El Gobierno israelí evacua hacia el sur a 17.000 habitantes de la frontera con Líbano
El Ejército amenaza con abrir fuego contra los vehículos que circulen por el sur del país vecino
La orquesta de cañonazos y explosiones de Katiusha siguió ayer marcando el ritmo en el norte de Israel y en el sur de Líbano, donde soldados israelíes y milicianos de Hezbolá se enfrentaron en duros combates. La población civil sigue condenada al encierro, con los israelíes aterrorizados en los refugios y los libaneses obligados a permanecer en sus casas por el toque de queda impuesto por el enemigo, que ha advertido que después de las diez de la noche disparará contra cualquiera que se encuentre en la calle. Dada la situación, el Gobierno israelí ha aprobado la evacuación de 17.000 habitantes del norte del país, que viven en los refugios desde que comenzó la guerra.
El responsable gubernamental Yisrael Maimon calificó de "vacaciones pagadas" el "periodo de recuperación" ofrecido a las personas que llevan casi un mes bajo la tensión de los cohetes Katiusha de Hezbolá. Especialmente se trata de mujeres y personas mayores que se han quedado a guardar sus casas y sus pertenencias y se encuentran al borde del agotamiento nervioso. Las autoridades de Kyriat Shmona, la ciudad más castigada por los cohetes de los guerrilleros de Dios, elaboraron ayer una lista de las personas más afectadas entre las más 5.000 que permanecen en los refugios. Hoy mismo saldrán los primeros.
La decisión del Gobierno ha llegado cuando se producen las primeras protestas de gente que fue acogida gratuitamente o con precios especiales en residencias y hoteles del sur de Israel, solidaridad que se ha acabado conforme se ha extendido la duración del conflicto armado, que los israelíes consideraron cuestión de "unos días" y se va por su cuarta semana. Las autoridades de Tel Aviv, después de descartar montar un gran campamento de tiendas de campaña, están preparando diversos centros para hospedar a 3.000 personas a partir del domingo y otras 3.000 en los días siguientes.
Mientras, la ciudad mediterránea de Tiro amaneció empapelada de panfletos que amenazan con disparar a cualquier vehículo que se mueva y sea sospechoso de llevar armamento o municiones en la zona comprendida entre la frontera y la orilla del río Litani, 32 kilómetros tierra adentro de Líbano.
Con unos mil muertos en Líbano y un centenar en Israel, aunque en este país la mayoría son militares, la guerra comienza a hacer mella en una población civil destrozada por el dolor. La contienda parece hacerse cada día más encarnizada, con combates cuerpo a cuerpo entre los comandos especiales israelíes y los milicianos de Hezbolá, que defienden sus posiciones con uñas y dientes.
Pero, pese al fragor de la batalla, la diplomacia parece abrirse camino. En lo que parece una rama de olivo, Ehud Olmert señaló que cuanto antes salgan las tropas israelíes de Líbano tanto mejor para todos. Según el primer ministro israelí, Hezbolá está interesado en el fin de las hostilidades porque ya no es capaz de continuar su lucha contra el Ejército israelí.
Los expertos militares, sin embargo, no coinciden con él y destacan que la guerrilla chií ha mejorado sensiblemente la calidad de sus misiles, sobre todos los antitanques.
Precisamente ayer, otro soldado israelí resultó muerto y varios heridos cuanto su carro de combate Puma fue alcanzado por un misil de Hezbolá. También murieron de madrugada dos soldados que fueron sorprendidos por los milicianos cerca de la aldea de Bint Yebel. Cinco de sus compañeros resultaron heridos.
El Gobierno israelí asegura que dio muerte a nueve guerrilleros de Hezbolá y que en lo que va de guerra son ya más de 200 los militantes muertos y al menos una decena los capturados.
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