"Quisiera ver mi cine sin angustiarme"
Juan Diego (Bormujos de Aljarafe, Sevilla, 1942) es uno de los actores más camaleónicos de la escena española: se ha calado la boina del Che Guevara, ha hecho de Francisco Franco en Dragon Rapid, ha conquistado los hogares con Los hombres de Paco y ha conmocionado al público de las salas de teatro. En 2004 su teléfono no sonaba. En 2005 no dejó de hacerlo y ahora se ven los frutos. "¿Qué pasa, que ahora soy un actor cojonudo y hace dos años no?". Juan Diego tiene pendiente el estreno, entre otros, de El camino de los ingleses, de Antonio Banderas, y acaba de presentar Vete de mí, de Víctor García León. Su nombre suena entre la crítica como posible Concha de Plata a la mejor interpretación masculina del Festival de Cine de San Sebastián por su papel en esta película. Encarna a Santiago, un actor en horas bajas.
Pregunta. Siempre dice que acepta un guión si le conmueve. Pero, ¿Vete de mí, escrito para usted, le atrajo por algo más?
Respuesta. Me apetecía trabajar con Víctor por la profundidad y la vena de humor que había visto en sus trabajos. Pero además soy actor y me interesó hablar de la profesión desde la mirada del perdedor.
P. El protagonista se siente hastiado por representar una obra que no le interesa. ¿Le ha ocurrido?
R. Hay veces que de pronto ves que te repites y sientes que estás perdiendo tu identidad como actor que quiere conmover. Pero lucho contra ello. Si no trabajara con pasión sentiría compasión de mí mismo y me dedicaría a otra cosa.
P. García León ofrece una mirada descarnada sobre la familia y la juventud. ¿La comparte?
R. Creo que Víctor ha tenido una gran valentía. Las loas a la juventud me parecen reaccionarias y malas para la propia juventud. Es evidente que tienen problemas para irse de casa, que los investigadores son eternos becarios, que si se les llama la generación mileurista es por algo, pero...
P. Usted, que toda su vida ha sido activista, que ha alzado la voz, por ejemplo, contra la guerra, ¿la considera poco comprometida?
R. No soy nadie para juzgarla. Pero creo que debe rebelarse. Si no, ¿quién va a tomar el relevo para lograr una sociedad comprometida consigo misma?
P. ¿Hasta dónde debe llegar el compromiso de un actor?
R. Hasta donde llegue el ciudadano.
P. ¿Teme hoy por la cultura?
R. La cultura siempre está en precario. En el momento en que pueden le asestan un golpe. Igual que a la libertad de expresión.
P. ¿Pero es optimista o pesimista sobre el futuro del cine y el teatro?
R. Soy pesimista, pero también un convencido de que la realidad siempre se puede cambiar.
P. Después de 30 años de trayectoria, ¿qué le mueve?
R. Lo que le pasa al hombre y a la mujer.
P. ¿El aplauso es imprescindible?
R. El público nunca aplaude lo suficiente, o aplaude demasiado.
P. Cuando mira para atrás, ¿cómo ve su carrera?
R. Ni miro ni la veo. Sólo hay que echar la vista atrás para no repetir errores, para no joder a la gente o herir a tu otro yo. Yo no quiero escribir mis memorias. ¿Para qué? ¿Para justificar lo mal que lo hice, vengarme no sé de quién o autoinventarme? No.
P. ¿Qué le queda por conseguir como actor?
R. Sentarme de frente a ver una película mía y no angustiarme.
P. ¿Se siente querido y reconocido?
R. Me siento querido. Pero si soy como soy es porque me he encontrado con gente de puta madre en la vida, en la profesión, en la política, en la pelea... Todos nos hacemos en ese roce.
P. ¿Su vida es una pelea?
R. Mi vida es la búsqueda del abrazo y a veces los abrazos necesitan forcejeo.
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