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Reportaje:

Paolo Virzì se mofa de la banalidad italiana

En 'Caterina va in città', el director, de izquierdas, se acerca a la extrema derecha

Elisa Silió

El cineasta italiano Paolo Virzì (Livorno, 1964), militante de izquierdas confeso, no puede tirarse de los pelos porque los lleva al cero. No por eso deja de lamentar haber mostrado una cara "tierna, simpática y compasiva" de la extrema derecha de su país -rebautizada como Alianza Nacional- en Caterina va in città. Llega tarde: la comedia se estrenó en Italia en 2003 y hoy en España. "Se acaban de descubrir escuchas telefónicas en las que políticos allegados a Fini, jefe de Alianza, hablaban de tráfico de influencias, de azafatas televisivas condescendientes para conseguir un contrato...", argumentaba "asqueado" esta semana en Madrid el ganador del Premio Especial del Jurado en la Mostra de Venecia de 1997 con Ovosodo. "No merecen tener una actitud amable con ellos".

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Caterina, una niña de pueblo de 13 años y con un padre idealista (el conocido Sergio Castellitto), es disputada entre las líderes de los dos grupos enconados de su nuevo colegio en Roma: Margherita, hija de unos intelectuales de izquierda con un aspecto hippy muy estudiado, y Daniela, pija en extremo y con un padre fascista del Gobierno de Berlusconi -inspirado en el ministro de Agricultura Gianni Alemmano- de exquisitas maneras. "Es un hombre atormentado por alejarse de un pasado en el que daba palizas, se avergüenza de sus electores, y lucha por acercarse al centro y olvidarse de rituales fascistas que se ven en la película". "Vivimos en una democracia telecrática y banal, y trato de retratar el alma del pueblo italiano, no con la división entre derecha e izquierda, sino entre los que salen en la tele y los que no", piensa. "El pueblo empobrecido que conmovió al mundo contando en películas neorrealistas su lucha por la supervivencia", recuerda apenado, "cuando ha alcanzado el bienestar, se ha convertido en un plató televisivo en el que se espía al de al lado y se espera el momento de triunfar bajo los focos".

Hijo de un carabinero siciliano y una dependienta, Virzì no oculta estar marcado por sus orígenes -"soy de una ciudad obrera, Livorno, y siempre he visto la vida como una lucha de clases"-, pero eso no le borra la sonrisa: "Dicen que mi cine tiene parentesco con la comedia que surgió tras el neorrealismo, cuando se contó los dramas de una manera cómica". La comparación le gusta e incluso se ha permitido un guiño a La dolce vita, de Federico Fellini, recreando la atmósfera de la fiesta en casa de los aristócratas.

En octubre se estrena N, un biopic de Napoleón en Elba con Daniel Auteuil y Monica Bellucci, con el que al fin Virzì se va a alejar de los quebraderos de cabeza italianos que han marcado su filmografía. Y mientras tanto continúa dando clases en la escuela de cine y produciendo a noveles, pues "con los años en el cine se pierde la fuerza y la ilusión y hay que aprovechar ese matrimonio".

Paolo Virzì, durante el rodaje de la película en Roma.
Paolo Virzì, durante el rodaje de la película en Roma.
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Sobre la firma

Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.

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