Las moradas de la santa

Santa Teresa de Ávila. Ávila de santa Teresa. Mujer y ciudad forman una unión perfecta, casi mística. Ávila es la cuna, el convento -13 había en su tiempo-, la catapulta -pues entre tanta muralla, como observó Unamuno, "no cabe crecer sino hacia el cielo"-, y es también, por arte de metáfora, el castillo interior de Las moradas. Santa Teresa, a su vez, es el recuerdo -dulce para unos, hastioso para otros- que está en todas partes, como las yemas: calles, ermitas, monumentos, museos, conventos que fundó, que gobernó o en que simplemente profesó... En Ávila, sin mentar a la santa, no se puede ni quedar.

Teresa de Cepeda y Ahumada nace el 28 de marzo de 1515 en la plaza de la Santa, frente a la puerta de la Santa, sobre el solar que ocupa, desde 1629, el convento de la Santa. En la iglesia, de estilo barroco, hay varias tallas de Gregorio Fernández, una abigarrada capilla donde se supone que estuvo la habitación de la niña Teresa y un jardincillo en el que ésta jugaba con sus hermanos a hacer ermitas. En la cripta, un amplio museo nos desvela aspectos insospechados de la santa, como los nobles orígenes de los Cepeda y los Ahumada; pero de su abuelo judío, el que vino huyendo de Toledo, no se dice ni pío.

En el monasterio de la Encarnación, Teresa permaneció desde 1535 hasta 1574

A dos pasos de aquí, fuera de la muralla, está el Centro de Interpretación del Misticismo, un flamante edificio de cuatro plantas, tipo museo de arte contemporáneo, en el que han colaborado arquitectos, escultores, pintores, escritores y creadores de vídeo para dar una visión de este etéreo asunto.

Aquel árbol del revés, por ejemplo, representa la tradición mística, de la que forma parte santa Teresa; ese bolo de granito suspendido de un cable sobre un montón de arena, la unión con Dios...

También extramuros, pero al otro lado de la ciudad, en el norte, se alza el monasterio de la Encarnación, donde Teresa permaneció desde 1535 hasta 1574, siendo priora los últimos años. Se conserva, en el templo, el cubículo en que san Juan de la Cruz confesó a lo largo de cinco años a la santa, ayudándola a planear la reforma carmelitana. Y existe un museo encantador, donde, entre otras cien cosas, se muestra el madero que ésta usaba a guisa de almohada.

Buscando aún más austeridad y retiro, Teresa elige unas casas al este de la ciudad para fundar, el 24 de agosto de 1562, su primer convento de Carmelitas Descalzas, el de San José. Se ve primero el museo -donde está la famosa clavícula que se rompió-, luego la iglesia fundacional y, por último, el templo herreriano. Aquí hay una capilla preciosa, que estaba lista para dar sepultura a la santa, pero ésta murió en 1582 en Alba de Tormes y el duque se la quedó.