La alternativa Pigozzi

Jean Pigozzi, un hombre de negocios de origen italiano aficionado al arte contemporáneo, empezó a comprar obras de creadores africanos hace poco más de 15 años, después de descubrir en la recordada exposición Magiciens de la terre (Magos de la tierra), en el Centro Pompidou de París, que algo diferente ocurría al margen de los grandes polos artísticos de Europa y Estados Unidos. La colección Pigozzi, convertida en la más importante de arte africano del mundo, sigue creciendo. Una selección de su contenido conforma 100% África, que hoy se abre al público en el Museo Guggenheim Bilbao con obras de 25 artistas, procedentes de 14 países, elegidos por mostrar un compromiso con sus comunidades de origen.

"Son artistas que viven y trabajan en el África negra. No salen de la nada, porque el arte en África surgió hace 7.000 años", explica el comisario de 100% África, André Magnin, la mano derecha de Pigozzi en la elaboración de la colección y responsable de Magiciens de la terre. "Tienen memoria y tienen raíces. En sus obras queda patente una gran generosidad: todavía hacen un trabajo dentro de su comunidad y para la comunidad. Transmiten sus problemas y la diversidad de sus culturas, y pueden buscar una visibilidad internacional".

Magnin defiende que su investigación sobre los artistas africanos en sus países de origen es un proyecto "estético y político". "No se puede hablar de un arte mundial si sólo se mira a Europa y América del Norte", dice. "Existen otras culturas".

100% África se presenta como una sucesión de exposiciones individuales de cada artista, en un austero montaje diseñado por el arquitecto y diseñador italiano Ettore Sottsass. El compromiso con la realidad africana se plasma en las esculturas de cartón y papel del congoleño Bodys Isek Kingelez, con las que forma maquetas de ciudades ideales en las que vivir en paz. O en la denominada pintura popular, de los también congoleños Chéri Samba, Chéri Cherin, Moké y Bodo, llenas de referencias a los personajes de la actualidad internacional y caricaturas cargadas de ironía y criticas a los Gobiernos y a la corrupción.

El costamarfileño Frédéric Bruly Bouabre, El Revelador, persigue la utopía de utilizar un alfabeto que permita escribir todas las lenguas del mundo. Los 448 pictogramas que forman su Alfabeto Bété representan en la exposición su esfuerzo por preservar la cultura de su pueblo.

La tradición marca las máscaras de Romuald Hazoumé, creadas con bidones reciclados en una denuncia explícita del consumismo y la contaminación, y del malgache Efiaimbelo, recientemente fallecido, creador de esculturas para tumbas.

La exposición muestra pintura, escultura y vídeos, y presta una atención especial a la fotografía, campo en el que destacan los retratos del desaparecido Seydou Keïta, con sus elaboradas puestas en escena, y las instantáneas de la vida cotidiana de Malick Sidibé, el reportero de Bamako (Mali). Keïta y Sidibe hace años que entraron en el circuito de exposiciones internacionales. "Sidibé vende todo", recordó Magnin.