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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Apagón transeuropeo

Diez millones de europeos y norteafricanos se quedaron sin luz el sábado pasado por la noche, durante casi una hora. La empresa responsable de este gran apagón transeuropeo, que afectó a Alemania, Francia, Holanda, Bélgica, Portugal, Austria, España, Italia, Marruecos, Túnez y Argelia, fue el grupo alemán E.ON, precisamente el que ha lanzado una OPA sobre Endesa. Una de sus filiales cortó una línea de alta tensión en la Baja Sajonia para que el crucero Norwegian Pearl pudiera transitar sin riesgo por el río Ems. El resultado fue el desplome de buena parte de la red eléctrica interconectada, por la sobrecarga de las redes adyacentes de transporte. En España se quedaron sin luz zonas de Madrid, Cataluña, Castilla-La Mancha, Castilla y León y Valencia.

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Como es de rigor, el Gobierno alemán ha pedido a E.ON explicaciones urgentes sobre el incompetente manejo de esta desconexión, supuestamente controlada, pero que, quizá por alguna torpeza añadida, ha resultado desastrosa. El ministro de Economía alemán, Michael Glos, se ha apresurado a poner el grito en el cielo -quizá para prevenir protestas más airadas de sus socios europeos- y recordar que un apagón así "entraña riesgos para la economía". Tiene razón Romano Prodi, primer ministro italiano, que utilizó el apagón transeuropeo para exigir "una política energética común" en Europa. Con más precisión se puede asegurar que la UE necesita una política común de abastecimiento energético y un organismo regulador único que cumpla algunas delicadas tareas que hoy parecen quiméricas.

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Una de ellas podría ser la revisión de las inversiones aplicadas en el mantenimiento y mejora de la red; hay que suponer que el mallado no era lo suficientemente tupido si el corte en una línea sobrecargó las de alrededor, hasta llegar a Argelia. La deducción de que las empresas europeas no cumplen con el compromiso de suministrar calidad a sus clientes resulta bastante plausible. Otra función perentoria sería analizar los proyectos de interconexión eléctrica en Europa. No es presentable que los planes de ampliar el tráfico de electricidad entre España y Francia lleven lustros bloqueados, unas veces por la oposición de los alcaldes fronterizos, otras por las reclamaciones de los ecologistas y otras porque hay elecciones en Francia o en España.

También debería impedir la persistencia de sistemas eléctricos como el alemán, donde E.ON puede ser al mismo tiempo productor de electricidad y operador de la red. No le faltaría tarea a un regulador común. Pero es poco probable que Francia o Alemania reconozcan una autoridad que oscurezca sus decisiones estratégicas en el mercado energético. Así que probablemente el del sábado no será el último apagón transeuropeo.

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