 1999. Seguirá siendo fuerte en tanto no se derrumben los precios del crudo, que alcanzaron su pico en julio: 78,4 dólares el barril. Los ingresos brutos del monopolio Petróleos de Venezuela (PVDSA) alcanzarán este año los 100.000 millones de dólares (76.000 millones de euros), y los beneficios e impuestos pagados al Gobierno llegarán a una cifra récord, según los cálculos del economista Francisco Mieres, del CADTM (Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo).

Al mismo tiempo, la reducción de la entrega de divisas al Banco Central de Venezuela (BCV), permitió al Ejecutivo acumular un fondo de 15.000 millones de dólares: 4.200 millones fueron utilizados para amortizar la deuda exterior, que bajó a 26.300 millones de dólares, y los otros 10.000 se dedicaron a proyectos sociales y productivos. El superávit de la balanza de pagos posibilitó la acumulación de más de 37.000 millones de dólares de reservas, sin precedentes.

Pero la negra Ascanio votará por la oposición. No cree que la prometida tarjeta bancaria sea populista, porque del total del dinero regalado, el 30% lo es para comida, "ya que hay hogares donde los niños se acuestan sin comer. El otro 70%, para mejorar la vida de los ciudadanos, porque hay muchos hogares donde existe hacinamiento y eso genera problemas a las familias". El economista Alexander Guerrero, en la oposición, subraya que no se trata de populismo "sino de decirle a la gente pobre: 'yo te voy a dar el dinero más fácil, sin los condicionamientos políticos que te pone el chavismo para incluirte en sus programas sociales".

"La situación es engañosa", agrega, "porque la economía se nutre de las regalías petroleras: hay comercio y consumo, pero no se crea riqueza. Es como un padre que le da la paga a su hijo. Cuando la acaba a final de mes, no le queda nada". Los analistas más escépticos subrayan que, en el fondo, este domingo compiten dos adversarios sin estrategias para solucionar los problemas estructurales de una pobreza que sigue afectando a millones de nacionales. Las estadísticas sobre la pobreza varían: los datos oficiales la citan a la baja, a la tesis de la oposición. Es la Venezuela polarizada y aparentemente irreconciliable.

Mientras tanto, miles de transeúntes, más pobres que ricos, ocupan a diario las calles del centro de Caracas y de Sabana Grande, cuyas aceras ocupan legiones de buhoneros: los comerciantes informales, masivamente aliados del Gobierno. Venden de todo: pilas, discos pirateados, ropa china, y mercancía de dudosa procedencia. Los chavecitos, que valen entre 10 y 20 euros, se agotaron.

Se trata de muñecos de 60 centímetros de estatura fabricados a semejanza del jefe de Gobierno con los rasgos morenos del presidente y ropas al uso bolivariano: uniformes militares, camisas y boinas rojas. Tienen los brazos y las piernas articuladas y son capaces de pronunciar párrafos de los discursos de Chávez. "Convoco a mi pueblo, al pueblo bolivariano, a todos ustedes, a trabajar sin descanso", repite el muñeco. Si se le insta a ello, canta el himno nacional: "Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó...".

La oposición ve un yugo en el Gobierno de Chávez, que el bolivariano Pedro Solano, de 40 años, bendice a diario desde su puesto de agitador social en el barrio 23 de Enero, donde es difícil encontrar a alguien que admita votar por Rosales. Tocado con la gorra colorada del chavismo, seguro del triunfo del ex teniente coronel de paracaidistas, Solano sueña con un mundo sin clases, y sin propiedad privada. No teme el impacto de Mi Negra en el ánimo del electorado: "El pueblo ya no se deja manipular".

No está tan segura la oposición, que ayer repartía masivamente las tarjetas en un barrio de Caracas. La activará si gana Rosales.

Los <i>chavecitos</i>, muñecos que representan al presidente venezolano, se han agotado en los puestos callejeros de Caracas, donde se venden a 20 euros
Los chavecitos, muñecos que representan al presidente venezolano, se han agotado en los puestos callejeros de Caracas, donde se venden a 20 eurosEFE

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