"Me parece un mal ejemplo tocar sola en el escenario"

Hace siete meses que salió de una delicada operación de corazón y todavía sufre las consecuencias. "No sólo fueron físicas, también psíquicas, perdí la ilusión en muchas cosas", asegura Maria João Pires, la maravillosa pianista portuguesa que este martes reapareció en Madrid después de su retirada temporal. "Pero he aprendido mucho y he cambiado", asegura Pires, diminuta, guerrera, con esa grandiosa sensibilidad renovada encima del escenario y desde ese pequeño lugar sin fronteras ocupado por la artista que se siente "ciudadana del mundo".

Reapareció junto a su colega Ricardo Castro para interpretar piezas de Schumann, Beethoven y Schubert, pero cuando se sienta sola en el taburete toca más hacia adentro que nunca. Apenas abrió los ojos cuando interpretó la Sonata número 31, de Beethoven, y mucha gente se emocionó frente a esa demostración de maestría contenida, aunque va a costar verla sin acompañantes en escena, como ahora en el Teatro Real. "No me gusta estar sola en un escenario, me siento aparte, distante y creo que es un mal ejemplo para el público porque los artistas debemos mostrar que las cosas en el mundo se arreglan trabajando juntos", afirma. Esta vez dio un recital conjunto a beneficio de la Fundación Cajaduero, con la que Pires colabora en proyectos artísticos en Salamanca y en Belgais, su centro educativo en la frontera lusa con España.

"Después de mi operación de corazón he aprendido mucho y he cambiado"

Es ese lugar, medio comuna, medio monasterio, por el que Pires se ha dejado la piel para sacar adelante un proyecto educativo muy personal, entre ajeno a los sistemas convencionales y tentador para mucha gente. "Con el Gobierno portugués no tenemos problemas de subvenciones, es con las autoridades locales. Como toda la comarca quería venir a nuestra escuela pusieron trabas y más trabas". ¿Por qué? "Porque son portugueses. Para ustedes es complicado entenderlo", contesta rotunda. Luego le echa un poco de ironía a la frase y lo suaviza: "Las cosas están muy difíciles en todo el mundo y en Portugal, un poquito más", afirma en su castellano perfeccionado durante los días de convalecencia en un hospital de Salamanca.

Con ese ir y venir que se trae por la frontera, se muestra de acuerdo con ese porcentaje de portugueses a los que no les importaría unirse con España. "Sí, instintivamente, creo que nos iría mejor". Por lo pronto, volverá en noviembre a tocar a Madrid dentro del ciclo de Juventudes musicales.

Vive al día y un poco alerta, con su pelo de punta bien firme. No sabe qué hará en un mes y todavía cree en la educación como arma. "En Belgais desarrollamos una formación que busca la armonía entre el ser humano y su entorno, algo difícil de encontrar. Cada cual tiene su espacio y debe aprovecharlo. El problema aparece cuando tratas de invadir el de los demás, ahí empiezan los conflictos".

No ha perdido ni un gramo de pericia combativa y guarda el cuchillo entre los dientes. Por ejemplo, no parece contenta con su discográfica multinacional, Deutsche Grammophon, con la que ha hechos auténticos superventas como los Nocturnos, de Chopin, o los Impromptus, de Schubert, en el disco Le voyage magnifique. "Grabamos juntos y luego no nos ponemos de acuerdo en los diseños de portada y esas cosas, en fin", dice. La política le sube la tensión: "Estamos dominados por una auténtica dictadura, la de Estados Unidos", asegura. ¿Algo más? "Sí, por favor, no se olvide de poner que me gustaría pedirles a todos los brasileños que viven en España esto...". ¿Qué? "¡Que voten a Lula!".