"La moda elitista se ha convertido en un concepto"
Loewe acaba de darle una segunda oportunidad, lo que no deja de ser un triunfo, dado los tiempos que corren en el mundo de la moda donde el comercialismo se impone a la creatividad. José Enrique Oña Selfa (Bélgica, 1975) ha renovado su contrato como diseñador del prêt-à-porter con la ex firma española, propiedad del Grupo LVMH (Louis Vuitton-Möel Hennessy). Mañana presenta su colección primavera-verano 2007 en París, dentro de la Semana de la Moda que se inauguró el domingo. Pero antes de viajar a la capital francesa, ultima algunas cuestiones en su despacho madrileño, situado en un palacete junto a la Puerta del Sol. Acaba de reunirse con la actriz Elena Anaya, la nueva cara de uno de los perfumes de la casa, y todavía parece bajo el influjo del poderoso rostro de la actriz.
"Loewe fue de nuestra bisabuela, luego de nuestra madre y ahora necesitamos que sea de los jóvenes"
Tras cinco años como diseñador de Loewe, una firma con más de 100 tiendas repartidas por el mundo, parece llegado el momento de hacer balance. "Ha sido como una carrera atlética, en la que alcanzar la meta dependía de mi valía. Se esperaba mucho de mi trabajo, pero desde el principio tuve un gran apoyo", asegura en perfecto castellano este hijo de padres españoles que vive a caballo entre Madrid, París y Bélgica. La filosofía de Loewe, una empresa fundada en 1846 como un taller de piel, le quedó clara desde el principio: "Necesitaban un diseñador para un marroquinero que hacía moda, así que entendí que me encontraba al servicio de una empresa artesanal cuya principal meta era hacer bolsos. He tratado de adaptarme a las necesidades del mercado, porque mi trabajo no pasa únicamente por vender en España sino en el mundo". De hecho, el principal mercado de la firma se encuentra en Asia.
Las colecciones firmadas por Oña han respondido a las expectativas creadas. "Ofrezco una imagen de España vista por un extranjero, lo que responde a mi estado vital. Antes de fichar con Loewe, España significaba para mí las vacaciones de verano cuando era un niño en el campo en Andalucía, pero ahora se trata de mi lugar de trabajo, aunque no puedo evitar mirar el país con los ojos de un turista, lo que me permite trabajar con los clichés sin avergonzarme para extraer lo bueno sin caer en lo folclórico, que lo odio".
En Loewe le han precedido creadores como Karl Lagerfeld, Giorgio Armani o Narciso Rodríguez, pero ninguna de estas grandes firmas ha conseguido que la ropa de la casa sea tan reconocible como sus bolsos. "Ésa es la identidad de la firma y la fuerza en la que debemos apoyarnos. No se trata de recuperar modelos del siglo pasado, sino de buscar los mejores para el siglo XXI".
Por su forma de vestir, el creador de Loewe podría encasillarse dentro de lo que se conoce como los falsos pobres. Lleva un niqui azul claro con agujeritos de diseño en el hombro, algo natural si se tiene en cuenta que se encuentra en la oficina, pero el pasado junio, en la glamourosa fiesta que Loewe celebró en Madrid con motivo del 160 aniversario, se le pudo ver junto a la cantante Bebe, vestidos ambos con atuendos más propios del movimiento antiglobalización que del prêt-à-porter de lujo. "Esa escena representa muy bien el estado actual de la firma, donde se funde lo clásico de Loewe, lo que representa como institución del pasado, con el nuevo pool de la firma que son los jóvenes y los diseñadores, gente que viaja mucho y que quiere cosas distintas. Loewe fue de nuestra bisabuela, luego de nuestra madre y ahora necesitamos que sea de los jóvenes. En la fiesta mandaba la gala, pero yo llegué con chaqueta de cuero lavado y vaqueros, y no pasó nada".
A estas alturas ya nadie se rasga las vestiduras ante unos vaqueros desgastados; de hecho, el trash-glam se ha convertido en un estilo. "Antes la moda era muy sectaria, la gente no se mezclaba, todo se limitaba a una cuestión de clases; ahora cualquiera puede ganar dinero rápidamente y hay muchos más millonarios, por eso lo habitual es la confrontación de géneros".
A la hora de elegir iconos se decanta por mujeres "de belleza un poco fría" como Vanesa Paradis, Winona Ryder, Charlotte Rampling, Uma Thurman o Natalie Portman, una elegancia que en cierto modo ha encontrado en nuestro país en los rostros de Bebe y Estrella Morente. Cada una en su estilo se han convertido en dos referentes para él.
Su idilio con Bebe surgió al poco de llegar a España. Una noche, en el hotel donde se alojaba, descubrió a la artista en la tele cantando Malo. "Me quedé traspuesto, llegué a la oficina y pedí que la buscaran, la necesitaba, la quería, pero en la empresa no entendían que yo citara a Bebe hasta que personalmente di el paso y al segundo conseguí la cita. Ahora mensajeamos por el móvil continuamente". Empieza a hablar de Bebe y se emociona. "Me gusta porque tiene un discurso real, en su caso más que moda se trata de personalidad, es como el arte contemporáneo. Ella representa la juventud de ahora; bueno, un tipo de juventud. He hecho unos vaqueros a medida para ella...". También funcionó muy bien la química con Estrella Morente, para la que diseñó algunos de los vestidos de uno de sus espectáculos. "Ha sido una suerte conocer a chicas de mi edad que tienen su propio discurso".
Como creador lleva varias colecciones dando vueltas al estilo beat. El uniforme rebelde de los sesenta impregna todas las colecciones desde París a Nueva York. Pantalones pitillo, pañuelos al cuello, faldas tubo y boinas, sacadas en este caso más del cine que del movimiento que inspiró Jack Kerouac y los existencialistas franceses, inundan las pasarelas. "Los bohemios nunca han lucido tan elegantes", asegura Oña. Los beatniks me parecían gente muy culta capaz de lanzarse a la carretera para descubrir nuevas sensaciones pero el fenómeno actual no deja de ser curioso: la moda es un círculo que acaba volviendo siempre al mismo punto. Cuando la gente se vuelve muy callejera queremos mucha elegancia, y cuando la calle se vuelva elegante optaremos por cosas más cañeras".
La moda nunca ha afectado a tanta gente y en medios tan diferentes, desde los programas televisivos a los blogs de Internet, pero los altos directivos parecen apostar por ropa vendible. Se acabó lo de causar sensación en las pasarelas para acabar vendiendo bolsos. "Se impone la realidad comercial y eso es muy malo. Quieren lo excepcional, pero al final sólo importa el marketing. Los tiempos están cambiado y la moda elitista ha acabado por convertirse en un concepto".
Babelia
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