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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sin excusa

No hay excusa posible para las agresiones -acoso, insultos, zarandeos, lanzamientos de objetos- por parte de un grupo de jóvenes contra el candidato del PP a la presidencia de la Generalitat, Josep Piqué, y el secretario general de ese partido, Ángel Acebes, cuando se disponían a intervenir en un acto político en Martorell (Barcelona). No hay excusa, y ningún partido ha pretendido buscarla, lo que es un avance respecto a otras ocasiones; también lo es que el PSC haya anunciado la expulsión del responsable de su organización juvenil en esa localidad, que además de participar en la algarada, sí intentó justificarla con un argumento antidemocrático: que era "una vergüenza que venga una persona como Acebes, que desprecia a Cataluña".

En una situación similar, en junio pasado, hubo dirigentes que contextualizaron las agresiones como parte del "clamor contra los ataques continuados contra Cataluña". Por eso es un avance que todos los partidos, aunque sin precipitarse por ser madrugadores, condenaran ayer la agresión de la víspera, sin las reservas mentales que oscurecieron otras veces el mensaje; sobre todo ante sus seguidores juveniles, siempre atentos a estas cosas.

Poco después del incidente, el presidente Zapatero comentó en un mitin de su partido en Sabadell que él "se siente cómodo en Cataluña, y no como otros dirigentes". Incluso si, como parece probable, desconocía lo ocurrido en Martorell, la frase resulta muy inoportuna. Además, los antecedentes aconsejarían una mayor prudencia. En marzo de 1993 los estudiantes de la Autónoma de Madrid abuchearon e impidieron hablar a Felipe González. Poco después, Aznar alardeaba en un acto similar con estudiantes que él sí podía hablar tranquilamente en cualquier universidad; y era cierto entonces, pero en 1999 unos alborotadores se lo impidieron en la Autónoma de Barcelona.

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En España, como en cualquier otro país, hay personas de ideas fascistas, pero no basta con llamárselo a alguien para adquirir el derecho a taparle la boca. El PP no es un partido fascista, ni de extrema derecha. Habrá personas en su seno que lo sean, e incluso será fácil identificar actitudes o actuaciones concretas del partido en cuanto tal o de algunos de sus dirigentes que sean antidemocráticas. Sin embargo, lo mismo podría decirse de actitudes y actuaciones concretas de otros partidos en los últimos 25 años. Respecto a la guerra sucia, o a los intentos de beneficiarse políticamente del terrorismo, por ejemplo. Tales actitudes deberán ser denunciadas y combatidas, pero ello no les convierte sin más en fuerzas antisistema o antidemocráticas a las que sea legítimo acallar.

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