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Columna
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Patriotismo

Manuel Rivas

Si hay una seña de identidad española maltratada es la de la lucha por la libertad. Precisamente ésa, la que más puede unirnos. Puestos a buscar esencias, ¿por qué no intuir en el arte rupestre los trazos, y los gritos, del Gernika de Picasso? Fueron exiliados españoles del XIX los que acuñaron en el orbe liberal la denominación demócrata. Los heterodoxos españoles, censados con espinosa brillantez por Menéndez Pelayo, en una suerte de anatema fascinado, continúan siendo un yacimiento semioculto, salvaje, del mejor pensamiento libre. La otra reserva de Occidente. Aquí hicieron funcionario al verdugo porque el pueblo era indómito. Los que más dieron la cara contra el invasor, fueron luego colgados por el absolutismo. Para definir España no nos valen los dictadores. Franco, como es sabido, era también un invasor. Tenía mentalidad de ocupante. Utilizó la tradición como se hizo con el bórico en el pescado podrido: para disimular el mal olor. En cambio, identificamos muy bien a España en los muertos a pie de frontera. En Goya y en Machado.

La idea establecida ahora, en esta etapa de boricada, es que la derecha representa mejor a España, aunque sea en una forma de españolismo trasnochado. A mí no me gusta el bórico, ni siquiera como antiséptico. Cualquier manipulador de pescado sabe que el exceso de bórico acaba produciendo náuseas. Es un producto químico con vocación de metáfora depredadora. Imaginen su efecto sobre la información y el discurso políticos: se apodera de la materia en que penetra. Atención, pues, a las palabras. Aquí trasnochar, trasnocha todo el mundo. Pero yo no acabo de ver una derecha tan patriótica como se pregona.

Éste era, es, un buen año para gestos de auténtica españolidad. La ocasión de mostrar piedad con las decenas de miles de españoles que yacen en cunetas y fosas comunes, despojados los restos de su nombre. La oportunidad de mostrar al fin respeto a los españoles que conmovieron al mundo hace 70 años por su épica contra el fascismo. El momento de homenajear (¡Qué tarde, qué putada!) a los miles de internados en los campos de Hitler, españoles entregados como apátridas. Sé que no se le puede pedir a los dirigentes de la derecha española que les guste el cine español, pero esto es muy diferente. Se trata de un elemental patriotismo llamado humanidad.

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