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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Estuario Guayaquil

J. Ernesto Ayala-Dip

El autor ecuatoriano Leonardo Valencia, afincado en Barcelona desde hace unos años, nos recuerda en su nueva novela, El libro flotante de Caytran Dölphin, una tendencia literaria europea de primera mitad del siglo veinte que entronca con Rainer Maria Rilke, Valéry Larbaud, Blaise Cendrars, entre otros. Una literatura de énfasis cosmopolita, de metaforización de la crisis de conciencia de las primeras décadas del siglo, de sutil itinerario de búsquedas estéticas. No es gratuito que en este libro un personaje secundario se llame Barnabooth, en clara alusión a la autobiografía novelada de Larbaud. Si los lectores han leído la novela anterior de Valencia, El desterrado (Debate, 2000, que por cierto lleva el mismo título que uno de los poemas más hermosos de Jorge Luis Borges), verán respecto a la que ahora reseñamos un propósito más experimental, sin que por ello se difumine la naturaleza esencial de la narrativa que lleva a cabo el escritor ecuatoriano. De manera más lineal, en aquélla se narraba la historia de tres generaciones de una familia: los Dalbona. Y su contexto histórico se movía alrededor del nacimiento del fascismo, focalizado en Roma. En la novela que ahora nos ocupa, Valencia vuelve a la anatomía de una familia, remarcando su carácter de desarraigo social y cultural, sólo que en esta larga historia se impone la proliferación de señas literarias, homenajes, alusiones y una extensa reflexión sobre el poder vivificante de los libros como búsqueda de nuestro ser.

EL LIBRO FLOTANTE DE CAYTRAN DÖLPHIN

Leonardo Valencia

Funambulista. Madrid, 2006

438 páginas. 18,95 euros

El libro flotante de Caytran Dölphin es la historia de Iván Romano, el hijo de una familia judía italiana que emigra a Ecuador, exactamente a la ciudad de Guayaquil. Las múltiples referencias al agua hubieran hecho las delicias hermenéuticas de Gaston Bachelard. El relato en primera persona se concentra en la vida de los hermanos Fabbre: Ignacio y Guillermo, el que se hace llamar Caytran y el autor de un libro, Estuario, del cual Romano intenta deshacerse. Valencia no elude el juego autorial. Él mismo se introduce, como un ardid barroco, en la escena novelística. Y él mismo disimula, tras la autoría de Caytran, sus propios aforismos. Valencia alterna el relato lineal con la tradición literaria del fragmento. Para terminar, no quiero dejar pasar otra alusión que Leonardo Valencia nos ofrece, como de pasada, pero que creo que gravita sobre su magnífica novela. Me refiero a las referencias al poeta francés Edmond Jabès. Valencia toma prestado de Jabès su vocación especulativa en torno a las palabras y, no con menor intensidad, en torno al silencio.

El escritor Leonardo Valencia.
El escritor Leonardo Valencia.MARCEL.LI SÁENZ

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