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Columna
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¿Tiene que renovarse el DNI?

Si usted pretende renovarse el DNI, que no le pase como a mí, que salí de casa el 23 de agosto a las nueve de la mañana y regresé al mediodía con el rabo entre las piernas. Aunque como no hay mal que por bien no venga, espero que mi experiencia le sirva a alguien tan poco aplicado como yo en los asuntos de papeleo. Como norma general le aconsejo que tanto para esta gestión como para cualquier otra burocracia, se deje la lógica y el sentido común en el cuarto de baño junto con las células muertas que se le caen al ducharse.

Uno. Hay que llevar fotos. Si va a un fotomatón a hacérselas, le saldrán para carné dos opciones: color y blanco y negro, dando por sentado que sirven ambas. Pues no, elija el color porque el blanco y negro no vale. Por lo menos ahora entregas color y sale color. En cambio, en el DNI que tengo a punto de caducar, entregábamos, si no recuerdo mal, la foto en color para que al final saliera en un blanco y negro de fotocopia chapucera en que estábamos todos bastante horrorosos y con caras de sospechosos. Viéndose en esta foto, uno sabe que si aún no ha hecho la pifia, ya la hará. De hecho, cuando por descuido me veo en el DNI sueño que la policía está a punto de pillarme por algún crimen que no llego a saber cuál es, pero que tengo la fuerte sensación de haber cometido. La puñetera foto saca de mí una culpa tremenda que debo de arrastrar de alguna vida pasada, y en el fondo la echaré de menos porque tiene algo, se lo digo yo. Haga la prueba, si conserva un DNI antiguo quédese contemplándose unos segundos antes de dormirse. Viajará por el lado oscuro.

Dos. No crea que porque sea agosto y se diga que Madrid está vacío no se va a topar con una gran cola. Con esa pretensión fui a la comisaría de la calle de la Luna con mis fotos en blanco y negro hechas en el fotomatón de enfrente después de sudar la gota gorda tras las cortinillas, y me encontré con que todo Madrid había pensado lo mismo que yo, aunque eso sí, con dos o tres funcionarias para todo.

Tres. Aunque a la entrada de la comisaría le den un número, no se fíe y no se vaya a tomar un café porque lo que se respeta es la cola. Fue algo que pregunté inocentemente. Si hay número, ¿para qué la cola? Y nadie me hizo caso. Así que me coloqué con el número en la mano, la mirada al frente y la sospecha de que algo no iba bien.

Cuatro. Si ha cambiado de domicilio, tiene dos caminos. Quedarse como está, con la dirección antigua, puesto que nadie le pide que demuestre que sigue residiendo donde dice que vive. O bien, poner en orden los datos. Y aquí surgen las complicaciones. Si las cosas se dejan como están, aunque no sean ciertas, no pasa nada, pero si se pretende introducir alguna modificación las molestias y pérdida de tiempo son considerables. No crea que sirve para justificar el domicilio algo como la tarjeta censal, que envía la Oficina del Censo Electoral, que a mí me parece bastante oficial, hay que solicitar un certificado en la junta de distrito a la que pertenezca y que caducará a los tres meses. Ahora comprendo a ese amigo mío que tiene en el DNI una dirección en la que ya no vive hace 15 años. ¿Y pasa algo? Pues no pasa nada, que alguna multa no le llegará. Eso sí, tiene problemas psicológicos. En cuanto se descuida y ve la antigua dirección en el carné, le vuelve la pesadilla en que él se ha colado en ese piso que ya no es suyo y oye angustiado cómo los nuevos dueños abren la puerta con la llave. Entonces se despierta.

Cinco. Por favor, no caiga en la fantasía de creer que Internet sirve para algo más que para chatear y comprar billetes de avión. Si así fuese, desde esta comisaría podrían acceder al distrito de Moncloa, al que pertenezco, y verificar mi dirección. Pero no, he de perder otra mañana en ir a buscar el dichoso certificado. Y es que el papeleo es una manera de conocer la ciudad.

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Seis. Si existe un error en la base de datos de las oficinas y le han cambiado su segundo nombre, como es mi caso, tendrá que demostrar que se han confundido aportando la partida de nacimiento, por lo que me parece que me voy a quedar así, con otro nombre, otra dirección y la foto de la extraña que hay en mí.

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