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Reportaje:HEZBOLÁ PRIMERO, IRÁN DESPUÉS / 3

Disensiones en el Gobierno de Bush

Donald Rumsfeld, uno de los miembros más poderosos del Gobierno, no estaba de acuerdo con el presidente sobre el papel de EE UU en la guerra

"La sorprendente fuerza de la resistencia de Hezbolá y su capacidad de lanzar cohetes contra el norte de Israel pese a los constantes bombardeos israelíes", me dice el experto en Oriente Próximo, "representan una enorme derrota para el sector de la Casa Blanca dispuesto a emplear la fuerza en Irán, así como para quienes afirman que los bombardeos causarán disensiones y revueltas en el país".

No obstante, dice el ex alto cargo de los servicios de inteligencia, a algunos oficiales que trabajan para la Junta de Jefes de Estado Mayor les preocupa profundamente que la Administración haga una valoración mucho más positiva de lo que deberían de la campaña aérea. "Es imposible que [el secretario de Defensa, Donald] Rumsfeld y [el vicepresidente, Dick] Cheney saquen la conclusión apropiada de todo esto", dice. "Cuando se disipe el humo, dirán que ha sido un éxito, y lo utilizarán para reforzar sus planes de atacar Irán".

"Los israelíes han caído en una trampa psicológica", me decía un agente del espionaje
Hay pruebas de que los iraníes se esperaban la guerra contra la milicia chií Hezbolá
Existen dudas sobre Rice. A principios de agosto empezó a 'agitar' discretamente
Un diplomático dice que Rumsfeld no conocía todas las complejidades del plan
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En la Casa Blanca, y en especial en la oficina del vicepresidente, muchos opinan que la campaña militar contra Hezbolá está saliendo bien y que debe proseguir. Al mismo tiempo, dice el asesor del Gobierno, algunos estrategas de la Administración han llegado a la conclusión de que el coste de los bombardeos para la sociedad libanesa es demasiado alto. "Están diciendo a Israel que deje de atacar las infraestructuras" [este artículo fue publicado originalmente antes del alto el fuego, que entró en vigor el pasado día 14] .

En Israel están surgiendo divisiones parecidas. David Siegel, el portavoz israelí, dice que a principios de agosto los dirigentes de su país opinaban que la guerra aérea había tenido éxito, y que había destruido más del 70% de la capacidad de misiles de medio y largo alcance de Hezbolá. "El problema son los misiles de corto alcance, sin lanzaderas, que pueden dispararse desde áreas y casas civiles", me explicó Siegel. "La única forma de resolverlo es mediante operaciones terrestres, por eso es por lo que Israel estaría obligado a intensificar las operaciones terrestres si esta última ronda diplomática no obtiene resultados". La semana pasada [antes del alto el fuego], sin embargo, había indicios de que el Gobierno israelí estaba inquieto por la evolución de la guerra. En una medida poco habitual, el general de división Moshe Kaplinsky, mano derecha de [el jefe del Estado Mayor de la Defensa, Dan] Halutz, asumió el mando de la operación, en sustitución del general de división Udi Adam. Lo que preocupa en Israel es que [el líder de Hezbolá, Hasan] Nasralá pueda agravar la crisis disparando misiles contra Tel Aviv. "Hay un gran debate sobre cuánto daño debería infligir Israel para impedirlo", explica el asesor. "Si Nasralá ataca Tel Aviv, ¿qué debe hacer Israel? El objetivo de los israelíes es impedir nuevos ataques, convencer a Nasralá de que, si no para, destruirán su país, y recordar al mundo árabe que Israel puede hacerle retroceder 20 años. Hemos dejado de jugar con las mismas reglas".

Un miembro de los servicios de información de un país europeo me decía: "Los israelíes han caído en una trampa psicológica. En los primeros años, tenían la convicción de que podían resolver sus problemas con mano dura. Pero ahora, con los mártires islámicos, las cosas han cambiado y necesitan otras respuestas. ¿Cómo se atemoriza a unas personas que aman el martirio?". Lo malo de intentar eliminar a Hezbolá, dice, son los vínculos del grupo con la población chií en el sur de Líbano, el valle de la Bekaa y las afueras del sur de Beirut, donde mantiene escuelas, hospitales, una emisora de radio y varias organizaciones asistenciales.

"Tenemos mucha vulnerabilidad en la región", dice un alto estratega militar estadounidense, "y hemos hablado de algunas de las consecuencias de un ataque iraní o de Hezbolá contra el régimen saudí y la infraestructura petrolífera". Lo que más preocupa en el Pentágono, añade, son los países productores de petróleo al norte del Estrecho de Ormuz. "Debemos prever las consecuencias inesperadas", dice. "¿Podremos absorber un barril de petróleo a 100 dólares? Existe esta teoría casi cómica de que es posible hacer todo desde el aire, incluso cuando se trata de un enemigo irregular y atrincherado. No se puede triunfar sin una presencia sobre el terreno, pero los líderes políticos nunca se ponen en lo peor. Sólo quieren saber la mejor de las posibilidades".

Hay pruebas de que los iraníes se esperaban la guerra contra Hezbolá. Vali Nasr, experto en los musulmanes chiíes e Irán, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores y profesor en la Escuela Naval de Posgrado de Monterrey, California, dice: "Irán ha tomado todas las medidas negativas de Estados Unidos contra Hezbolá como parte de una campaña general en su contra, y se ha preparado para el enfrentamiento suministrando a Hezbolá armas más avanzadas -misiles tierra-mar y anti-tanque- y entrenando a los combatientes en su manejo. Ahora Hezbolá está probando esas nuevas armas. Los iraníes consideran que la Administración de Bush trata de recortar su papel en la región, así que han fomentado los problemas".

Nasr, un estadounidense de origen iraní que publicó hace poco un estudio sobre la división entre suníes y chiíes, titulado The Shia Revival [El renacimiento chií]

dice también que, a juicio de los dirigentes iraníes, el objetivo político fundamental de Washington es conseguir una fuerza internacional que haga de parapeto, que separe físicamente Siria de Líbano, con el fin de aislar y desarmar a Hezbolá, cuya principal ruta de abastecimiento pasa por Siria. "La acción militar no puede conseguir el resultado político deseado", dice Nasr. El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, un airado crítico de Israel, tiene una popularidad enorme en su país. Si Estados Unidos ataca las instalaciones nucleares de Irán, dice Nasr, "podemos acabar convirtiendo a Ahmadineyad en otro Nasralá, la estrella del rock de la calle árabe".

Donald Rumsfeld, que es uno de los miembros más poderosos y francos del Gobierno de Bush, ha hecho muy pocas declaraciones públicas sobre la crisis de Líbano. Su relativo silencio, en comparación con su visibilidad y agresividad en vísperas de la guerra de Irak, ha generado en Washington un debate sobre lo que opina del asunto. Varios miembros actuales y pasados de los servicios de inteligencia que han sido entrevistados para este reportaje creen que Rumsfeld no está de acuerdo con Bush y Cheney sobre el papel de Estados Unidos en la guerra entre Israel y Hezbolá. El asesor del Gobierno, que tiene estrechos contactos con Israel, dice que "existe la sensación de que Rumsfeld ve la guerra israelí con cierto escepticismo". Y añade: "El poder aéreo y el uso de unas cuantas unidades de las fuerzas especiales funcionó en Afganistán, así que intentó lo mismo en Irak. Era la misma idea, pero no salió bien. Ahora le ha parecido que Hezbolá estaba demasiado atrincherado y que el plan de ataque israelí no iba a triunfar, y lo que menos quiere es tener la responsabilidad de otra guerra que empeore aún más la situación de las tropas estadounidenses en Irak".

Un diplomático occidental dice que Rumsfeld no conocía todas las complejidades del plan. "Está enfadado y preocupado por sus tropas" en Irak, dice. Rumsfeld trabajó en la Casa Blanca durante el último año de la guerra de Vietnam, de donde el Ejército de Estados Unidos se retiró en 1975, "y no quiere que una cosa de este tipo tenga repercusiones en Irak". La preocupación de Rumsfeld, añade el diplomático, es que una extensión de la guerra hacia Irán pudiera aumentar el peligro de que las milicias chiíes, pro-iraníes, ataquen a los soldados estadounidenses.

En una comparecencia ante el Comité de Fuerzas Armadas del Senado, el 3 de agosto, Rumsfeld se mostró poco entusiasta sobre las repercusiones de la guerra para los soldados estadounidenses en Irak. Al preguntarle si la Administración era consciente del impacto de la guerra en Irak, declaró que, en sus reuniones con Bush y [la secretaria de Estado] Condoleezza Rice, "se es sensible al deseo de que ni nuestro país, ni nuestros intereses, ni nuestras fuerzas corran más peligro como consecuencia de lo que está ocurriendo entre Israel y Hezbolá... En esa región afrontamos diversos riesgos, y es una situación difícil y delicada".

El asesor del Pentágono, sin embargo, niega que haya divisiones en las altas instancias del Gobierno, y dice: "Rummy sigue formando parte del equipo. Le gustaría que Hezbolá se deteriorara, pero también es una voz en favor de que haya menos bombardeos y más operaciones terrestres de tipo innovador". El antiguo alto funcionario de los servicios de inteligencia también dice que Rumsfeld está "encantado de que Israel nos haga el trabajo".

Existen asimismo dudas sobre Condoleezza Rice. Se dice que su apoyo inicial a la guerra aérea de Israel contra Hezbolá se enfrió ante la desolación que le produjeron los efectos de los ataques en Líbano. El asesor del Pentágono dice que, a principios de agosto, Condoleezza empezó a agitar discretamente en el seno de la Administración para que le permitieran mantener conversaciones diplomáticas directas con Siria, sin conseguirlo hasta ahora. Hace unos días, el Times informaba de que Rice había encargado a un funcionario de la embajada en Damasco que se reuniera con el ministro sirio de Exteriores, aunque, al parecer, la entrevista no produjo resultados. El Times decía también que Rice se considera como alguien que "intenta no sólo establecer la paz en el extranjero sino servir de mediadora entre los diferentes bandos" de la Administración. El artículo destacaba la división entre los diplomáticos de carrera en el Departamento de Estado y los "conservadores del Gobierno", como Cheney y [el viceconsejero de seguridad nacional Elliott] Abrams, "que presionan para que Estados Unidos apoye enérgicamente a Israel".

El diplomático occidental mencionado dice que, en opinión de su embajada, Abrams se ha convertido en un personaje clave a la hora de elaborar la política respecto a Irán y en la crisis actual entre Hezbolá e Israel, y que el papel de Rice ha quedado relativamente disminuido. Rice no quería hacer su viaje diplomático reciente a Oriente Próximo, asegura el diplomático. "Sólo quería ir si consideraba que había una posibilidad real de obtener un alto el fuego".

El más firme aliado de Bush en Europa sigue siendo el primer ministro británico, Tony Blair, pero muchos miembros del Foreign Office, dice un diplomático retirado, creen que "esta vez ha ido especialmente lejos", sobre todo al aceptar la negativa de Bush a buscar un alto el fuego total e inmediato entre Israel y Hezbolá. "En este aspecto, Blair está solo", dice el ex diplomático. "Sabe que ya no le queda mucho al frente del Gobierno, pero se lo traga todo" (la política de Bush). "Se traga lo que le ofrece la Casa Blanca como si estuviera en Washington". La crisis empezará verdaderamente a finales de agosto, añade el diplomático, "cuando los iraníes", a los que Naciones Unidas ha dado un plazo para interrumpir el enriquecimiento de uranio, "digan no".

Incluso quienes siguen apoyando la guerra de Israel contra Hezbolá están de acuerdo en que no está consiguiendo uno de sus objetivos fundamentales, que los libaneses se unan en contra de la organización. "El bombardeo estratégico es un concepto militar que lleva 90 años de fracasos y, pese a ello, las fuerzas aéreas de todo el mundo siguen haciéndolos", dice John Arquilla, un analista de defensa en la Escuela Naval de Posgrado. Arquilla trabaja desde hace más de diez años, cada vez con más éxito, para cambiar la forma que tiene Estados Unidos de luchar contra el terrorismo. "La guerra actual no es de masas contra masas", dice. "Hay que trabajar en red para cazar a una red. Israel se empeñó en bombardear a Hezbolá y, cuando eso salió mal, inició operaciones terrestres más agresivas. La definición de locura es hacer la misma cosa una y otra vez y creer que el resultado va a ser diferente".

Este artículo fue publicado originalmente en The New Yorker. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia. © Seymour Hersh

Varios libaneses inspeccionan los daños sufridos en sus pisos en un área residencial del sur de Beirut.
Varios libaneses inspeccionan los daños sufridos en sus pisos en un área residencial del sur de Beirut.ASSOCIATED PRESS

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