El Gobierno holandés promueve la prohibición del 'burka' en público
La ministra de Inmigración, Rita Verdonk, alega razones de seguridad
El Gobierno holandés apoyó ayer una propuesta de la ministra de Inmigración, la liberal Rita Verdonk, para prohibir el uso del burka en lugares públicos. La decisión, tomada a cuatro días de las elecciones legislativas, tiene un claro carácter político, pero también simbólico. Apenas unas decenas de mujeres llevan la mencionada prenda que cubre todo el cuerpo, incluida la cara, en un país de 16 millones de habitantes con un 5% de población musulmana. Tampoco podrán llevarse en calles, trenes, colegios, autobuses o tribunales los cascos de moto con visera de cristales oscuros y que tapen la barbilla, ni los pasamontañas que dificulten la visión del rostro del usuario.
Conocida por la firmeza con que aplica las medidas de integración de las minorías, Verdonk llevaba un año intentando darle legitimidad jurídica a su deseo de prohibir el burka, una propuesta que cuenta con el apoyo del Parlamento. Después de encargarle a un equipo de expertos formado por un imán, un estudioso del islam y un jurista que evaluaran la situación, ha hallado la respuesta en la seguridad nacional.
Según ella, no se trata de impedir la libertad de culto expresada a través de la vestimenta. "Lo que considero inaceptable son las ropas que oculten la cara en lugares públicos, por razones de protección de la ciudadanía", afirmó. Con estas palabras, trataba de contener las críticas vertidas de inmediato por la principal asociación musulmana de Holanda. El denominado Grupo de Contacto entre el Gobierno y la Comunidad Musulmana calificó el plan de "exagerado ante un problema marginal".
Triunfo personal
La decisión sobre el burka, anunciada tras el Consejo de Ministros, supone un triunfo personal de Verdonk, que hace sólo unos días pidió la supresión de la Comisión para la Igualdad de Trato por entorpecer la integración. En este caso, no se trataba de la vestimenta sino de darse las manos en un contexto social. Una maestra musulmana había demandado al colegio laico donde impartía clases en Utrecht por apartarla de las clases al negarse a estrechar la mano de sus colegas masculinos. Cuando la Comisión falló a su favor aduciendo que hay otras formas de mostrar respeto mutuo en el trabajo sin vulnerar las creencias, la ministra calificó al organismo de inútil.
Sus palabras tal vez tuvieran un acento más hosco de lo esperado en un servidor público, pero es que ella misma vio rechazada su mano el pasado año por un imán. Cuando el religioso le dijo que su fe le impedía tocar a una mujer que no fuera de su familia, ella le respondió que era una convención social propia de una sociedad cívica.
Se da la circunstancia de que el alcalde de Amsterdam, Job Cohen, una de las figuras más prominentes de la socialdemocracia en la oposición en Holanda, abordó también ayer el uso del burka en la capital. En un encuentro con la prensa extranjera, señaló que no lo consideraba apropiado en el ámbito público. "Creo además que si una portadora no consigue un empleo por negarse a quitárselo mientras trabaja, tampoco puede pretender luego que le otorguen un subsidio de desempleo". Para él, la integración de los musulmanes debe involucrar tanto a las autoridades como a los representantes de dicha comunidad, en especial a la vista de las cifras sobre posible radicalización de los jóvenes.
Un informe recién elaborado a instancias del Consistorio señala que unos 1.500 jóvenes (Amsterdam tiene 740.000 habitantes) podrían acabar inclinándose hacia el integrismo religioso "al no sentirse aceptados ni en lo social ni en lo político". Según el alcalde, desde el asesinato del cineasta Theo van Gogh en 2004 por un joven radical holandés de origen marroquí, "la atmósfera de antagonismo entre comunidades ha mejorado, pero sigue siendo algo frágil". De ahí que promueva la creación de un Instituto Árabe en la capital, que fomente el debate sobre el islam.
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