El ajo y el limón no curan el sida
La ministra de Salud surafricana, en el ojo del huracán por sus prácticas contra el VIH
Ochenta y un científicos internacionales, entre ellos un premio Nobel y el descubridor de la conexión entre VIH y sida, Robert Gallo, han solicitado el inmediato relevo de la doctora Manto Tshabalala-Msimang como ministra de Salud para poner fin a las políticas desastrosas y seudocientíficas que han caracterizado la respuesta del Gobierno surafricano al VIH-sida.
La petición al presidente del Gobierno, Thabo Mbeki, está contenida en una carta durísima dirigida el pasado 6 de septiembre. La ministra se encuentra en el punto de mira de científicos, ONG y organizaciones de afectados por el virus, que la acusan de promocionar determinados alimentos -el limón, el ajo o la remolacha- como alternativas a los tratamientos médicos. Por el momento, la campaña contra la ministra ha dado sus frutos, y el pasado fin de semana se constituyó una comisión interministerial para lidiar con la pandemia.
Científicos de todo el mundo quieren poner fin a las políticas desastrosas y seudocientíficas que caracterizan la respuesta de Suráfrica al sida
Mientras la propia Manto niega que se le haya separado de su responsabilidad en la enfermedad, Nathan Geffen, portavoz de la organización Treatment Action Campaign (TAC), asegura que "es un paso en la dirección correcta, pero no es suficiente; la ministra todavía controla el sistema de salud, su personal y su administración". El TAC lidera la lucha por la provisión universal de antirretrovirales en el país y sus militantes protagonizaron una protesta en la Conferencia Internacional sobre el Sida, realizada en Toronto el pasado mes de agosto, al ocupar el stand de Suráfrica, en el que el Ministerio de Salud desplegó una legión de limones y ajos a los que dio mayor protagonismo que a los antirretrovirales (ARV).
Mbeki se mantiene en lo que los analistas políticos han denominado un "testarudo silencio" respecto a la pandemia que mata a novecientos de sus compatriotas diariamente, y que ha convertido a Suráfrica en el país con más infectados del mundo (5,4 millones de un total de 45 millones), sólo detrás de India. El periodista Victor Gumede, autor del libro Thabo Mbeki y la batalla por el alma del ANC (Congreso Nacional Africano), asegura que el silencio del presidente se explica porque "continúa convencido de que el VIH no causa sida, y muchos líderes del ANC comparten esta idea. (...) Su rechazo a admitir que el VIH se transmite sexualmente es un obstáculo inmenso en la promoción de cambios de comportamiento". Mbeki flirteó a finales de los noventa con una serie de seudocientíficos que niegan que el VIH produzca sida y mantiene que los antirretrovirales son altamente tóxicos.
El departamento de Salud explica que su énfasis en la nutrición es sólo una parte del programa, basado en la prevención primero, y que pretende fortalecer el sistema inmunológico de los afectados. "Decimos a aquellos infectados por VIH que una buena alimentación prolongará el periodo desde la infección hasta el desarrollo del sida", explica el portavoz de la ministra, Sibani Mngadi. Y añade que el énfasis en el limón, aceite de oliva y remolacha se debe a sus nutrientes. "El ajo tiene propiedades antibacterianas, el limón tiene vitamina C y selenio, y la remolacha es conocida para el tratamiento de la anemia; pero eso es suplementario a una nutrición compensada y no es sustituto de ningún tratamiento".
Médicos tradicionales
El apoyo de Manto Tshabalala-Msimang al uso de médicos tradicionales (sangomas) no ha despertado las críticas de los militantes antisida, pero sí el hecho de su supuesto apoyo a determinados curanderos, de origen europeo, como el doctor Mattias Rath, que vende simples complejos vitamínicos como curas del sida, o la holandesa Tina van der Maas, enfermera y autodenominada nutricionista, que vende un extracto hecho a base de vegetales, aceite de oliva, ajo y limones, y que se comercializa con los colores de la bandera del ANC. Van der Maas tuvo su momento de gloria cuando la hija de una dirigente del ANC, Nozipho Bhengu, rechazó el uso de ARV e inició una dieta basada en sus consejos. Y su momento de bochorno, con la muerte de Bhengu, tres años después. Benghu y Van der Maas se conocieron a través de la ministra de Salud, que también permitió a la holandesa operar en tres hospitales públicos. "Esto no es enfatizar nutrición, es seudociencia. La única gente que se beneficia de esto son charlatanes que venden tratamientos no probados científicamente a gente con VIH", dice Geffen.
La doctora remolacha
En la Conferencia Internacional sobre el Sida, celebrada en Toronto el pasado mes de agosto,el enviado especial de las Naciones Unidas para África, Stephen Lewis, se explató sobre la situación de la lucha de las instituciones contra el sida en Suráfrica: "Las teorías del Gobierno son más propias de un grupo extremista que de un gobierno preocupado y compasivo". Lewis sostiene que es persona non grata en el país por sus ideas contrarias a la ministra de Salud de Suráfrica, Manto Tshabalala. Ésta es una ferviente y leal colaboradora del primer ministro Thabo Mbeki y se ha convertido a la vez en un chivo expiatorio y en el blanco de caricaturistas e ilustradores, que la han bautizado como Dr. Beetroot (doctora Remolacha).
El TAC (Treatmen Action Campaign), grupo que lidera la lucha por ampliar el uso de retrovirales en Suráfrica, pide que éstos lleguen a las cárceles. 15 reclusos de la prisión de Westville tuvieron que acudir a la justicia para que se les garantizara el acceso a antirretrovirales. Ganaron el juicio el pasado mes de mayo, pero el gobierno aseguró su voluntad de recurrir el fallo. El juez ordenó cumplir con la resolución inmediatamente.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.