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LA CRÓNICA
Columna
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Una universidad virtual y del PP

Ha sido el último invento alumbrado por el gobierno autonómico: la Universidad Internacional Valenciana, o también Valencian Internacional University (VIU). Una dosis de inevitable coentor acredita nuestra seña colectiva de identidad. No se trata, como ya se ha divulgado, de un centro docente convencional, con su campus y aulas. La enseñanza, sumariamente descrito el proceso, se transmite por la Red y cada alumno la recibe en su ordenador. O tempora, o mores, que decían los clásicos. El proyecto ha sido presentado esta semana al Consejo Valenciano de Universidades y es, como era previsible, una iniciativa del consejero Justo Nieto. Ahora se comprende por qué daba la impresión de haber desaparecido de la escena política: estaba incubando la iniciativa.

Los medios universitarios públicos, y especialmente los rectores, no la han encajado con júbilo precisamente. Poco ha faltado para que la considerasen como un acto de hostilidad por parte del Gobierno, que la verdad sea dicha no ha mostrado mucho interés en facilitarles la información previa y allanarle el camino a la propuesta. Se diría que había optado por el hecho consumado, dando por cierta e insoslayable la reacción adversa del referido estamento docente, tal cual ha sido. Y las razones para ello han sido básicamente tres.

En primer lugar, aunque el orden resulte irrelevante, no consideran de recibo que la nueva entidad, parida por la Generalitat y nutrida con sus presupuestos económicos, o sea, con el dinero de los contribuyentes, tenga naturaleza jurídica privada. No se ven las ventajas de la fórmula, al margen de loas que obtengan sus beneficiarios directos, que siempre los hay. Uno tiene la impresión de que le han metido la mano en el bolsillo. Lo que resulta incuestionable es que responde al ideario y práctica de la derecha gobernante, tan renuente con la gestión pública. A la vista de las experiencias efectuadas en el sector de la sanidad no habría de sorprendernos esta aventura en la enseñanza superior.

Después hemos de preguntarnos si era necesaria esta nueva virtualidad académica. Los rectores aludidos y el portavoz del PSPV en materia de Educación han sido claros: no viene a cubrir ningún hueco, en palabras del rector de la Universitat de València, Francisco Tomás. Todas las materias que se van a impartir ya se cursan en el conjunto de las universidades públicas y privadas valencianas. Ahora bien, la VIU apunta al mercado americano -tanto del norte como del sur- y europeo, donde confía en captar miles de estudiantes. Sería ésta una de sus notas diferenciales y, por supuesto, más virtuales. En todo caso, la necesidad y menos aún la viabilidad no han sido determinantes de los proyectos más emblemáticos de la gestión del PP, sensible sobre todo a la aparatosidad y a su dimensión ilusoria.

Y queda, por último, la cuestión financiera. Según las cifras divulgadas, el proyecto, que empezará a caminar el próximo año, moverá más de 24 millones de euros en 2014, aunque ya se tiene por convenido que tales cifras no son ni siquiera indicativas: fácilmente podrán aumentar en porcentajes escandalosos, dicho sea con la virtualidad del caso. Lo que no es cuestionable es que si la VIU cuaja será una entidad privada succionando los presupuestos públicos, siempre escasos y a veces -como hoy por hoy- esquilmados. Algo que no tendría que escandalizarnos a la vista de los parásitos que abundan. Lo grave es que esta nueva derrama frene o merme la ya apretada y en algunos capítulos -infraestructuras- morosa financiación de la universidad pública.

A esta misma prevención contribuyen las no demasiado cordiales -por describirlas sin acidez- relaciones entre la institución docente de titularidad pública y la grey gobernante conservadora. Puede haber primado la formalidad -con sus sonadas salvedades- a lo largo de estos años, pero raramente se ha dado la empatía. Quizá por ello la obstinación del PP en promover y amparar universidades dóciles y clientelares antes que contribuir con mejor predisposición y financiamiento al desarrollo de la más que secular Alma Mater. Este invento virtual que glosamos urdido a espaldas de la universidad ha revelado, por lo pronto, esa mutua desconfianza.

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