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Columna
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Simbiosis entre público y toreros

En lo concerniente al mundo de los toros, la Semana Grande bilbaína ha deparado momentos de sumo interés, como pocas veces se había visto en los últimos veinticinco años. Uno de los grandes protagonistas fue el público que acudió a Vista Alegre. Se entregó con apasionado fervor cuando era preciso. Mostró su decepción allí donde había que mostrarla. En su conjunto desplegó un comportamiento ejemplar...

De ahí que existieran momentos durante la lidia de algunas corridas donde la actuación de toreros y público se fundían en una sola cosa. Mientras cada uno de los toreros más sobresalientes tejía su labor artística, pase a pase, latido a latido, el público vibraba, aplaudía, se entregaba rendido y agradecido a cuanto le estaban ofreciendo. Y así, en la corrida del martes el público supo entender y admirar la formidable actuación del torero francés Sebastián Castella. Percibían los espectadores que el torero les estaba dando una verdad rotunda, entera, sin tasa. La simbiosis entre público y toreros resulta más comprensible, y hasta fácil, cuando los diestros se llaman Enrique Ponce, sobre todo, y El Juli. Las dos intervenciones de Ponce se inscriben en apartados muy diferenciados. En tanto en la corrida de Zalduendo el torero valenciano desplegó un repertorio estético de muchos quilates, que el público saboreaba como si se trata de líquido ambrosíaco, su labor frente a un toro de Alcurrucén, al que parecía imposible sacarle un pase en condiciones, ese mismo público supo valorar y premiar el acucioso magisterio desplegado por el maestro. Con El Juli, el público tiene presente que es un torero con una honradez y profesionalidad encomiables. Sabe que siempre sale a darlo todo en Vista Alegre, por lo que le respeta, admira y quiere sobremanera. Además de lo dicho, el público supo suministrar la importancia debida a la magistral estocada de Salvador Cortés en la tarde del lunes. Otro dato a sumar en el haber del público.

Percibían los espectadores que el torero les estaba dando una verdad rotunda

Como remate de feria, en los dos últimos festejos se vivieron grandísimos momentos -quizá los momentos más emocionantes-, justamente cuando hizo aparición el toro de verdad. Como quiera que los toros de Victorino Martín -el ganadero con más crédito en los últimos cincuenta años-, constituyeron un completo fracaso, dos ganaderías saltaron a dar espectáculo. El sábado, los toros de La Quinta pusieron el corazón del público -cada uno de sus rojos corazones- en un puño, por el juego brioso y duro desplegado. Dos bravos toreros sufrieron heridas por ponerse -gallarda y toreramente dispuestos-, frente a unos toros proscritos por las figuras del escalafón. Los dos pasaron por el hule de la enfermería, heridos en cada uno de sus primeros toros. El público trató a los dos jóvenes toreros, Fernando Cruz e Iván Fandiño, con justísima conmiseración, notable respeto y una admiración de la misma intensidad que lo hiciera con los toreros arriba significados.

Al día siguiente, tres toros de Cebada Gago cerraron la semana con una buena nota. El tercero de la corrida, el mejor de todas la ganaderías lidiadas en el coso de la calle Martín Agüero, desarrolló bravura, fuerza, calidad y buen son a raudales. Tuvo la suerte ese toro de ponerse en manos de un torero de los pies a la cabeza, tal Domingo López Chaves. Toro y torero crearon unos instantes de emoción arrolladora. Surgió entre los dos aquello que ha hecho de la fiesta brava un espectáculo único. A los tendidos llegaba el eco de cuanto acontecía en el ruedo: la inundación espontánea de sentimientos poderosos...

La nota discrepante ha sido la campaña contra el presidente de la plaza, Matías González, por parte de algunos profesionales del halago, esos empalagosos palmeros de las figuras. Quieren sacarlo del palco a como dé lugar. Desean sustituirlo por alguien con más "tragaderas", alguien dispuesto a regalar orejas a tutiplén y que decida ser renuente a la hora de devolver toros. Mas será la maduración del público bilbaíno quien aborte esos espurios barruntes. Así lo creemos.

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