Los nietos de los perdedores
Con 43 años y nieta del teniente de Sanidad republicano Mariano Méndez Ciordia (Villa del Prado, 1890-Madrid, 1958) durante la Guerra Civil española, quiero manifestar mi mayor respeto a la Ley de Memoria Histórica del Gobierno, pues constituye un esfuerzo más para compensar a las víctimas y los familiares de ambos bandos y a los perdedores durante la dictadura franquista.
Quisiera hacer visible el reconocimiento simbólico también a los nietos de los perdedores de la guerra nacidos en los años cincuenta y sesenta, y por ello, en una situación de desventaja social, cultural y económica. Muchos de nosotros hemos vivido en viviendas de mala calidad de núcleos poblacionales urbanos, a modo de guetos, con nulos o pocos equipamientos. En Madrid, en viviendas sociales construidas para albergar a los obreros emigrantes, alrededor de fábricas y empresas como Standard Eléctrica, Talbot, Marconi y Renfe, considerados hoy entornos degradados y/o en declive industrial. Hemos asistido a colegios públicos con una enseñanza y profesorado pésimos, con un fracaso escolar altísimo.
No pudimos acceder a muchos bienes culturales, ni ir a estudiar al extranjero, ni tener asegurado un puesto de trabajo en la empresa familiar o en la de un amigo influyente.
Nuestros padres, algunos ya ausentes, sin ningún tipo de poder ni influencia social, cobrando exiguos salarios, contribuyeron con su trabajo al crecimiento económico de la España del régimen. Ya en la democracia, el sistema de becas nos permitió a algunos estudiar una carrera universitaria. Y la igualdad, el mérito y la capacidad, como principios contenidos en la Constitución española, nos posibilitaron a muchos el acceso justo a un empleo público.
Nuestra memoria histórica, incluida la de los nietos de los perdedores de la Guerra Civil, no debe borrarse nunca.
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