El negocio de las reclamaciones
La espectacular proliferación de demandas de restituciones de obras supuestamente incautadas por el regimen nazi pone en el mercado del arte un interrogante incomodo en un tema con una fuerte carga ética: ¿hay quienes están aprovechando la vergüenza de los expolios para hacer negocio puro y duro?
Lograr una restitución es normalmente una verdadera odisea burocratico-jurídica. Demostrar la propiedad de obras expoliadas hace seis o siete decadas es muy complejo. Y la oposición de los dueños actuales suele ser fuerte.
Detrás de cada reclamación, exitosa o no, se esconde por tanto, siempre, un equipo de profesionales que trabaja durante meses, o años, en los casos. Historiadores del arte, abogados, detectives, traductores...
Está claro que el florecer de las reclamaciones tiene una relación bastante directa con el florecer de profesionales de la reclamación. Algunos, como la Comisión Europea por el Arte Robado por los nazis, ayudan sin ánimo de lucro. Otros, pidiendo porcentajes de hasta el 50% del valor de la obra una vez devuelta.
Las dificultades en obtener las restituciones también significan que las reclamaciones exitosas están apoyadas por derechos violados muy evidentes. Quién las logra efectivamente fue dueño y fue despojado.
Evelien Campfens por ejemplo, secretaria de la Comisión de Restitución holandesa que tramita actualmente la devolución de unas 4.200 obras, explica que el estudio de cada petición dura meses.
Pero hay otro interrogante que insinúan profesionales del sector: ¿cómo juzgar a los herederos que reciben una maravilla de una publica institución, para subastarla enseguida y venderla a lo mejor a coleccionistas privados que no van a permitir el acceso al público? Tienen evidentemente derecho en hacerlo, pero: ¿qué valor asignar a ese comportamiento?
Los cazatesoros profesionales señalan que a veces la decisión se impone: cuando, por ejemplo, la obra es una y los herederos muchos. No van a faltar ocasiones para pensar en el tema, vista la gran cantidad de reclamaciones en trámite en medio mundo.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.