Graduados en barracones
Miles de alumnos en las grandes capitales estudian en aulas prefabricadas a la espera de que se construyan los colegios necesarios
"Hay niños de 11 años que llevan toda la primaria en barracones". Ésta es la foto fija de la educación valenciana que hace Salva Asensi, empleado de banca nacido en Riba-roja hace 43 años, un municipio ubicado en una de las comarcas (Camp del Turia) donde es frecuente el pelotazo urbanístico. Con cada vez más población desplazada de Valencia capital en busca de adosados a mejor precio, en Riba-roja "los servicios básicos están desbordados", coinciden los usuarios.
El colegio público Camp del Turia es un claro exponente: este curso tiene el honor de colgar en su historia una orla insólita: "La primera promoción de niños de primaria que empezó y termina en módulos prefabricados", describe gráficamente Asensi, recién designado presidente de la asociación de madres y padres de alumnos (AMPA). Son la generación de graduados en barracones. Han cursado íntegramente cinco años en ellos. A punto de estrenar la ESO, no saben qué es un aula normal. Algunas madres "han sacado a sus hijos del colegio hartas de los barracones", explican desde la federación de padres. El polémico Mapa Escolar aprobado por la Administración desde 1996 -que contemplaba más de 400 obras entre nuevas construcciones y reformas- oficialmente "está concluido". Pero, en la práctica, camina a marchas forzadas.
El Gobierno valenciano ha previsto invertir 6.000 millones para módulos prefabricados
Los barracones forman parte del paisaje de la educación española. No hay cifras globales, pero el fenómeno está muy extendido. En Madrid hay oficialmente 36 -con 25 alumnos por aula-, pero los sindicatos elevan la cifra a 400 si se aplican criterios menos rotundos. En Cataluña, el curso empezará el martes con 643, aunque el Gobierno catalán ha prometido que se irán reduciendo a medida que avance el curso. La Comunidad Valenciana admite en torno a 750 (unos 15.000 alumnos), pero los sindicatos doblan la estimación.
"Las aulas prefabricadas se están comiendo patios de recreo de las escuelas valencianas. Cada año ponen más", resume Asensi, quien, pese a la desmoralización de algunos padres y madres, pretende imprimir "fuerza" al AMPA de su colegio.
En junio, el alcalde, Vicente Tarazona (PP), aseguró, en medio de las presiones en la calle y mostrando "un manifiesto firmado por el conseller" que el nuevo colegio estaría listo "en septiembre próximo". Han pasado tres meses y sólo hay unas catas.
El retraso de la Generalitat en la adjudicación de los proyectos, debido a la falta de suelo municipal, en unos casos, y en otros, a la especulación, ha precipitado que, a sólo nueve meses meses de las elecciones, la Administración de Francisco Camps haya iniciado la licitación de obras escolares. La Generalitat ha previsto invertir 6.000 millones en cuatro años (hasta 2010) para aulas prefabricadas, tantas como se necesitarán para alojar a los niños mientras construyen o modifican los colegios.
Así que, en Llíria -otro denso núcleo urbano de la misma comarca que acoge alumnos de media docena de pueblos de sus alrededores- hay institutos como el Camp del Turia que "están llenos de barracones, porque hace 20 años que están pendientes de la ampliación y reforma", explica Aixa García, una periodista argentina en paro que lleva tres años en Llíria y soporta "el caciquismo rampante del Ayuntamiento en materia de educación" con mal humor. Aixa tiene dos hijos -Gonzalo, de 4 años, y Nicolás, de 14- que empiezan el curso en instalaciones con "cada vez más barracones". El colegio público San Miguel está pendiente "desde hace tres años de la cesión de suelo", insiste. En este municipio "tenemos cuatro colegios concertados y sólo dos públicos". Así que este curso, el San Miguel -con 600 niños de 3 a 11 años- ha tenido que habilitar "siete aulas en barracon
es". Ésa es la vida cotidiana. Aún así, esta argentina está decidida "a dar la batalla por los servicios públicos" desde la coordinadora comarcal de asociaciones de padres.
En Benimámet, al norte de la capital valenciana, sí hay suelo. Pero lo usa la Feria de Muestras. "Es más rentable para el Ayuntamiento alquilarlo que cederlo", certifica María José Navarro Vercher, madre de Nuria, que "empezará 1º de ESO en un colegio porque no se ha ampliado el instituto", y de Ana, en 4º de ESO. "Cinco años de retraso en la ampliación del instituto", se repite Vercher, "y sin darnos información, son para quemar a cualquiera". "Porque, no es lo mismo que tus hijos estudien educación secundaria obligatoria con profesores especialistas, que con maestros obligados a dar secundaria". A esto se añade que por "la presión de los padres para que sus hijos puedan continuar la ESO en valenciano", la consejería se ha visto forzada a poner "dos aulas prefabricadas que se han comido parte del aparcamiento y del patio de recreo".
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