"La gente no comprende mi entrega al teatro"
A los actores de Hollywood les atrae Londres por el prestigio que conlleva interpretar un papel en su competitiva escena teatral. Kevin Spacey siguió la tradición en 1986 con Largo viaje hacia la noche, de Eugene O'Neill, y la apuntaló 12 años después con otra obra del Nobel de Literatura, Aquí está el vendedor de hielo, en una producción del Almeida. Dio entonces un vuelco en su carrera y, distanciándose de sus colegas estadounidenses, fijó su residencia en la capital británica. Se hizo con las riendas del Old Vic, un teatro de gran solera en acusada decadencia, e inauguró su primera temporada, estrenándose además en la dirección teatral en 2004. No ha sido un trayecto cómodo. La crítica británica desaprueba constantemente la gestión de Spacey como director artístico aunque aplaude su talento en el escenario. En su camerino del Old Vic, antes de entrar en escena en otra tragedia de O'Neill, Una luna para el bastardo, el actor explica su visión para devolver el brillo a un teatro celebrado por Dickens y antaño morada de Laurence Olivier, Gielgud, Michael Redgrave y Peggy Ashcroft, entre otros notables profesionales.
"De O'Neill me fascina su comprensión de la naturaleza humana y cómo describe personajes sin juzgarlos"
"Afirmar que una compañía está abocado al fracaso o pedir mi dimisión es el colmo de la ignorancia"
Pregunta. ¿Es O'Neill su dramaturgo favorito?
Respuesta. Sin duda. Me fascina su comprensión de la naturaleza humana y cómo describe personajes sin juzgarlos. Los presenta, con todos sus fallos, y deja que la audiencia emita su propio juicio de valor. Incluso cuando escribe sobre su hermano, como sucede en Una luna para el bastardo, lo cual es doloroso para él. Considero sus tres últimas obras -Largo viaje..., El vendedor de hielo y Una luna...- las mejores y más honestas de su trayectoria. Ha dejado ya de experimentar y de enmascarar sus influencias. Escribe sobre el ser humano con honestidad y con todas sus contradicciones. La audiencia se reconoce en sus personajes.
P. ¿Qué exige de un actor?
R. O'Neill escribe desde el corazón. Exige todo y el actor todo debe entregar. Jim, mi personaje, lleva 25 años bebiendo, y debo proyectar su experiencia, pensamientos, sentimientos y el efecto que el alcohol puede ocasionar a una persona en el transcurso de una noche sin que los aspectos físicos de dicho efecto hagan perder el hilo de la historia. Es un ejercicio físico y muy emocional.
P. El cine actual ha olvidado a O'Neill.
R. Les asusta producir filmes de su obra. Es oscuro y profundo, y el cine no piensa así hoy en día.
P. ¿Por eso concentra ahora su carrera en el teatro?
R. La gente quiere verte en el mismo papel en que te descubrió. No le gusta que cambies ni que aceptes nuevos retos. Pero hay que atender al corazón y apechugar con las consecuencias. En 1999, cuando mis 10 años enfocados en el cine marchaban fantásticamente, me pregunté: "¿Voy a pasar otros 10 años de filme en filme, intercalando ocasionalmente una obra de teatro?". No, ahora quiero hacer teatro y ocasionalmente cine. El teatro es mi prioridad y a la agenda del teatro debe acoplarse el cine.
P. Asumió una mayor responsabilidad, tomando la dirección del Old Vic. ¿Quiso probarse a sí mismo?
R. Ya no me interesa mi carrera personal. Me interesa crear algo más grande y duradero: asentar los cimientos de una compañía teatral. No se entiende porque la gente me asocia al glamour y al dinero del cine, no entiende mi entrega al teatro. Se olvidan de que trabajé 15 años como actor de teatro antes de ponerme delante de una cámara. Para muchos, el teatro es un peldaño hacia el cine. Para mí, no. Es una forma de expresión tan significativa como el cine y, además, mucho más satisfactoria.
P. ¿Cómo encaja las hirientes críticas de los medios británicos a su gestión del Old Vic?
R. Típico de la prensa británica, nada personal. Sienten un extraño placer en fastidiar a los demás en vez de celebrar lo que se intenta construir. No es cordial, ni cálido, ni comprensivo. Lo mismo hicieron con Olivier, Beckett, Peter Hall, Trevor Nunn, Richard Hare... así que me veo en un club muy exclusivo. Me preocuparía si el público dejara de venir al teatro, si las ventas anticipadas flojearan, lo cual no ha sucedido. Nuestra fortuna la determina el público, no la crítica.
P. Al menos le reconocen como el "británico adoptado".
R. Sí, y lo aprecio porque siento que yo he adoptado este país. Me encanta venir cada día a trabajar. También reconozco que vivimos en un mundo donde se exige que todo sea instantáneo. Me he comprometido 10 años con el Old Vic -me quedan ocho- y tener una visión a tal plazo suaviza la comezón de las primeras valoraciones. Pero afirmar que una compañía teatral está abocada al fracaso o pedir mi dimisión porque no les agrada mi repertorio es el colmo de la arrogancia. A la prensa le frustra no influir en la opinión pública. Está perdiendo influencia porque la gente decide ahora en base a los blogs y otros canales de Internet. La gente está harta de la negatividad de los periódicos.
P. ¿Qué identidad persigue para el Old Vic, dada la tremenda competencia en el teatro londinense?
R. No pienso en términos de competir salvo con nosotros mismos. Busco la calidad de un teatro de actores porque ahí es donde surgen las grandes interpretaciones. Quiero respetar su tradición como teatro glamouroso y convertirlo también en un espacio para toda la comunidad. Tenemos en marcha un programa educativo, con jóvenes de 16 a 25 años, para desarrollar nuevos talentos. Pero somos muy nuevos y necesitamos tiempo para descubrir nuestra identidad. Dentro de un par de temporadas podremos ver en qué dirección vamos. El objetivo es que, cuando yo ceda la batuta, el Old Vic funcione como un teatro del siglo XXI, con su propia compañía y producciones.
P. ¿Cómo recuerda sus conciertos de Beyond the sea, filme actualmente en cartelera en España?
R. Disfruté mucho. En el teatro, el actor no entabla una relación directa con la audiencia. Hay un cuarto muro. En un concierto, miras a los ojos de la gente, te gritan y tú les contestas. Fue una experiencia increíblemente liberadora. Me encanta la música de Bobby Darin y tener la oportunidad de interpretar en vivo sus canciones fue pura delicia.
P. ¿Descubrió su alma crooner?
R. ¿De cantante? Me considero un cantante a tiempo parcial. Me han ofrecido grabar discos, pero me pregunto: "¿Por qué?". El mundo de la música me echaría en cara que no me siento suficientemente contento siendo actor. Me parece, además, de mal gusto hacerlo, a no ser que lo dejara todo para dedicarme a la música. Sólo canto en público en el contexto correcto.
P. En EE UU hizo campaña por Clinton. ¿Apoya a los laboristas británicos?
R. Soy muy cauteloso en las cuestiones en las que me involucro públicamente. No me meto en política británica, salvo en temas locales del entorno del Old Vic. Me aprovecharía de mi posición como artista si ayudara a un candidato en un distrito donde yo no voto.
P. ¿La actualidad política le influye al elegir un filme o apostar por una producción teatral?
R. Hay un viejo refrán que dice: "La buena política hace un mal teatro". Mi motivación no se orienta a la búsqueda de trabajos que traten ciertas cuestiones, pero si leo un guión que explora un tema de actualidad o que, por ejemplo, habla de la guerra en un contexto inusual o muestra la faceta humana de un conflicto, desde luego despierta mi interés. También creo que lo último que necesita la gente son sermones.
P. ¿Cómo ve la situación en su país?
R. Los americanos comienzan a despertar a las mentiras y la falsedad de una Administración corrupta. El miedo ha sido la principal herramienta política de la presente Administración. Ha recurrido al temor como no lo habíamos visto desde los juicios de McCarthy, en la década de 1950. Nunca había visto utilizar el miedo para paralizar a la gente, aplacarla, hacerla sentir tal pánico que está dispuesta a aceptar políticas que van en contra de los valores americanos. Pero están despertando y tal vez todo cambiará.
DEL TEATRO AL CINE Y VUELTA AL TEATRO
-Kevin Spacey (Nueva Jersey, 1959) debutó profesionalmente en el Festival Shakespeare de Nueva York, en 1981, como mensajero en Enrique IV y tuvo su primer golpe de suerte cuando ese mismo año Al Pacino se retiró del montaje de National anthems, de Dennys McIntire. Spacey repuso y actuó en la misma obra en su segunda temporada al frente del Old Vic y después de dirigir, en la sesión inaugural, en 2004, Cloaca, de Maria Goos.
-Además de dos oscars por Sospechosos habituales y American Beauty, arrasó con LA Confidential al año siguiente de dirigir, en 1996, su ópera prima Albino Alligator.
Con Beyond the sea (2005), su segunda realización para el cine, brinda un homenaje a su ídolo el cantante Bobby Darin.
-Esta temporada protagoniza Una luna para el bastardo tras su rotundo éxito en Ricardo II, con producción de Trevor Nunn. Bajo su dirección, el Old Vic ha montado también The Philadelphia Story, de Philip Barry, The soldier's tale, de Stravinski, y el fallido montaje de Robert Altman de Resurrection Blues, de Arthur Miller. Spacey retornará al estrado de su teatro en 2008.
Babelia
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