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Reportaje:54º Festival de San Sebastián

"El actor tiene que luchar para que no le encasillen"

Max von Sydow reconoce su preferencia por el teatro frente al cine al recibir el Premio Donostia del Zinemaldia

Maribel Marín Yarza

Max von Sydow (Lund, Suecia, 1929) tiene casi 130 títulos en su filmografía, ha trabajado con directores como Ingmar Bergman, John Huston, Steven Spielberg, Woody Allen y Lars von Trier, pero en su fuero interno sigue sintiéndose actor de teatro. "Me crié dentro del teatro sueco y ése es mi trasfondo, mi historia y mi preferencia, aunque he tenido el gran placer de trabajar en el cine". Von Sydow no tuvo ningún problema en confesarlo ayer, aun a riesgo de ser políticamente incorrecto, horas antes de ver reconocida su carrera con el Premio Donostia del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. "El teatro ha inspirado mi curiosidad, también fuera de la profesión; curiosidad por conocer el mundo o hablar otros idiomas".

"Los directores en Hollywood no son ni muy imaginativos ni muy valientes"

Von Sydow, uno de los actores más versátiles del cine europeo, estudió arte dramático en la Academia Real de Estocolmo, se bregó en los teatros de su país y debutó en cine en 1949 con Bara en mor, de Alf Sjöberg. Fue Ingmar Bergman quien descubrió definitivamente para el celuloide su fuerza expresiva y su capacidad para interpretar a todo tipo de personajes. Trabajaron juntos en películas como El séptimo sello, Fresas salvajes, La vergüenza o La hora del lobo. "A Bergman le debo muchísima gratitud", confesó ayer. "Pero no, no puedo decir de ninguna manera que yo haya sido más álter ego suyo que otros actores en la pantalla", sentenció ayer. "Sus personajes reflejan secciones de su personalidad y yo también lo habré hecho, pero eso es todo".

El sueco, nacionalizado francés hace tres años, no logra escapar de la sombra de Ingmar Bergman. En cada entrevista, en cada rueda de prensa, se le pregunta por su colaboración con este cineasta. Y no es su único estigma. No importa que trabajara en Pelle el conquistador, de Bille August; no importa que protagonizara Evasión o victoria, de Huston; no importa que se pusiera a las órdenes de Woody Allen en Hanna y sus hermanas, o que rodara Minority report junto a Steven Spielberg. La pregunta que nunca falta es sobre su papel en El exorcista, de William Friedkin: "En esta profesión tienes que luchar para que no te encasillen".

Von Sydow ha encarnado a Jesucristo, al diablo, al Papa... "He realizado muchas películas con contextos o tramas religiosas y no sé a cuántas he dicho que no", explicó. "Los directores en Hollywood no son ni muy imaginativos ni muy valientes", denunció. "No buscan al mejor actor para un determinado papel, sino a aquel que ha interpretado con éxito un personaje similar". ¿Es usted religioso?, le preguntó un periodista. "Quizá", respondió. "Me criaron como protestante luterano, ahora vivo en Francia y estoy casado con una católica... No soy católico pero estoy muy interesado en el tema religioso. No tengo una fe determinada, ni respuestas para muchas preguntas".

El actor, protagonista de películas independientes y grandes producciones americanas, se sabe un privilegiado y no tiene empacho en reconocerlo. "Por supuesto que la carrera de un actor depende mucho de las oportunidades que te brinden. Y yo las he tenido muy buenas". Eso dijo por la mañana, con una mención expresa a Bergman. Por la noche, ya en el Kursaal, insistió: "Es un honor recibir este galardón. Si lo merezco o no ya es otra historia. Yo he sido un afortunado. Quiero compartir este premio con la gente de talento de este oficio que no ha tenido la ocasión de demostrar lo que puede ofrecer". Leonardo Sbaraglia, su compañero de reparto en Intacto, de Juan Carlos Fresnadillo, le acababa de entregar la estatuilla -que también recibirá Matt Dillon el día 29- en una emotiva ceremonia. "Siento no poder hablar español ni vasco, pero les diré algo, continuó el actor sueco: eskerrik asko (gracias).

Von Sydow, tan sonriente en la gala como solícito ante preguntas erróneas durante la rueda de prensa, sólo se ha colocado una vez detrás de la cámara. Fue en 1988 para dirigir en Suecia el drama romántico Ved vejen y sólo, asegura, porque ninguno de sus amigos cineastas se interesó por llevar a la gran pantalla una novela danesa que a él le había cautivado. "Fue una gran experiencia para mí. Disfruté muchísimo", contó. Pero no contempla sentarse de nuevo en el sillón del director. "¿Dirigir otra película? Me encantaría, pero se tarda demasiado tiempo y eso es algo que no me sobra", justificó. "Y, dicho sea de paso, no soy director, soy actor". Y, además, más amante del contacto directo con el público, que de la magia audiovisual. Quizá la explicación estribe en algo tan sencillo como esto: "Siempre he disfrutado más con los ensayos, porque ése es el periodo creativo. Para el cine no ensayas tanto y es difícil estar totalmente preparado. Cada día surgen nuevos elementos e ideas del director". El último con el que ha trabajado este mismo año es Giulio Base, autor de La investigación.

Max von Sydow, ayer en San Sebastián tras recibir el Premio Donostia.
Max von Sydow, ayer en San Sebastián tras recibir el Premio Donostia.JESÚS URIARTE
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