Unas 60.000 plazas hoteleras cerrarán durante los cuatro meses de temporada baja
El 46% de las pernoctaciones del pasado año se produjo entre junio y septiembre
El turismo es uno de los principales motores de la economía andaluza, pero la intensidad de su actividad aún es muy desigual a lo largo del año, con el 46% de las estancias concentradas entre los meses de junio y septiembre. La estacionalidad ha vuelto a aumentar en los últimos cinco años y con ella también el número de hoteles que echan el cierre en invierno. Patronal y sindicatos estiman que una cuarta de las plazas hoteleras andaluzas, unas 60.000, permanecerán cerradas entre noviembre y febrero, un fenómeno que consideran "muy preocupante".
El sistema laboral, con una concentración de las vacaciones en los meses de verano, hace casi inevitable la existencia de temporadas alta y baja en la actividad turística. Pero la preocupación de los agentes del sector radica en que en Andalucía se han acentuado las diferencias entre ambas en los últimos años, cuando se habían corregido de forma ostensible en el boom turístico de los años noventa. Los cierres invernales, que llegaron entonces a ser excepciones justificadas en la mayoría de los casos en obras de reforma, son en los últimos años un fenómeno en alza.
El 46% de los más de 41 millones de pernoctaciones hoteleras contabilizadas el año pasado en los hoteles andaluces se concentró en cuatro meses, los comprendidos entre junio y septiembre. Hace cinco años esos meses concentraron el 43%.
Bajas ocupaciones
Según datos del Registro de Turismo de Andalucía, en diciembre de 2005 y enero de 2006 permanecieron abiertas en Andalucía 182.000 plazas hoteleras, 61.000 menos que las ofertadas en agosto, el mes con más actividad. A pesar de esa importante reducción de la oferta, los índices de ocupación conseguidos fueron muy bajos, apenas el 36% en noviembre y el 35% en enero, muy lejos del 71% de agosto. Según la patronal, con porcentajes así no existen márgenes de rentabilidad para las empresas.
El fenómeno afecta sobre todo a la costa. En el último invierno cerraron el 53,4% de las plazas hoteleras de Huelva; el el 38% de las de Cádiz; el 35% en Almería y el 27,5% en Málaga.
El presidente de la patronal hotelera andaluza, Miguel Sánchez, estima que entre el 25% y el 30% de las camas hoteleras en la costa andaluza volverán a cerrar entre noviembre de 2006 y febrero de 2007. "La oferta es muy superior a la demanda, y los hoteles que siguen abiertos se ven obligados a ofrecer precios muy bajos, de forma que a veces no se gana dinero aun teniéndolos llenos", explica Sánchez.
Los sindicatos tienen una visión muy diferente. El responsable de la federación de Hostelería y Comercio de CC OO en Málaga, Gonzalo Fuentes, denuncia que "hay muchas empresas para las que lo más fácil es cerrar en invierno y no correr riesgos porque abriendo ocho meses ya tienen importantes beneficios que les son suficientes".
Fuentes lamenta los efectos sobre el empleo que tiene el cierre temporal masivo de los hoteles, porque los empleados que son fijos discontinuos o eventuales consumen las prestaciones sociales a las que tienen derecho y asegura que hay casos de trabajadores que han perdido sus prestaciones por desempleo. Ello, asegura, produce una fuga de empleo hacia sectores como la construcción e impide la debida cualificación profesional que cabe exigir en la hostelería. También denuncia que hay establecimientos que cierran dos meses para dar vacaciones a sus empleados, lo que considera que es una "ilegalidad manifiesta".
CC OO lamenta que el cierre de hoteles tiene un efecto arrastre para bares y restaurantes y comercios, con la consiguiente pérdida de actividad económica. "Cuando se cierra un hotel se cierra un trozo de ciudad. El año pasado sólo ofrecíamos sol y hormigón, y eso acaba perjudicando también a los hoteles que abren", explica Fuentes.
Patronal y sindicatos sí coinciden en que el fenómeno de la estacionalidad es "muy preocupante" y que en los últimos años se ha bajado la guardia para combatirla. Insisten en que Andalucía reúne atractivos muy variados y potentes para conseguir mayores flujos de turistas durante los meses de invierno, y reclaman para ello campañas de promoción y comercialización.
"Hay que hacer acciones muy concretas en determinados países emisores como los nórdicos, Holanda o Alemania, con programas que resalten nuestra climatología, e insistir en segmentos donde hemos perdido la batalla como los de congresos e incentivos", explica Sánchez.
El presidente de la patronal advierte de que son los empresarios quienes tienen que tomar la iniciativa en esta materia. "A la administración podemos pedirle apoyo en promoción, pero la comercialización tenemos que hacerlas las empresas".
CC OO también ve en la diversificación una de las claves estratégicas para combatir la estacionalidad, con paquetes turísticos que combinen la playa con los deportes de invierno, o mejorar la comercialización de segmentos como el golf, cultural, de salud, gastronómica o de ciudades.
El creciente índice de Gini
Para medir la temporalidad, el Sistema de Análisis y Estadística del Turismo en Andalucía (Saeta) utiliza un indicador, el índice de Gini, que calcula con un sistema de ponderaciones la concentración del movimiento hotelero en períodos de 12 meses consecutivos. El índice de Gini se expresa en una escala de 0 a 1 puntos, de forma que mientras más bajo sea el valor, el reparto en el tiempo de la actividad es más uniforme y por consiguiente hay menos estacionalidad.
En 2005, el índice de Gini en los hoteles andaluces se situó en 0,204, algo superior al de 2004 (0,190). El dato se aproxima al peor conocido en la serie histórica, 0,2189 registrado en el año 1994. Desde entonces, se inició un proceso de desestacionalidad que permitió que el índice de Gini bajara hasta 0,189 en el año 2000, a partir del cual se inició un proceso de repunte.
Andalucía tiene un índice de estacionalidad menor al de las otras dos principales comunidades autómomas turísticas, Baleares y Cataluña, que superan el 0,4 y 0,3 respectivamente. También está ligeramente por debajo de la media nacional, aunque es peor que el de Canarias, Comunidad Valenciana y Madrid.
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