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Reportaje:

Cuestión de peso

La Pasarela Cibeles sacude el mundo de la moda al prohibir por primera vez desfilar a modelos excesivamente delgadas

Patricia Ortega Dolz

"Que viva la masa corporal y la de harina!". Estaba escrito en letras bien grandes en el tablón de fotos del backstage de la Pasarela Cibeles de este año. Era la frase que ironizaba sobre toda la gran polémica de esta última edición, que ha traspasado las fronteras españolas.

Porque este año, la pasarela madrileña casi ha servido para hablar de todo menos de moda. El escaparate español se ha empañado con la controversia "del triángulo rectángulo", como ha dado en llamarla su directora, Cuca Solana: "Por el hecho de que se trata de hacer un cálculo en función del peso y la altura de las modelos". Todas las chicas que han desfilado en esta edición han tenido que pasar antes por la báscula para medir su masa corporal, "con el fin de evitar que socialmente se siga asociando la belleza a la extrema delgadez". Al menos ésa era la intención, según explica Solana.

"Las modelos no están enfermas, la sociedad las obliga a eso. El índice de masa corporal sólo marca el punto donde hay riesgo de enfermar", dice Monereo
"La medida sería buena si se extendiese, pero es nefasta si ahuyenta a las modelos más importantes de nuestras pasarelas", dice el diseñador Juan Duyos
La polémica deja varias preguntas en el aire: ¿quién establece los cánones de belleza?; ¿quiénes están más enfermas: las modelos o la sociedad?
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Lo paradójico del caso es que, esta medida, y no tanto las colecciones de los conocidos y reconocidos diseñadores españoles, ha dado más proyección internacional a la pasarela madrileña que nunca. La prensa extranjera ha dedicado grandes despliegues al asunto. Hasta las ferias de la moda de Londres, Milán y Nueva York han llegado los ecos de esta decisión, que pone en cuestión los cánones de belleza mundialmente establecidos y la conveniencia o no de perpetuarlos con vistas al futuro, teniendo en cuenta la incidencia que tienen sobre las adolescentes y la epidemia de trastornos alimentarios (anorexia o bulimia) que se ceba con este colectivo.

Si en la pasada edición de Cibeles el número maldito era el 36 (el correspondiente a una talla inadecuada para una chica que ya no es una niña), en esta 44ª edición de la pasarela, que finalizó el viernes pasado, todas las miradas se pusieron en el 18 (el mínimo de masa corporal aceptable, y que se obtiene de la división del peso de la persona en cuestión entre el cuadrado de su altura).

Sólo 47 modelos

Mientras la controversia a escala nacional e internacional seguía su curso, las 47 modelos que fueron elegidas por los diseñadores para desfilar en esta última edición de Cibeles se ponían y se quitaban los diseños de los modistos españoles a toda velocidad, corriendo por los pasillos del backstage, comiendo bocadillos mientras les ponían el enésimo maquillaje del día y les hacían el enésimo peinado en peluquería.

Ha sido una semana frenética para ellas después de ser las únicas seleccionadas de entre las 68 que pasaron "la prueba de la balanza" (21 no fueron elegidas por los diseñadores y 5 no alcanzaron la cota del 18). Cada uno de los 31 diseñadores que participaban en esta edición requería a unas veinte chicas para la presentación de sus colecciones.

Hay, y ha habido, opiniones desde todos los gremios y para todos los gustos, pero lo cierto es que existe una clara y rotunda división entre los profesionales de la moda y el resto de la sociedad. Los primeros, aunque no se muestran contrarios a la medida adoptada, la ven como un simple golpe de efecto y se sienten utilizados y criminalizados, como si se les hiciese responsables de la propagación de la anorexia. Sin embargo, desde la sociedad, sociólogos, médicos especialistas, políticos de España y de países como Reino Unido o Italia, se congratulaban por la decisión y confiaban en que se imitase a escala mundial por la repercusión que tiene el mundo de la moda en la generación de estereotipos de belleza, y de éxito.

Así, mientras la ministra de cultura británica, Tessa Jowell, se felicitaba por la decisión de Madrid, Stuart Rose, presidente del consejo de moda británico (BFC), la desestimaba como una controversia menor. Y la diseñadora Bella Freud añadía: "Realmente no me interesa el tema". En Milán, la alcaldesa, Letizia Moratti, abogaba por que la pasarela italiana incorporase la medida de Cibeles.

En Madrid, Cuca Solana, entre las bambalinas de la pasarela, se esforzaba una y otra vez, en inglés y en español, por explicar a los medios extranjeros las razones de la decisión. "No queremos esqueletos en nuestra pasarela. No creemos que sea un buen ejemplo de belleza. La belleza está en la proporción y ha de estar ligada a la salud, a una imagen saludable", repetía una y otra vez, aunque no hacía referencia a que esta pasarela está financiada con fondos públicos casi en su totalidad (a diferencia de las grandes pasarelas internacionales) y, en consecuencia, está mucho más influenciada por decisiones políticas como ésta que, según Solana, partió de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, tras la polémica de las tallas de la anterior edición.

Entretanto, en las carpas instaladas esta vez en el madrileño parque del Retiro para la celebración de esta feria de la moda, mucho más ajenos a la polvareda mediática levantada en torno a la cacareada "masa corporal", modelos y diseñadores eludían la reiterada pregunta acerca del tema, cansados de que ensombreciera el glamour y el brillo de sus desfiles. "No me pienso pronunciar sobre eso. Estoy harta. Cada uno que piense lo que quiera. Yo mi opinión prefiero reservármela para mí misma", comentaba en un descanso entre desfile y desfile, sentada en el suelo con un libro de Carlos Ruiz Zafón entre las manos, la modelo Clara Alonso, de 19 años y estudiante de Ilustración. "Habría que conseguir que todas las pasarelas se pongan de acuerdo. Cibeles corre el riesgo de perder prestigio internacional porque algunas modelos no vendrán por miedo a ser rechazadas", comentaba la catalana de 20 años Elisabeth Más.

Ahuyentar rostros conocidos

En el mismo sentido, el diseñador Juan Duyos aseguraba: "La medida sería perfecta si se tomase como ejemplo y se recogiese en otras pasarelas internacionales. Pero se convierte en nefasta cuando lo que consigue, como ha ocurrido en esta ocasión, es ahuyentar a rostros conocidos, a modelos que trabajan en todo el mundo y que venden nuestros productos. El casting de este año ha sido pobre e inexperto. Ha habido modelos que han hecho todo, porque las seleccionamos todos los diseñadores en cuanto vimos que sabían caminar. Para hacer un buen pastel, todos los ingredientes tienen que ser buenos. No basta con que la colección sea potente: hay que iluminarla, lucirla y aderezarla. Modelos, iluminación, música...: todo es importante en esa puesta en escena, y todo el mundo sabe que los rostros conocidos venden", explicaba.

A la par se refería a temas más ligados al mundo de la moda: "Se echa en falta una mejor estrategia de marketing que atraiga a medios extranjeros con peso internacional en el mundo de la moda para situar las creaciones españolas junto a las de otros muchos países, por ejemplo".

"Lo que sé es que las condiciones del casting se cambiaron pocos días antes de comenzar la pasarela [cuestión que ha reconocido la propia directora del certamen] . Las chicas que no han desfilado aquí están en Londres o en París, que no creo que cambien nada. Esto no tiene ningún sentido", comentaba un portavoz de la agencia de modelos Traffic.

"Este desfile no se puede comparar con ningún otro internacional. En todo caso, se puede comparar Alhaurín de la Torre", decía, después de abandonar indignado el recinto, Luchan Georgescu, director de la agencia de modelos Colors. "Estas ferias deberían servir para crear y promocionar el made in Spain y no para estas chorradas".

El caso es que al hilo de esta polémica de diseño, varias preguntas están en el aire: ¿quién establece y cómo los cánones de belleza?; ¿quién está más enfermo: el colectivo de las modelos o la sociedad?

Sorprendentemente, en estas dos cuestiones las dos partes, o los dos mundos (el de la moda y el otro), están bastante más de acuerdo. Los estándares de belleza, comunes en casi todo el mundo, los establece el mercado, la oferta y la demanda y, por tanto, y en última instancia, la sociedad en su conjunto. En este aspecto coinciden tanto los representantes de la moda como los sociólogos, pasando por médicos y nutricionistas.

"En un mundo en el que hay una crisis total de las instituciones convencionales, como familia, iglesia, política y centros educativos, los jóvenes, y en este caso las jóvenes, se ven obligados a forjar sus identidades sin referentes sólidos y bajo una falsa sensación de plena libertad. Son, en cambio, volubles, fácilmente manipulables, y el mundo de los medios de comunicación y de la publicidad, valiéndose de las últimas tecnologías, ha encontrado su filón en ellos", argumenta Andrés Canteras, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. "Apenas les dan tiempo a identificarse con una cosa, cuando ya les ofrecen otra. Se han subvertido los valores y, por encima de todo, está el éxito, el triunfo, el dinero... El mercado, sibilina y exquisitamente, ha impuesto su tiranía y ha suplantado la carencia de esas anticuadas instituciones", concluye.

El mercado marca las reglas

También Susana Monereo, jefa de la sección de Endocrinología del hospital madrileño de Getafe en Madrid y una de las especialistas que guió los exámenes de las modelos de Cibeles, apunta en el mismo sentido: "Las modelos no están enfermas. La sociedad les obliga a eso. No tengo ni idea de por qué va por ahí, por el culto a la delgadez como camino del éxito. Y no son las pasarelas los únicos sitios en los que se genera esa imagen, sino que están la publicidad, revistas, etcétera. Y quizá en una chica sana no tengan mayor trascendencia esos referentes, pero en una adolescente inestable son peligrosos. La educación es fundamental. Los trastornos alimenticios son multifactoriales. El índice de masa muscular sólo marca un límite a partir del cual existe más riesgo de enfermar", explica.

"Todo depende de lo que la sociedad pide. La sociedad decide y dice esto no me lo quitas", decía Cuca Solana. "El que impone las reglas es el mercado, la propia sociedad, no hay ningún colectivo ni gremio concreto que pueda imponer nada. Los diseñadores somos también un reflejo estético", comentaba Miguel Palacio, tras la presentación de su colección. "Es absurdo atacar a las pasarelas, aunque sea con la mejor intención. Uno no está sano o no por subirse a una báscula. Es una cuestión educacional y de muchas otras cosas", agregaba.

La siguiente cuestión a dilucidar sería qué va antes: la oferta o la demanda, que es como preguntarse por el huevo y la gallina. Al final, el que parece mandar en este asunto, más allá de las glamurosas pasarelas, es el mercado, convertido en un misterio que nadie sabe explicar exactamente cómo funciona.

Una chica presenta un modelo en la Pasarela Cibeles de 2005.
Una chica presenta un modelo en la Pasarela Cibeles de 2005.CRISTÓBAL MANUEL
Una modelo en la Pasarela Cibeles de 1994.
Una modelo en la Pasarela Cibeles de 1994.BERNARDO PÉREZ

¿Qué es la anorexia?

LA ANOREXIA es una enfermedad de causa genética, aunque el entorno (los modelos publicitarios, la presión social) sean su desencadenante. Consiste en una distorsión de la percepción de la propia imagen que hace que la persona nunca se vea lo suficientemente delgada. Ello impulsa a los enfermos a recurrir a métodos extremos para perder peso (dietas, vómitos, ejercicio continuo). La proporción de personas que la van a padecer ronda el 2%. La mayoría (nueve de cada diez) son chicas. De los enfermos, el 60% se cura si se diagnostica pronto. La mortalidad ronda el 5%.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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