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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Temores y desajustes

La publicación de las previsiones de crecimiento para la economía mundial y la europea ha venido a demostrar la irresistible tendencia de los responsables políticos de la economía -ministros, vicepresidentes, comisarios europeos- y buena parte de los analistas económicos al masoquismo de la zozobra permanente y al sermoneo de las "reformas estructurales". El Fondo Monetario Internacional asegura que la economía mundial crecerá este año el 5,1% -la segunda mejor tasa de los últimos 30 años-, mientras que para el año próximo pronostica un crecimiento del 4,9%. En Europa, las buenas noticias son más moderadas, pero también contundentes: los 12 países de la eurozona crecerán este año el 2,5%. La economía mundial acumula ya un quinquenio de fuerte crecimiento y la europea confirma que la parálisis alemana deja paso a una trayectoria de moderado crecimiento.

El villano del cuento sigue siendo la inflación, como se ha encargado de repetir el presidente del Banco Central Europeo y acaba de recordar el comisario europeo para Asuntos Económicos, Joaquín Almunia. En la zona euro se mantiene en torno al 2,3% -recuérdese que el objetivo permanente es el 2%- y aparece además el riesgo cierto del precio del petróleo. Pero hay que confiar en que la política de endurecimiento monetario iniciada por el BCE, que probablemente elevará el coste del dinero hasta el 3,5% a finales de 2006, enfriará las tensiones inflacionistas en Europa.

En el caso de España, la amenaza de los precios es mayor porque existe un núcleo histórico irreductible en el mercado de los servicios y, efectivamente, existe una cultura de sustitución de los ingresos que no se obtienen por aumentos de productividad o de valor añadido por elevaciones continuadas en el precio final de los productos no sometidos a competencia. Es ahí donde se desemboca en las imprecisas "reformas estructurales", que no deben significar lo mismo para Rodrigo Rato que para Joaquín Almunia. Las verdaderas reformas estructurales suelen tener elevados costes políticos y materiales.

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