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Reportaje:Incendios en Galicia

Media hora de infierno en Ribeira

Bomberos del municipio y de Castellón trabajan contrarreloj con escasos medios para sofocar un monte en llamas

El monte de Ribeira, en A Coruña, ardía ayer por los cuatro costados. ¿Cómo se apaga semejante incendio? Los bomberos del municipio recibieron el pasado miércoles ayuda de 14 colegas llegados de Castellón. Han venido voluntarios para echar una mano, hasta donde se pueda, en este infierno en el que se ha convertido Galicia. Son las dos de la tarde y bajan de un monte cercano donde han tenido momentos difíciles. Varias casas han quedado rodeadas por las llamas, con personas dentro, con animales al lado. Se ha conseguido sofocar el incendio, se han salvado las viviendas, pero no ha sido fácil. Un helicóptero y un avión siguen descargando agua.

"El objetivo número uno son las personas y las casas donde viven. Eso no se puede descuidar", dice el sargento Roberto Martínez quien, desde que llegó a Galicia, no ha hecho más que trabajar. Hasta 26 horas seguidas en una ocasión. Se le nota en la cara. Como al resto de sus compañeros. Rostros tiznados de negro, chorretones de sudor y caras de pocos amigos.

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La cosa está lejos de terminar. Las llamas prenden cerca de donde se encuentran los camiones. No hay casas a la vista, pero duele ver cómo se queman los árboles y el fuego amenaza con afectar al tendido eléctrico. "Vamos a entrar a apagarlo", ordena el sargento Martínez.

Ocho bomberos de Ribeira y de Castellón se ponen a la tarea. "Aquí se va a liar", dice uno, mientras empiezan a sacar las mangueras. El aire sopla con ganas y las llamas se avivan. Resulta imposible respirar. El humo se mete en la garganta, el aire sabe a madera quemada y los ojos se irritan por momentos. Sube la temperatura. Los bomberos se ponen las mascarillas y gafas especiales. Hay que meterse allí adentro, donde está el infierno.

"Agua y presión, Roberto, necesito agua y presión o no hacemos nada". Se gritan entre ellos, ya se conocen y basta una orden para que las cosas empiecen a funcionar. Al fin sale el agua por la manguera. A por las llamas. "Arriba, en la copa del árbol", señala uno. Una voz llega amortiguada por el crepitar de las ramas que se queman: "Ánimo, que os hacéis con ello". Se están haciendo con ello. El fuego deja de avanzar, ya se ha convertido en humo que todo lo inunda. Ahora toca regresar por el mismo camino para repasar con la manguera y evitar que los rescoldos no vuelvan a prender.

Media hora después apenas quedan llamas. Los bomberos van volviendo a los camiones sofocados, con la respiración entrecortada. Un momento de relajación, un poco de agua para aclarar la garganta antes de emprender camino a otro lugar. "Lo que pasa aquí no es normal", asegura el sargento Martínez. "En Castellón hay tormentas secas y si cae un rayo puede provocar un incendio. Pero eso no sucede aquí. Puede que pase una, dos, tres veces, pero cientos... Me extraña muchísimo".

"Esto no ha sido nada comparado con lo que pasó antes allá arriba", cuenta Bautista Castiñeiros, uno de los bomberos de la dotación de Ribeira. "Las casas nos dieron más problemas". Todos cuentan la misma historia. Desde hace una semana no han parado, día y noche apagando fuegos. Al principio sin dormir, hasta que llegaron los refuerzos de Castellón. Las quejas vienen a continuación. "Nos hemos estado movilizando este tiempo de atrás por las condiciones que tenemos. Cobramos 800 euros al mes y no nos parece que, con este riesgo que corremos, sea un sueldo justo", se queja Bautista. "Con lo que está pasando en Galicia, no sabemos si nos compensarán de alguna forma, con gente, material o dinero".

¿Y la coordinación entre los responsables durante esta semana? "Mala no, peor. No hay comunicación con las cuadrillas forestales, los bomberos de otros sitios", añade. "Aquí cada uno trabaja por libre, no hay un puesto de mando avanzado que lo coordine todo".

Fuego y más fuego. La zona de Barbanza, que comprende los municipios de Boiro, Ribeira, Pobra do Caramiñal y Rianxo, todos en la provincia de A Coruña, ha ardido por completo. Lleva así siete días. Las llamas no han respetado nada. Ni cultivos, ni montes, ni maizales, ni viñas. El viaje en coche por las carreteras de la zona deprime. Cenizas, troncos calcinados, negro el suelo y negro el aire por el humo. El cielo apenas se ve. La misma niebla espesa que en Santiago, en Vigo, en Ourense... Llegan noticias de que al lado de Ribeira, en Boiro, ha ardido una plantación de marihuana. Al menos, algo mejor olerá por allí.

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