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Reportaje:Alto el fuego en Oriente Próximo

Tres familias israelíes desgarradas por la guerra

La mujer y los padres de los soldados secuestrados en Gaza y Líbano relatan la angustiosa espera de noticias

Tres soldados secuestrados y tres familias desgarradas. La mujer de Udi Goldwasser, capturado por Hezbolá; el padre de Eldad Regev, también secuestrado el 12 de julio por la milicia chií, y el padre de Gilad Shalit, en manos de organizaciones palestinas armadas desde el 25 de junio, lamentan que el Gobierno israelí haya utilizado la fuerza en lugar de la negociación y le piden que traiga a los suyos a casa cuanto antes.

Karnit Goldwasser, esposa de Udi Goldwasser "Fui feliz cuando me enteré de que no estaba muerto"

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Durante siete horas Karnit temió que su marido fuese el soldado no identificado de los ocho que mató Hezbolá aquella madrugada del 12 de julio. Cuando a las 11.00 de la noche un oficial le comunicó que Udi, de 31 años, era uno de los dos secuestrados, recuerda: "No podía contener la alegría. Fui feliz cuando me enteré de que estaba secuestrado. Es el sentimiento surrealista". Karnit y Udi han vivido juntos nueve años pero sólo llevan 10 meses casados y ella se propuso en el mismo instante en que supo que Udi vivía "traerle a casa y celebrar juntos el aniversario".

"La gente cuando se levanta piensa en la cantidad de cosas que tiene que hacer ese día. Yo sólo tengo un objetivo desde el 12 de julio: que vuelva", dice esta ingeniera de Medio Ambiente, que ha dejado a un lado el máster que estaba preparando para dedicar todos sus esfuerzos a la liberación de su marido. "Me había prometido un regalo por mi cumpleaños, que fue días antes de que se fuera y tiene que cumplir su promesa. Él es mi regalo", dice Karnit con una amplia sonrisa, a la que se agarra como si con ella espantara los fantasmas del dolor y del miedo.

Si alguien la viera sin escuchar lo que dice pensaría que cuenta una bonita historia. "Le secuestraron a 30 minutos de aquí, cuando patrullaba por la zona fronteriza. Iban ocho soldados en dos vehículos Hummer y se toparon con un comando de Hezbolá. Del primero murieron todos; del segundo, los dos de la parte izquierda resultaron heridos y los de la parte derecha, Udi y Eldad, secuestrados". El tanque que trató de rescatarles también fue atacado y murieron sus cuatro ocupantes.

"Después de un mes, Udi debía volver esa misma mañana y yo me levanté a las 8.00 para cocinar. Puse la radio y entonces lo oí. Le llamé y le llamé sin respuesta. A las 15.30 vinieron a verme oficiales del Ejército y del Ayuntamiento. Me dijeron que había siete muertos identificados, uno sin identificar y dos secuestrados. Me pidieron su cepillo de dientes y algún pelo para hacer pruebas de ADN y me trajeron aquí, a casa de mi madre", relata.

Karnit cerró su apartamento de Haifa y desde entonces no ha vuelto. El chalé de Nahariya se convirtió aquella noche en que se dejó de preparar el funeral de Udi en un auténtico cuartel de búsqueda. Familiares y amigos se mueven por la casa cada uno colgado de un móvil; la televisión está encendida 24 horas con un guardián de zapeo; la mesa del comedor esta llena de papeles y desde un ordenador conectado a Internet te enseñan fotos de la pareja por si alguna ilustra mejor el "reportaje que puede ayudar a liberarle".

"Lo más difícil", continúa, "es no tener noticias. No saber si está herido o no. Hezbolá no ha querido, ni por razones humanitarias, recibir la carta que le enviamos a través del Comité Internacional de la Cruz Roja para conseguir la más mínima señal sobre cómo se encuentra", afirma Karnit, que mide con extremo cuidado sus palabras antes de contestar que "no entiende por qué el Gobierno israelí quiso acabar la guerra sin recuperar a Udi"."Es la primera vez que le destinan al norte y estábamos contentos porque parecía mucho más fácil y seguro que otros sitios. Estábamos equivocados", señala sin mencionar los territorios ocupados o Gaza, que sigue igualmente bajo la bota del Ejército israelí, aunque supuestamente es independiente. "Como reservista, Udi ha ido siempre sin preguntar adonde le han pedido. Por tanto, el primer ministro debe traerlo también sin preguntar", afirma instando al Gobierno a negociar lo que sea necesario y con quien sea.

Zvi Regev, padre de Eldad Regev "Si no hubiera habido guerra mi hijo estaría aquí"

A sus 60 años y jubilado, Zvi Regev asegura que el horror que está viviendo desde que Hezbolá secuestró a su hijo es más angustioso y más desgarrador que los largos meses de lucha contra el cáncer que pasó junto a su mujer hasta que la enfermedad acabó con ella hace ocho años. Zvi no quiere hablar de política ni criticar al Gobierno, pero no puede evitar pensar: "Si no hubiera habido guerra tal vez ahora mi hijo estaría aquí conmigo".

Eldad, de 26 años, es el más pequeño de cuatro hermanos. A este antiguo obrero se le ilumina por unos instantes el semblante al recordar que su hijo menor se está preparando para entrar en la universidad. "Quiere ser abogado, y para pagarse los estudios trabaja como guardia jurado en una compañía privada", dice.

Zvi, que vive en un humilde apartamento de un barrio del centro de Haifa, no para de retorcerse las manos, agobiado más por el dolor que por las preguntas, y contesta con apenas un hilo de voz, como disculpándose por su malestar. "Estamos decepcionados con el resultado de la ofensiva y con el primer ministro porque prometió que traería a los muchachos y no sabemos nada de ellos", señala.

Beni, el hijo mayor, se ha convertido en el portavoz de la familia. Él es quien se encarga de todos los contactos con el Gobierno y con la prensa y el que pidió a su padre, siempre reacio, que accediera a esta entrevista.

"Beni me llamó aquella mañana para decirme que habían secuestrado a dos soldados en el norte de Israel, en la zona en que estaba Eldad. Comencé a llamarle al móvil y como no contestaba fui a la administración militar del barrio a preguntar. Había hablado con él la anoche anterior y sabía que era su último día de servicio [los soldados en la reserva tienen que cumplir un mes al año de servicio militar]. Jamás pensé que podía ser uno de los secuestrados", subraya.

Sólo a mediodía del 13 de julio le confirmaron oficialmente que Eldad había sido secuestrado y que "había grandes posibilidades" de que estuviera vivo. "Desde ese mismo momento pensé que lo mejor era negociar, que las guerras no son buenas y que el Gobierno había tomado el camino erróneo", afirma. A la pregunta de si se podría haber evitado la ofensiva contesta: "Yo no entiendo de política, ni se qué negociaciones se pueden establecer, pero si ahora se ha involucrado el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, tal vez antes de la guerra también se podía haber acudido a él".

Zvi, sin embargo, señala que, en las dos reuniones mantenidas con el primer ministro, Ehud Olmert, no le ha expresado su voluntad de que negocie con "Hezbolá o con los amigos de Hezbolá, como Francia, Alemania, Reino Unido o Rusia. Ellos tienen influencia". Se limitó a escuchar el compromiso de Olmert de que haría todo lo posible para traer a los soldados a casa.

Pero, "después de la provocación de Hezbolá, con el único objetivo de dañar a Israel", de 33 días de guerra y de ocho de precario alto el fuego, Zvi considera que hoy por hoy "se está más lejos" de liberar a Eldad que antes. Cansado de no saber cómo está su hijo, si come y duerme, si está herido o le duele algo, concluye: "Si finalmente el Gobierno va a intercambiarles por prisioneros, lo mejor es que lo haga cuanto antes. Ya tendría que haberlo hecho".

Noam Shalit, padre de Gilad Shalit "Creo que los palestinos quieren solucionarlo ya"

Noam Shalit está convencido de que "la presión" aplicada a los palestinos desde que secuestraron a su hijo Gilad, de 19 años -una ofensiva que ha causado cerca de 180 muertos- "es conveniente para que la próxima vez se lo piensen antes de empezar una nueva crisis". Cree que la captura por Israel de cuatro ministros y un viceprimer ministro del Gobierno palestino, además de 29 diputados y alcaldes forma parte de esa presión. Y dice: "Una hora después de que liberen a mi hijo estarán todos libres". Tras casi dos meses de tormento, Noam se empeña en ver una luz al final del túnel: "Creo que es cuestión de días", señala y añade: "Soy optimista. Tengo la sensación de que los palestinos quieren solucionarlo ya".

Los Shalit luchaban en su casa de la urbanización de Hila, a una veintena de kilómetros de la frontera con Líbano, por saber de su hijo, secuestrado en Gaza, en el extremo sur de Israel, cuando el primer ministro Olmert desató la guerra contra Hezbolá. Casi podría decirse que la campaña bélica les forzó a volver a una cierta normalidad ya que como su chalé no tiene refugio retomaron sus trabajos, cuyos edificios les ofrecían protección contra los cohetes enemigos y contra el martilleo continuo de la artillería israelí.

Noam, un ingeniero industrial de 52 años, sostiene que siempre estuvo contra la guerra y lamenta que Olmert lanzara una ofensiva que acaparó casi la totalidad de la atención que debía haber dedicado a negociar el fin del secuestro de Gilad. "Mi hijo llevaba sólo 11 meses de los tres años que obligatoriamente deben pasar los israelíes en el Ejército [las mujeres sólo dos] al terminar los estudios de secundaria", señala queriendo indicar que es apenas un muchacho. Los Shalit tienen tres hijos y Gilad es el segundo.

Confiesa, sin embargo, que nunca se ha planteado ir él mismo a buscarle a Gaza. "No sabemos quién lo tiene", señala. "La negociación es muy difícil porque la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que quiere acabar con este caso, no tiene poder sobre los grupos que esconden a Gilad", afirma.

La entrevista es interrumpida por una llamada de teléfono del Gobierno. "No hay ninguna primicia", dice con una sonrisa al volver unos 15 minutos después, aunque está claro que la conversación no le ha disgustado. "El problema", continúa, "es que los secuestradores aún no han presentado una demanda formal".

Egipto presentó la semana pasada una oferta de mediación que preveía abrir las cárceles israelíes de forma inmediata a 600 palestinos, entre ellos mujeres y niños, y dentro de unos meses a un grupo de los que llevan ya varios años entre rejas. Supuestamente los captores de Gilad habrían pedido la liberación de mil palestinos, incluidos numerosos miembros de la resistencia.

"Esto es una pesadilla", dice Noam, "sobre todo para Aviva", su mujer, quien durante la entrevista prepara la casa rural que tienen en el jardín trasero, por si reciben huéspedes el fin de semana. Esta zona de la Alta Galilea, con sus colinas de frutales, encinas, pinos y olivos, es uno de los lugares más preciados del turismo interior israelí. Noam trata de consolarse con las declaraciones de su Gobierno y de Hamás -el partido que ganó las elecciones generales de enero pasado en Gaza y que por no reconocer a Israel es boicoteado por la comunidad internacional-, sobre que Gilad "se encuentra bien y es bien tratado".

Noam Shalit considera que "no hay una conexión directa" entre el secuestro de su hijo y el ocurrido 17 días más tarde que desató la guerra. Señala que son "casos separados, que exigen negociaciones separadas" y deja traslucir su descontento hacia el primer ministro por haberse concentrado en la guerra de Líbano, "para luego no traer a los dos soldados secuestrados allí" y descuidar a Gilad.

Esta información ha sido elaborada con la colaboración de Sal Emergui.

Noam Shalit, padre de Gilad Shalit, soldado secuestrado en Gaza
Noam Shalit, padre de Gilad Shalit, soldado secuestrado en GazaAFP / N. GERTZ
Zvi Regev, padre de Eldad Regev, capturado por Hezbolá el 12 de julio y Udi Goldwasser, junto a su esposa, Karnit, el día de su boda.
Zvi Regev, padre de Eldad Regev, capturado por Hezbolá el 12 de julio y Udi Goldwasser, junto a su esposa, Karnit, el día de su boda.AFP / N. GERTZ

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