"Quiero tocar la realidad; ése es mi valor"
El bailarín, coreógrafo, director escénico, diseñador de escenografía y vestuario, artista visual y maestro japonés trae al Teatro Albéniz de Madrid desde hoy y hasta el próximo día 5, una de sus últimas obras fuertemente conceptuales: Scream and whisper (Grito y susurro). Severo, exacto en sus planteamientos de una enorme riqueza visual que parte de la síntesis y la fusión entre Oriente y Occidente Teshigawara, desde que ganara en 1986 un premio en Francia ha tenido un reconocimiento universal a su talento.
Saburo es menudo y sin edad; tiene esa morfología craneal oblonga y rapada de todos los grandes de la danza japonesa desde Kazuo Oono a Ushio Amagatsu. Se expresa con cierta lentitud y su trabajo hoy divulgado y con obras de encargo hasta en la Ópera de París ahonda en la idea del caos y su quimérica ordenación desde la perspectiva del arte.
"Pienso mucho en cuál es la esencia del movimiento, como una escultura y sus ritmos"
"Si tengo que describirme, soy profundamente japonés"
Pregunta. Su estética es un resumen sincrético de Oriente y Occidente, de influencias mutuas.
Respuesta. En cierto sentido sí. Tengo muchas influencias externas de todo tipo: razas, culturas, familia, entorno. Yo pienso y a continuación actúo, que es en fin lo que hacemos en la vida cotidiana, pero como artista, estoy influido en concreto por la cultura japonesa. Yo soy japonés, vengo de esa tradición pero no sólo me atengo a ella y desarrollo una flexibilidad al respecto.
P. Diríase un japonés universal...
R. Si tengo que describirme, soy profundamente japonés, pues dentro de mí se mueve esa tradición con un enfoque corporal particular. Y cuando pienso en ello, no puedo vivir en el pasado, debo ceñirme al presente en la perspectiva de la vida de hoy, y debo afrontar la realidad del mundo actual.
P. Un mundo de mezclas y cruzamientos.
R. Hablando de mezclas en danzas, hay un componente físico y otro mental o psicológico muy fuerte, diría que decisivo, pues yo lo que quiero es tocar la realidad y ése puede ser mi valor.
P. ¿La realidad del movimiento escénico?
R. Pienso mucho en cuál es la esencia del movimiento, como los de una escultura y sus ritmos; cómo surge, cómo captarlo y cómo fijarlo.
P. ¿Tiene preferencia por los bailarines de formación académica?
R. Yo me entrené en origen en el ballet clásico y en mi compañía se hace la clase de ballet; mis bailarines tienen esa técnica y otros, por el contrario, tienen otras formaciones actorales y hay de muchos sitios: europeos, africanos, asiáticos. Esta mezcla ayuda a encontrar nuestro propio lenguaje.
P. Repite la palabra calidad como una esencia de la danza.
R. Sí, y yo lo que necesito es producir algo espontáneo en el aquí y el ahora, y para conseguir eso debo tener detrás una férrea disciplina para que surja el interior del bailarín, la fuerza del movimiento. Mis bailarines no son personas que sólo bailan funcionalmente, sino que necesito un contacto más amplio que comprenda el interior y el entorno.
P. En escena usted coloca pocos elementos, nada de escenografía, trajes muy simples. ¿La danza hacia la desnudez?
R. Esta obra es un buen ejemplo y resumen de ello, sobre todo en la segunda parte que es un dúo donde no hay nada preestablecido, hay susurros. Ellos susurran y busco movimientos y calidad a través de la espontaneidad que acompaña como sonido. El susurro es invisible pero tiene una gran fuerza, crea un espacio paralelo junto a la respiración y para desarrollar eso necesitaba un espacio vacío.
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